ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Leyendas Y Mitos


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2012  •  4.146 Palabras (17 Páginas)  •  499 Visitas

Página 1 de 17

LA PLANCHADA

Esta leyenda fue de las más populares del siglo XX, también es conocida como "La Enfermera Visitante", evoca muchas narraciones misteriosas ocurridos en el Hospital Juárez, el Centro Médico, además de clínicas y centros de salud de la Ciudad de México y sus alrededores.

Una de las versiones de cómo ocurrieron los hechos que dieron origen a la leyenda narra que una enfermera de nombre Eulalia entró a formar parte del personal de un hospital civil, y en poco tiempo se ganó la simpatía y el afecto del personal médico y administrativo.

La joven enfermera era de buena presencia, y vestía su ropa siempre con una blancura impecable, y muy bien almidonada y planchada.

Era entregada a su vocación por atender a los pacientes, en una ocasión el Director del hospital llamó al personal porque iba a presentar a un médico de nuevo ingreso, pero sin embargo ella no acudió al llamado porque se encontraba atendiendo a un paciente.

El médico recién llegado se llamaba Joaquín, era joven y recién egresado, y después de un corto tiempo en el hospital se rumoraba que era orgulloso y envanecido. Cierto día se le encomendó a la enfermera Eulalia que auxiliara al Doctor Joaquín, quien iba a extraer una bala a un paciente que llegaba de urgencia.

Dicen que Eulalia quedó impactada al conocer al Doctor Joaquín, y que después de colaborar con el mencionado médico no dejaba de hablar de sus ojos y de lo bien parecido que era. A pesar de que muchas personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era fanfarrón, y coqueteaba con otras enfermeras.

Pasaron meses e incluso más de un año, y el Doctor Joaquín le dijo que se casarían. Ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda.

Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así al otro día el la visitó en su casa, donde se cambió y al terminar conversaron un rato. Eulalia le comentó que había olvidado mencionarle que a la mañana siguiente iba a salir temprano de viaje pues tenía un seminario al norte del país que duraría 15 días.

A la enfermera Eulalia le extrañó un poco que no le hubiera mencionado nada Joaquín acerca del viaje con anterioridad, pero le deseó buen viaje y se despidió del él.

A la semana, ella ya lo extrañaba mucho, y un enfermero del hospital conversó con ella y le confesó que tenía interés de que ella lo acompañara a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas, además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.

La enfermera Eulalia no pudo evitar sumirse en una profunda depresión por el engaño en el que había sido víctima. Dicen que comenzó a llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos enfermos, e incluso hay quienes mencionan que se le llegaron a morir por su desatención.

Pasó el tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba.

Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un paciente que estaba grave amaneció muy bien, y le dijo a la enfermera:

-Gracias por sus ciudades, la medicina que me dio me mejoró mucho.

Sin embargo, la enfermera no había ido en la madrugada.

En otra ocasión, una paciente también mencionó que una enfermera vestida con ropa muy bien almidonada había ido durante la noche a darle unas pastillas.

Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas de la fantasmal enfermera a quien llamaron desde entonces "La Planchada".

EL JINETE SIN CABEZA

En Llera, cerca de Estación Zaragoza, existía hace más de un siglo un próspero rancho con muchas cabezas de ganado vacuno, manadas de yeguas unas con burro manadero que producían potrillos y mulitos; había gallinas, patos, guajolotes y muchos árboles de nogales, naranjos, limas, limones, aguacates y papayas. Ahí vivía un joven ranchero con una bella esposa, él era todo un hombre de a caballo, mejor que cualquier vaquero de la región. Había andado con Pedro José Méndez en la lucha contra los franceses.

Ella era hermosa, nacida en Tampico y sabía varios idiomas. Una tarde de otoño, muerto de hambre y jalando un caballo que rengueaba, espiado, con los cascos casi inútiles llegó un soldado de caballería que no era mexicano, pidió agua y comida: una vez que se la dieron contó a ella que hablaba inglés: “vengo huyendo de la guerra en los Estados Unidos, perdí todo menos el honor, voy a la ciudad de México a enlistarme en el ejército, soy militar y no sé hacer otra cosa”. Se le dio hospedaje y alimentación para él y su caballo. “Agarramos fuerzas y nos vamos” decía…

Era acomedido y servicial, rajaba leña, cuidaba caballos, los herraba y les untaba manteca en los cascos. No era vaquero y platicaba en inglés con la señora. No quisiera entrar en detalles por pudor y campeada, pero cierta ocasión el ranchero los encontró muy juntos bajo un árbol, en el río. Sin más, a él le ató las manos por detrás y con la ayuda de sus vaqueros aventó la reata de la rama más alta, se la puso en el pescuezo y que lo cuelga; a ella que la corre del lugar a cuartazos, por infiel y para siempre.

