ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Las más importantes novelas Мarquez


Enviado por   •  2 de Octubre de 2014  •  Tutoriales  •  14.080 Palabras (57 Páginas)  •  316 Visitas

Página 1 de 57

Se lo mandó a decir, inclusive, al padre Amador, con la novicia de servicio que fue a

comprar la leche para las monjas. Después de las cuatro, cuando vio luces en la cocina de la casa de

Plácida Linero, le mandó el último recado urgente a Victoria Guzmán con la pordiosera que iba todos

los días a pedir un poco de leche por caridad. Cuando bramó el buque del obispo casi todo el mundo

estaba despierto para recibirlo, y éramos muy pocos quienes no sabíamos que los gemelos Vicario

estaban esperando a Santiago Nasar para matarlo, y se conocía además el motivo con sus pormenores

completos.

Clotilde Armenta no había acabado de vender la leche cuando volvieron los hermanos Vicario con

otros dos cuchillos envueltos en periódicos. Uno era de descuartizar, con una hoja oxidada y dura de

doce pulgadas de largo por tres de ancho, que había sido fabricado por Pedro Vicario con el metal de

una segueta, en una época en que no venían cuchillos alemanes por causa de la guerra. El otro era más

corto, pero ancho y curvo. El juez instructor lo dibujó en el sumario, tal vez porque no lo pudo

describir, y se arriesgó apenas a indicar que parecía un alfanje en miniatura. Fue con estos cuchillos

que se cometió el crimen, y ambos eran rudimentarios y muy usados.

Faustino Santos no pudo entender lo que había pasado. «Vinieron a afilar otra vez los cuchillos

—me dijo— y volvieron a gritar para que los oyeran que iban a sacarle las tripas a Santiago Nasar, así

que yo creí que estaban mamando gallo, sobre todo porque no me fijé en los cuchillos, y pensé que

eran los mismos». Esta vez, sin embargo, Clotilde Armenta notó desde que los vio entrar que no

llevaban la misma determinación de antes.

En realidad, habían tenido la primera discrepancia. No sólo eran mucho más distintos por dentro

de lo que parecían por fuera, sino que en emergencias difíciles tenían caracteres contrarios. Sus

amigos lo habíamos advertido desde la escuela primaria. Pablo Vicario era seis minutos mayor que el

hermano, y fue más imaginativo y resuelto hasta la adolescencia. Pedro Vicario me pareció siempre

más sentimental, y por lo mismo más autoritario. Se presentaron juntos para el servicio militar a los

20 años, y Pablo Vicario fue eximido para que se quedara al frente de la familia. Pedro Vicario

cumplió el servicio durante once meses en patrullas de orden público. El régimen de tropa, agravado

por el miedo de la muerte, le maduró la vocación de mandar y la costumbre de decidir por su

hermano. Regresó con una blenorragia de sargento que resistió a los métodos más brutales de la

medicina militar, y a las inyecciones de arsénico y las purgaciones de permanganato del doctor

Dionisio Iguarán. Sólo en la cárcel lograron sanarlo. Sus amigos estábamos de acuerdo en que Pablo

Vicario desarrolló de pronto una dependencia rara de hermano menor cuando Pedro Vicario regresó

con un alma cuartelaria y con la novedad de levantarse la camisa para mostrarle a quien quisiera verla

una cicatriz de bala de sedal en el costado izquierdo. Llegó a sentir, inclusive, una especie de fervor

ante la blenorragia de hombre grande que su hermano exhibía como una condecoración de guerra.

Pedro Vicario, según declaración propia, fue el que tomó la decisión de matar a Santiago Nasar, y

al principio su hermano no hizo más que seguirlo. Pero también fue él quien pareció dar por

cumplido el compromiso cuando los desarmó el alcalde, y entonces fue Pablo Vicario quien asumió el

mando. Ninguno de los dos mencionó este desacuerdo en sus declaraciones separadas ante el

instructor. Pero Pablo Vicario me confirmó varias veces que no le fue fácil convencer al hermano de la

resolución final. Tal vez no fuera en realidad sino una ráfaga de pánico, pero el hecho es que Pablo

Vicario entró solo en la pocilga a buscar los otros dos cuchillos, mientras el hermano agonizaba gota a

gota tratando de orinar bajo los tamarindos. «Mi hermano no supo nunca lo que es eso —me dijo

Pedro Vicario en nuestra única entrevista—. Era como orinar vidrio molido». Pablo Vicario lo

encontró todavía abrazado del árbol cuando volvió con los cuchillos. «Estaba sudando frío del dolor

—me dijo— y trató de decir que me fuera yo solo porque él no estaba en condiciones de matar a

nadie». Se sentó en uno de los mesones de carpintero que habían puesto bajo los árboles para el

almuerzo de la boda, y se bajó los pantalones hasta las rodillas. «Estuvo como media hora

cambiándose la gasa con que llevaba envuelta la pinga», me dijo Pablo Vicario. En realidad no se

demoró más de diez minutos, pero fue algo tan difícil, y tan enigmático para Pablo Vicario, que lo

interpretó como una nueva artimaña del hermano para perder el tiempo hasta el amanecer. De modo

que le puso el cuchillo en la mano y se lo llevó casi por la fuerza a buscar la honra perdida de la

hermana.

—Esto no tiene remedio —le dijo—: es como si ya nos hubiera sucedido.

Salieron

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (86.1 Kb)  
Leer 56 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com