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Las Batallas En El Desierto


Enviado por   •  19 de Junio de 2014  •  2.383 Palabras (10 Páginas)  •  383 Visitas

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CAPITULOS

1.- El mundo antiguo

2.- Los desastres de la guerra

3.- Alí Babá y los cuarentas ladrones

4.- Lugar de enmedio

5.- Por hondo que sea el mar profundo

6.- Obsesión

7.- Hoy como nunca

8.- Príncipe de este mundo

9.- Inglés obligatorio

10.- La lluvia de fuego

11.- Espectros

12.- Colonia Roma

Capítulo 1 El mundo antiguo

El narrador cuenta sobre tiempos arcaicos y de una forma desconocida cuenta que se veían las montañas y los ríos, apenas estaban entrando al mercado automóviles como Cadillac, Pontiac, etc. Miraban películas en el cine de origen estadounidense y un bolero de nombre obsesión del señor Pedro Flores, y por el nuevo régimen del señor presidente miguel alemán y todos se quejaban de la inflación, la delincuencia, la inmoralidad y la sobrepoblación, además de la conocida corrupción y enriquecimiento de unos pocos y la pobreza de la mayoría también hablaban de una guerra nuclear y para el año dos mil una especia de utopía donde las maquinas harán todo el trabajo y unas casa de tipo futurista además de lo que personal mente llamo la mejor invasión de nuestro “amado” vecino del norte donde solo transforman nuestra cultura y costumbres con modismos y productos de su cultura.

Capítulo 2 Los desastres de la guerra

En este capítulo el protagonista narra cómo es que jugaban en la escuela donde el estudiaba un juego que ellos llamaban “las batallas en el desierto” donde combatían en dos bandos árabes contra judíos y los que realmente eran árabes o judíos solo se peleaban entre sí aunque un maestro de nombre “Mondragón” les decía que no se insultaran por qué no eran árabes o judíos solo niños mexicanos al igual que sus compañeros, había dos niños extranjeros un Norteamericano llamado Jim y un niño llamado Toru que creció en un campo de concentración japonés al igual había dos niños llamado Peralta y Rosales esos dos niños no pagaban la colegiatura de la escuela ya que estaban becados.

Capítulo 3 Alí Babá y los cuarenta ladrones

En “Alí Babá y los cuarenta ladrones”, uno de los personajes es Jim es niño nacido en San Francisco que habla tanto el español como el inglés. El autor describe en la historia no solo a Jim sino también a sus padres y a la clase social en la cual pertenece. También se habla de los padres de Jim el padre, una figura importante en el gobierno que sale todo el tiempo en periódicos. La madre, amante del padre. No es la esposa oficial, según los rumores. “la mamá de Jim es la querida de ese tipo” luego, el autor comienza a hablar sobre la rareza de que Jim estudie en un colegio de “medio pelo” si su padre es parte del gobierno y por ende de una clase social alta. A la misma vez, el autor cuestiona el hecho de que Jim vive con su madre en una mala zona. “no en una casa de Las Lomas, o cuando menos Polanco, sino en un departamento en un tercer piso cerca de la escuela. Qué raro” esto se debe a que la mayoría de las veces, las personas de una clase social más alta viven en zonas prodigiosas. El autor habla sobre como Jim dice que su padre es del gobierno pero hay rumores de que es un periodista que vive en Estados Unidos. Estos y muchos otros comentarios son los que causan la duda en el autor en cuanto al tema.

Capítulo 4 Lugar de en medio

Primero que todo habla sobre las labores que hace su madre en la casa dado a la cantidad de hijos que tiene. Está a la misma vez, es la razón que da el autor por la cual no puede invitar a Jim. Después se habla sobre la madre en específico. Comienza hablando sobre la selectividad de su madre. Sobre como detestaba a las personas que no eran de Jalisco. “Juzgaba extranjeros al resto de los mexicanos y aborrecía en especial a los capitalinos. Odiaba la colonia Roma porque empezaban a desertarla las buenas familias y en aquellos años la habitaban árabes y judíos y gente del sur: campechanos, chiapanecos, tabasqueños, yucatecos”. Esto demuestra como los mismos mexicanos crean la separación interna en México. Por otro lado, el autor continúa hablando de su familia pero se enfoca en su hermano. El autor le deja saber al lector que su hermano es un hombre vago y mujeriego. “tenía veinte años y en vez de asistir a la Universidad Nacional en donde estaba inscrito, pasaba las semanas en el Swing Club y en billares, cantinas, burdeles. Su pasión era hablar de mujeres, política, automóviles”. Luego, el autor continúa con su padre. Describiendo la fábrica de jabones que tiene y hablando de cómo los productos Americanos son los causantes de la decadencia de su negocio.