Fue tan grande el coraje y su vergüenza, que con una correa, lazó las patas del difunto colgado, y que lo estira con su caballo hasta que se desprendió del cuerpo la cabeza. Y desde esa vez en esos contornos hay quien afirma, que en las noches de luna vio cabalgando a galope tendido a un jinete que en la mano llevaba un sable, pero que el cuerpo no tenía cabeza. Pasó mucho tiempo sin que nadie se atreviera a andar por los caminos en la noche, porque tenían miedo de aquél espanto. Se corrió la voz, llevaron sacerdotes a bendecir todos aquellos lugares y los cascos se seguían escuchando en la oscuridad.

Luego construyeron la vía del ferrocarril Tampico-Victoria allá por 1890, y se cuenta que pasajeros y maquinistas al cruzar aquél tramo de la vía escuchaban gritos en un idioma que no entendían y que la voz brotaba de las entrañas; hubo quien vio junto al tren a toda carrera un caballo que echaba chispas con sus cascos, cola y crin, montado por un jinete sin cabeza.

LA SEÑORA DE LA TUMBA

Ésta es la historia de una señora de las ricas de Matehuala cuando aquí era una ciudad de Mucha alcurnia. Resulta que esa señora se murió de un ataque de catalepsia y la velaron

Por 72 horas hasta que la llevaron a enterrar al panteón Hidalgo.

.

En aquellos años, más que ahora aunque todavía se acostumbra, a los difuntos los enterraban con sus mejores joyas. Ya estaba todo el cortejo en el panteón y para darle la última despedida abrieron el féretro. Los enterradores se dieron cuenta de que la difunta llevaba muchas joyas. Al terminar el sepelio, la gente se retiró, pero una vez entrada la noche los enterradores decidieron robarse las joyas. Abrieron la tumba y también la caja y le quitaron las joyas a la difunta, pero un anillo muy bonito no le salía; por más que le jalaban no se lo podían quitar. Uno de los ladrones le dijo su compañero que había que mocharle el dedo y éste con la navaja se lo cortó para así poder extraer el anillo. En ese momento brotó un chorro de sangre y la señora se levantó pegando un grito de dolor. Se sentó asombrada, pero más asombrados estaban los ladrones que del susto empezaron a gritar y a correr. La señora se salió de su tumba y fue detrás de ellos diciéndoles: “No, no, yo no estoy muerta, yo tenía un ataque nada más.” Pero los ladrones ni así se detuvieron a ver si era cierto. Ya de rato, ella los alcanzó y ellos le pidieron perdón y la llevaron a su casa.

EL DUENDECILLO

En el estacionamiento del Edificio Ipiña de San Luis Potosí se ha visto a un niño corriendo, como si fuera un duendecito. Es un niño chiquito y casi no se le ve la ropa. Anda corriendo y se ríe. Una vez unos niños jugaban futbol ya muy tarde uno de los niños la pateo muy fuerte y se fue la pelota un poco lejos. Fuimos por ella y en eso que salió un niño y aventó la pelota más lejos. Todos los niños se asustaron, pero pensaban que era algún niño travieso que se había metido aunque el estacionamiento ya estaba cerrado. Uno de los compañeros fue por la pelota y el niño, risa y risa, la aventó más lejos. Luego el niño lo quiso regañar al duende por andarle haciendo travesuras el duende corrió y se metió en a una puerta que estaba cerrada. Lo curioso, es que atravesó la puerta y al atravesarla desapareció

EL ARBOL DEL VAMPIRO

Cuenta la historia que en el siglo XVIII en la Guadalajara colonial llegó un misterioso hombre que venía de Europa y que se quedó a vivir en un pueblito llamado Belén, se llamaba Don Jorge y era uno de los más ricos hacendados del pueblo, sin embargo los habitantes del poblado le temían ya que acostumbraba a vestir siempre de negro y salir solo por las noches.

