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La Novela Romantica


Enviado por   •  7 de Mayo de 2012  •  4.615 Palabras (19 Páginas)  •  3.668 Visitas

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La novela hispanoamericana en el siglo XIX se planteó la expresión de una conciencia nacional, cargada de elementos sociales y morales como documento histórico. Después de dos siglos de literatura esta línea sigue viva en las obras actuales, cuyos temas siguen siendo el nacionalismo, lo autóctono, la lucha por la libertad frente a los dictadores y tiranos, y una permanente denuncia social y moral. En la línea lírico-sentimental, el máximo exponente puede ser "María" (1876) del colombiano Jorge Isaacs, la mejor novela romántica hispanoamericana de todos los tiempos.

El romanticismo en hispanoamérica se desarrolló en forma diferente al de los países europeos, pues no existió un enfrentamiento entre los escritores neoclásicos y románticos.

1. Aparición y características del movimiento romántico en las letras hispanoamericanas. 2. Contactos con el costumbrismo. 3. El americanismo de la novela romántica y otros prosistas. 4. La lírica romántica hispanoamericana.

Aparición y características del movimiento romántico en las letras hispanoamericanas. Como otras tendencias de origen europeo, el R. tuvo en Hispanoamérica un desarrollo peculiar y algo tardío. Hacia 1840 imperan todavía los autores neoclásicos y no pocas de las ideas ilustradas en que basaron su actuación intelectuales y políticos de la primera generación independiente. Hay personalidades, sin embargo, como Andrés Bello (v.; 17811865), que aunaron en su obra ambas tendencias y lograron una síntesis superior; en la Alocución a la poesía, por ej., el humanista venezolano muestra un acusado sentido americano presagiador del R., así como en la Oda a la vacuna aparece en una actitud dieciochesca de absoluta fe en la propagación de las luces y las ciencias. Igual en su adaptación de La oración por todos de Víctor Hugo, donde vierte ideales románticos en ordenadas estructuras clásicas. Similar es el caso del cubano José María Heredia (v.; 1803-39), educado en el clasicismo a la vez que autor de varias obras tocadas de nostalgia y colorido local: En el Teocalli de Cholula, El Niágara, Himno del desterrado y Placeres de la melancolía; y el del chileno Salvador Sanfuentes (1817-60), polémico defensor de la tendencia vieja a la vez que creador de leyendas románticas, como El campanario.

El R. presenta ribetes menos innovadores que en Europa. Prescinde de una vuelta a temas medievales, inexistentes en el mundo americano -hay excepciones, no obstante, como los dramas del mexicano Fernando Calderón (180945), Herman o la vuelta del cruzado, y del argentino Mármol, El cruzado-, del amor exagerado a las ruinas y a la noche, de la defensa exacerbada de valores cristianos, que a nadie se le ocurría atacar. Se vincula, en cambio, temáticamente a la política continental y a la descripción de lo propio. El R., se ha dicho con razón, trae consigo la postulación del americanismo literario como un programa consciente, al cual se suman poetas, dramaturgos, novelistas, periodistas y hombres de gobierno.

Se acentuó también la relación entre política y literatura heredada de la Ilustración (v.). No es casual que connotados escritores de la época hayan llegado a ser presidentes de la República: Bartolomé Mitre (v.; 1821-1906) y Domingo Faustino Sarmiento (v.; 1811-88), entre otros. Las letras fueron una herramienta para acentuar el sentido patrio, no menos que para luchar por los ideales del liberalismo vinculados por muchos al progreso y la redención social. Como nunca, la literatura pasó a ser expresión de la sociedad y vehículo de los nuevos valores, herramienta eficaz en el combate por la libertad. No ha de extrañar, por lo mismo, que se desarrollara especialmente la literatura de ideas: ensayo, artículo periodístico, discurso, etc. Sociedades literarias y academias agrupaban tanto a escritores como a luchadores políticos y sociales, a menudo más soñadores que con mucho sentido de la realidad (v. J y 111, l).

En la primera promoción de autores románticos argentinos es fácil ver esta doble actitud nacional y cívica. Esteban Echeverría (v.; 1805-51), formado artísticamente en París, procura en el poema Elvira, o la novia del Plata, en el cuento en verso La cautiva y en el espléndido relato costumbrista El Matadero una imagen fidedigna de la vida y Naturaleza de su país. Su actitud le llevó incluso a postular la formación de un idioma argentino, desgajado del viejo tronco hispano. José Mármol (v.; 1817-71) se inspiró en el odio al gobierno de Rosas (v.), y tanto sus versos como su novela Amalia fueron célebres en la época, por las invectivas contra el dictador. Éstos y otros escritores agrupados en la Asociación de Mayo difundieron en los países limítrofes la actitud crítica y libertaria. En Chile las acogió un grupo de díscolos discípulos de Bello, entre los que sobresalen José Victorino Lastarria (1817-88), pobre como cuentista, pero hábil autor de ensayos y discursos, y Francisco Bilbao (1822-65), de pluma vibrante y descontrolada.

D. F. Sarmiento, antes citado (v. 2), es el más famoso de los exiliados argentinos. Su obra, amplia y ágil, debe más al observador y al ideólogo que al pensador profundo. Viajes, Recuerdos de provincia y Campaña en el Ejército Grande son títulos característicos de un autor que va como de prisa por la vida y por los países, anotando y evocando lo más típico que le sale al paso. Su obra de más valor es una biografía novelada, la Vida de Juan Facundo Quiroga, de extraordinaria fuerza y emotividad, altiva, crítica, forjadora de un personaje inolvidable por la valentía y la crueldad; en ella se da con intensidad la oposición entre civilización y barbarie, característica entre los escritores de la época, y una visión de la realidad dependiente del medio geográfico en que viven los personajes protagonistas. Sarmiento escribió al respecto: «Si no es la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre del campo, es el temor de un tigre que lo acecha, de una víbora que puede pisar. Esta inseguridad de la vida, que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el carácter argentino cierta resignación estoica para la muerte violenta, que hace de ella uno de los percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquiera otra; y puede quizá explicar en parte la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas».

2. Contactos con el costumbrismo. El sentido local, tan del gusto romántico, se desarrolló en diversos escritores costumbristas (v. COSTUMBRISMO II), como el colombiano Eugenio Díaz (1804-65), cuya novela Manuela se cuenta entre las mejores del siglo; el peruano Manuel Ascensio Segura (v.; 1805-71), muy dado al uso de voces dialectales en su obra

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