Capítulo 5 Por hondo que sea el mar profundo

El pleito convenció a Jim que Carlos era su amigo. Un día Jim invito a comer a Carlos en su casa el sentía pena ya que el no lo podía llevar a su casa. Cuando subieron al tercer piso abrió la puerta pero tenia llave ya que a la mamá de Jim no le gusta las sirvientas. El departamento olía a perfume, estaba ordenado y muy limpio. Muebles flamantes de Sears Roebuck. Una foto de la señora por Semo, otra de Jim cuando cumplió un año varias del Señor con el presidente en ceremonias, en inauguraciones, en el Tren Olivo, en el avión El Mexicano, en fotos de conjunto. "El Cachorro de la Revolución" y su equipo: los primeros universitarios que goberna¬ban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades morales intachables, insistía la propaganda Carlos estaba muy sorprendido ya que la mamá de Jim era muy joven esto hizo que Carlos se enamorara de la mamá de su mejor amigo

Capítulo 6 Obsesión

Cuánto tardaste. Mamá, te dije que iba a comer a casa de Jim. Sí pero nadie te dio permiso para volver a estas horas: son ocho y media. Estaba preocupadísima: pensé que te mataron o te secuestró el Hombre del Costal. Qué porquerías habrás comido. Ve tú a saber quiénes serán los padres de tu amiguito. ¿Es ese mismo con el que vas al cine? Sí. Su papá es muy importante. Trabaja en el gobierno. ¿En el gobierno? ¿Y vive en ese mugroso edificio? ¿Por qué nunca me habías con¬tado? ¿Cómo dijiste que se llama? Imposible: Conozco a la esposa. Es íntima amiga de tu tía Elena. No tienen hijos. Es una tragedia en medio de tanto poder y tanta riqueza. Te están tomando el pelo, Carlitos. Quién sabe con qué fines pero te están tomando el pelo. Voy a pedirle a tu profesor que desenrede tanto misterio. No, por favor, se lo suplico: no le diga nada a Mondragón. ¿Qué pen¬saría la mamá de Jim si se enterase? La señora fue muy buena conmigo. Ahora sí, sólo eso me falta¬ba. ¿Qué secreto te traes? Di la verdad: ¿No fuis¬te a casa del tal Jim?

Capítulo 7 Hoy como nunca

Hasta que un día -un día nublado de los que me encantan y no le gustan a nadie- sentí que era imposible resistir más. Estábamos en clase de lengua nacional como le llamaba al español. Mondragón nos enseñaba el pretérito pluscuam¬perfecto de subjuntivo: Hubiera o hubiese amado, hubieras o hubieses amado, hubiera o hubiese amado, hubiéramos o hubiésemos amado, hubierais o hubieseis amado, hubieran o hubiesen amado. Eran las once. Pedí permiso para ir al baño. Salí en secreto de la escuela. Toqué el timbre del departamento 4. Una dos tres veces. Al fin me abrió Mariana: fresca, her¬mosísima, sin maquillaje. Llevaba un kimono de seda. Tenía en la mano un rastrillo como el de mi padre pero en miniatura. Cuando llegué se estaba afeitando las axilas, las piernas. Por supuesto se asombró al verme. Carlos, ¿qué haces aquí? ¿Le ha pasado algo a Jim? No, no señora: Jim está muy bien, no pasa nada.

Capítulo 8 Príncipe de este mundo

Nunca pensé que fueras un monstruo. ¿Cuándo has visto aquí malos ejemplos? Dime que fue Héctor quien te indujo a esta barbaridad. El que corrom¬pe a un niño merece la muerte lenta y todos los castigos del infierno. Anda, habla, no te quedes llorando como una mujerzuela. Di que tu herma¬no te mal aconsejó para que lo hicieras. Oiga usted, mamá, no creo haber hecho algo tan malo, mamá. Todavía tienes el cinismo de alegar que no has hecho nada malo. En cuanto se te baje la fiebre vas a confesarte y a comulgar para que Dios Nuestro Señor perdone tu pecado. Mi padre ni siquiera me regañó. Se limitó a decir: Este niño no es normal. En su cerebro hay algo que no funciona. Debe de ser el golpe que se dio a los seis meses cuando se nos cayó en la plaza Ajusco. Voy a llevarlo con un especialista.

Capítulo 9 Inglés obligatorio

El psiquiatra me interrogó y apuntó cuanto le decía en unas hojas amarillas rayadas. No supe contestar. Yo ignoraba el vocabulario de su oficio y no hubo ninguna comunicación posible. Nunca me había imaginado las cosas que me preguntó acerca de mi madre y mis hermanas. Después me hicieron dibujar a cada miembro de la familia y pintar árboles y casas. Más tarde me examinaron con la prueba de Rorschach (¿Habrá alguien que no vea monstruos en las manchas de tinta?), con números, figuras geométricas y frases que yo debía completar. Eran tan bobas como mis res¬puestas: "Mi mayor placer": Subirme a los árboles y escalar las fachadas de las casas antiguas, la nieve de limón, los días de lluvia, las películas de aven¬turas, las novelas de Salgari. O no: más bien quedarme en cama despierto. Pero mi padre me levanta a las seis y media para que haga ejercicio, inclusive sábados y domingos. "Lo que más odio": La crueldad con la gente y con los anima¬les, la violencia, los gritos, la presunción, los abu¬sos de los hermanos mayores, la aritmética, que haya quienes no tienen para comer mientras otros se quedan con todo; encontrar dientes de ajo en el arroz o en los guisados; que poden los árboles o los destruyan; ver que tiren el pan a la basura.