Al poco tiempo la gente se alarmó al ver que aparecían animales muertos, pero días después se encontraron cadáveres de personas sin una gota de sangre. Este hecho causó un gran temor en el corazón de aquellos humildes campesinos, los cuales se encerraban en sus casas antes del atardecer y rezaban temerosos por sus vidas.

Finalmente se reunieron y armados de valor, palos, antorchas y machetes decidieron ir en busca del asesino. Cerca del panteón oyeron gritos, y al llegar vieron con horror a don Jorge que estaba mordiendo el cuello de uno de los campesinos. Cuando el vampiro se vio rodeado huyó dejando a su víctima ensangrentada. Al día siguiente la gente fue a ver al cura del pueblo y le pidieron que les ayudara a detener al vampiro que los aterrorizaba.

Así llegaron a la hacienda de don Jorge y el cura le realizó un exorcismo y el vampiro retrocedió maldiciendo y jurando que se vengaría de todos ellos, entonces uno de los aldeanos le clavó una estaca en el pecho. Una vez muerto fue enterrado en el panteón de Belén.

Se dice que meses después la lápida se rompió y en su lugar nació un árbol de tronco grueso y de raíces profundas. Cuenta la leyenda que el día que el árbol sea cortado o las raíces rompan por completo la lápida don Jorge regresará para tomar venganza contra aquellos que lo apresaron.

Así que si se dan una vuelta por la república mexicana, no olviden visitar en Guadalajara, un pobladito llamado Belén donde aún hoy se puede observar el magnífico árbol erguido sobre su tumba.

EL CALLEJON DEL BESO

La ciudad de Guanajuato es considerada como uno de los lugares más románticos de México, por sus estrechas y empinadas callejuelas, sus numerosas iglesias y viejas casonas multicolores, y por sus historias de amor, la mayoría de ellas relacionadas con el afamado "Callejón del Beso". Todo el que llega a Guanajuato, sobre todo si es en pareja, pregunta por este sitio tan singular, donde se han acuñado diversas leyendas, como la que habla del amor de Doña Carmen y Don Carlos, una de las más sorprendentes por su valor trágico y romántico. Según los lugareños, Carmen era hija única de un padre intransigente y violento que la tenía casi aislada de la sociedad, a fin de evitar que le llegara el amor y la arrebatara de su lado. No obstante, en algunas "escapadas", Carmen fue cortejada por Carlos, un humilde minero, con el que se veía en un templo cercano a su hogar. Al ser descubierta tuvo que soportar el encierro al que la sometió su padre, bajo la amenaza de enviarla a un convento y casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda. En aquella época, todas las doncellas tenían a su dama de compañía, así que la bella mujer acudió a ella para pedirle que le entregara una carta a Carlos en la que le revela el trágico suceso. Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograba entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre los dos, encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a "precio de oro". Así, los enamorados tuvieron largas noches para consumar su amor hasta que un día el padre escuchó los murmullos y entró a la habitación de Carmen y encontró a la pareja reunida. Enfurecido y en gran acto de violencia, clavó una daga en el pecho de su hija. Ante la tragedia, Carlos enmudeció de espanto y dejó en sus manos, tersas y sin vida, un tierno beso. El joven no pudo soportar vivir sin el amor de Carmen y desesperado se suicidó, tirándose desde el brocal del tiro principal de La Mina de la Valenciana

JUAN DEL JARRO

Juan del jarro, es de esas leyendas potosinas que no se sabe si es verdad o no…

Era un pordiosero como cualquiera de los pordioseros, Se llamaba Juan, se dice que la gente lo apellidaba del Jarro, porque sus únicas pertenencias, que siempre traía eran un sombrero, una estera y un jarro de terracota.

Se comenta que dormitaba en cualquier banqueta principalmente en el centro de la ciudad sobrevivía haciendo trabajillos en el mercado o pidiendo limosna fuera de los templos para resolver el hambre del día.

Este hombre tenía dos características. La primera es que era un hombre piadoso que repartía sus limosnas diarias con otros menesterosos, La otra característica que hacía especial a Juan era su afección por los dichos y las frases llenas de sentido común, ésas que los viejos sintetizan para los jóvenes y los niños. Juan siempre tenía un refrán en la punta de la lengua, según la ocasión.

La fama de Juan del Jarro cambio con los años: se decía que era un loco iluminado, era un listo muy loco, lo cierto es que era amigo de todos.

Hay una historia de donde empezó su fama de adivinador o conocedor del futuro, la leyenda cuenta que una mujer tratando de hacerlo quedar mal ante los demás un día cuando pasaba por la plaza principal esta mujer lo enfrenta y le grita :

“Dime, adivinador, ¿cómo se llamará el que ha de ser mi esposo?”

“Te casarás, pero no con el padre del niño que llevas en el vientre” –contestó el pordiosero.

Poco después la señorita decente abandonó la ciudad porque la familia descubrió que Juan tenía razón. La leyenda creció, se decía que Juan podía saber el futuro porque lo escuchaba en su jarro de terracota.

La leyenda cuenta que hay una secta que busca su jarro, dentro, dicen que se escucha el mar y un inquietante ruido de cascabeles. El jarro tiene la habilidad de conceder deseos, dicen los creyentes

LA DAMA QUE VISITA LOS 7 TEMPLOS

Se cuentan muchas historias. Cosas que pasan en las calles viejas y en el panteón viejo de San Luis Potosí. Sobre todo la leyenda de la dama del taxi. A decir verdad se le conoce de diferentes formas a esta leyenda.

Cuenta la leyenda que una madrugada a un taxista le hizo la parada una mujer justo afuera del panteón del saucito (el panteón más viejo de San Luis). Al taxista se le hizo raro que a esas horas estuviera una mujer sola y por esos rumbos, así que la subió.

Ella le pidió que la llevara a los templos: San Miguelito, San Sebastián, Tlaxcala y otros más. Ella se detenía afuera de la iglesia como rezando. Y terminando el recorrido, le pidió que la llevara otra vez a donde la había subido. Al taxista se le hizo muy raro, pero así lo hizo. Ya estando fuera del panteón, ella le dio una medalla de oro y una dirección diciéndole que fuera a cobrar por el recorrido a la persona que le abriera.

Ala mañana siguiente el taxista fue a la casa y toco la puerta, lo atendieron, él explicó que una mujer le había pedido ese recorrido por las iglesias, después le dio la dirección y la medalla, diciéndole que con esa medalla ellos sabrían de quien se trataba y que pagaría. Pero la persona que lo atendió le dijo que no podía ser posible pues ella ya había muerto.

Nunca se ha podido saber si esta historia fue del todo real, pues el taxista mencionado, después de eso cayó enfermo y murió al poco tiempo. Pero de que es una historia muy sonada sobre todo entre los taxista lo es y la verdad que pasar por el panteón en las madrugadas es para poder creer tanto esa como otras historias más que se cuentan.

LA LEYENDA DEL MAIZ

Se dice que el pueblo azteca quienes tenían sus chozas cerca de unas colinas de Tenochtitlán. Vivían cómodamente de sus tierras agrícolas en donde cultivaban tabaco, chiles, maguey, etc... Sin embargo, esto no era suficiente para satisfacer sus necesidades alimenticias, así que se comenzaron a buscar más variedad de vegetales y frutas. Pasaron los días y entre sus habitantes se corrió un rumor que atrás de las colinas había cultivos de maíz y rápidamente un pequeño grupo emprendió la ida, cruzaron senderos, se enfrentaron con terrenos escarpados y una densa vegetación, pero en medio del camino se dieron cuenta que era muy peligroso y regresaron.

No sabían que hacer para llegar sanos y salvos a ese lugar, por eso le pidió ayuda al dios Quetzalcóatl, quién acepto ir. El, se convirtió en hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, camino hacia las colinas. Eran tan pequeñas que pasaron desapercibidas por los hambrientos animales que allí habitaban, treparon rocas, ramas y todo lo que encontraban a su paso.

Después de un largo tiempo, llegaron al anhelado lugar y en un dos por tres Quetzalcóatl tomo una semilla de maíz madura y la cargo de regreso entre sus mandíbulas. Todos esperaban ansiosos su llegada y al paso de las horas, al fin en aquel horizonte se veía la pequeña hormiga negra acompañada de una hormiga roja. El poderoso dios les entrego a los habitantes la valiosa semilla, quienes se apresuraron rápidamente para plantarla entre sus sembradíos.

Desde ese día, Quetzalcóatl fue venerado por ser quien trajo vida al gran pueblo azteca con el cultivo de maíz.

EL CARRETON DE LA MUERTE

Todavía cuentan aquí en Matehuala de una carreta fantasma que pasaba por la calle de Reyes a eso de las tres de la tarde y seguía su camino hasta desaparecer en el panteón Hidalgo. La carreta iba dirigida por un hombre con un látigo y la gente escuchaba los latigazos. Como esa calle antiguamente era de piedra bola y no de pavimento, y la carreta iba jalada por caballos, entonces dicen que los cascos de éstos al pisar aventaban chispas.