Capítulo 10 La lluvia de fuego

Mi madre insistía en que la nuestra -es decir, la suya- era una de las mejores familias de Guadalajara. Nunca un escándalo como el mío. Hombres honrados y trabajadores. Mujeres devotas, espo¬sas abnegadas, madres ejemplares. Hijos obedien¬tes y respetuosos. Pero vino la venganza de la indiada y el peladaje contra la decencia y la buena cuna. La revolución -esto es, el viejo cacique- se embolsó nuestros ranchos y nuestra casa de la ca¬lle de San Francisco, bajo pretexto de que en la familia hubo muchos cristeros. Para colmo mi padre -despreciado, a pesar de su título de inge¬niero, por ser hijo de un sastre- dilapidó la heren¬cia del suegro en negocios absurdos como un intento de línea aérea entre las ciudades del centro y otro de exportación de tequila a los Estados Uni-dos. Luego, a base de préstamos de mis tíos maternos, compró la fábrica de jabón que anduvo bien durante la guerra y se hundió cuando las compañías norteamericanas invadieron el merca¬do nacional.

Capítulo 11 Espectros

También hubo líos a principios de año cuando Isa¬bel se hizo novia de Esteban. En los treinta había sido famoso como actor infantil. Al crecer perdió su vocecita y su cara de inocencia. Ya no le dieron papeles en cine ni en teatro: Esteban se ganaba la vida leyendo chistes en la xew, bebía como loco, estaba empeñado en casarse con Isabel e ir a pro¬bar suerte en Hollywood aunque no sabía una palabra de inglés. Llegaba a verla borracho, sin corbata, oliendo a rayos, con el traje manchado y los zapatos sucios. Nadie se lo explicaba. Pero Isabel era aficio-nada fanática. Esteban le parecía maravilloso por¬que Isabel lo vio en su época de oro y, a falta de Tyrone Power, Errol Flynn, Clark Gable, Robert Mitchum o Cary Grant, Esteban representaba su única posibilidad de besar a un artista de cine. Aunque fuera de cine mexicano, tema predilecto de las burlas familiares, casi tan socorrido por nosotros como el régimen de Miguel Alemán. ¿Ya viste qué cara de chofer tiene el tal Pedro Infante? Sí claro, con razón les encanta a las gatas. Una noche mi padre sacó a Esteban a gritos y empujones: al llegar tardísimo de su clase de inglés, lo encontró en la sala a media luz con la mano metida bajo la falda de Isabel. Héctor lo golpeó en la calle, lo derribó y lo siguió pateando hasta que Esteban pudo levantarse ensangrenta¬do y huir como un perro. Isabel le retiró la palabra a Héctor y se dedicó a hostilizarme por cualquier motivo, si bien yo había tratado de frenar a mi hermano cuando pateaba en el suelo al pobre de Esteban. Isabel y Esteban no volvieron a encontrarse jamás: poco después, aniquilado por el fra¬caso, la miseria y el alcoholismo, Esteban se ahorcó en un ínfimo hotel de Tacubaya. A veces pasan por televisión sus viejas películas y me parece que contemplo a un fantasma.

Capítulo 12 Colonia Roma

Hubo un gran temblor en octubre. Apareció un cometa en noviembre. Dijeron que anunciaba la guerra atómica y el fin del mundo o cuando menos otra revolución en México. Luego se incendió la ferretería La Sirena y murieron muchas personas. Al llegar las vacaciones de fin de año todo era muy distinto para nosotros: mi padre había vendi¬do la fábrica y acababan de nombrarlo gerente al servicio de la empresa norteamericana que absor¬bió sus marcas de jabones. Héctor estudiaba en la Universidad de Chicago y mis hermanas mayores en Texas. Un mediodía yo regresaba de jugar tenis en el Júnior Club. Iba leyendo una novelita de Perry Mason en la banca transversal de un Santa María cuando, en la esquina de Insurgentes y Álvaro Obregón, Rosales pidió permiso al chofer y subió con una caja de chicles Adams. Me vio. A toda velocidad bajó apenadísimo a esconderse tras un árbol cerca de "Alfonso y Marcos", donde mi madre se hacía permanente y maniquiur antes de tener coche propio y acudir a un salón de Polanco mas tarde se supo que la mamá de Jim había muerto a manos de su verdadero esposo el cual la apuñalo hiriéndola de muerte.

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