A esa carreta le decían «el carretón de la Muerte» porque cuando pasaba, o más bien como que la veían o nada más la escuchaban pasar, se decía que alguien iba a morir aquí en Matehuala y, a decir de muchos, este presagio nunca fallaba porque a los pocos días alguien se moría y lo llevaban a enterrar al mismo panteón Hidalgo.

Hay una historia parecida, aunque algunas personas no creen que sea la misma del carretón de la Muerte. Esa historia narra de una señorita que tenía un novio, pero su familia se oponía a esa relación y ya la tenían comprometida para casarse con un hombre a quien ella no quería. Ante su agobio ella decidió fugarse con su novio y éste aceptó gustoso.

Para esto, la mamá de ella había sido una mujer muy dura, aunque para ese entonces ya había muerto. Entonces la pareja se subió a la carreta para escaparse y vieron que estaba sentada con ellos una mujer. La señorita se sentó en la parte de los pasajeros donde estaba esa mujer y el muchacho se sentó con el cochero. En ese momento el cochero le preguntó al muchacho: “¿A dónde vamos?”. Y el muchacho le dijo: “Síguele, yo te voy diciendo adónde.” Sin embargo, la mujer que iba sentada a un lado de la señorita fue la que le indicó al cochero que se dirigieran primero hacia el panteón.

Cuando llegaron al panteón Hidalgo la mujer se esfumó de la carreta y para cuando la señorita se percató de esto, aquélla ya estaba en el umbral del cementerio. Entonces la señorita oyó una voz de ultratumba que le dijo: “Tú no te vas a casar nunca.” Del susto el muchacho corrió y nunca lo volvieron a ver, y la muchacha nunca se casó.

LA MUJER DORMIDA EN EL POPOCATÉPETL

Tonatiuh, el Dios Sol, vive con su familia en el cielo 13 en el que no se conoce la oscuridad ni la angustia...El hijo de Tonatiuh era el príncipe Izcozauhqui a quien le encantaban los jardines. Un día el príncipe oyó hablar de los vergeles del señor Tonacatecuhtli. Curioso fue a conocerlos. Las plantas parecían más verdes y los prados frescos y cubiertos de rocío. Al descubrir una laguna resplandeciente se acercó con presteza y al hacerlo, se encontró con una mujer que salía de las aguas ataviada con vestidos de plata. Se enamoraron de inmediato ante el beneplácito de los dioses. Pasaban el tiempo juntos, recorrían un cielo y otro. Pero los dioses les prohibieron ir más allá de los 13 cielos.

Los enamorados conocían el firmamento. La curiosidad por saber qué había bajo de él hizo que descendieran a conocer la tierra. Allí la vida es diferente. El sol no brilla todo el tiempo, descansa por las noches. Hay más colores, texturas, sonidos y animales que en todos los cielos recorridos. Los príncipes, al descubrir que la tierra es más hermosa que los paraísos celestiales decidieron quedarse a vivir en ella para siempre. El lugar escogido para su morada estaba cerca de un lago, al lado de valles y montañas.

Los dioses, furiosos por la desobediencia de la pareja, decidieron un castigo. La princesa enfermó repentinamente, fueron vanos los esfuerzos de Izcozauhqui por aliviarla. La mujer supo que esa era la sanción de los dioses, Tonatiuh se lo hizo saber con sus abrasadores rayos. A ella no le permitirían vivir. Separándolos, con su muerte, para siempre. Se lo dijo al príncipe, le pidió que la llevara a una montaña con el fin de estar junto a las nubes, para que, cuando él regresara con su padre, pudiera verla más cerca desde el cielo. Fueron sus últimas palabras, después se quedó quieta y blanca como la nieve.

El príncipe con su preciosa carga a cuestas caminó días y noches hasta llegar a la cima de la montaña. Encendió una antorcha cerca de ella, la veló, como si la princesa durmiera. Izcozauhqui se quedó junto a ella, sin moverse, hasta morir. Ella se convirtió en la mujer (Iztaccíhuatl) y el cerro (Popocatépetl)

DIOSES DE LA MUERTE

El reino de los muertos o inframundo, conocido comúnmente como Mictlan, era gobernado por el Señor del Inframundo, Mictlantecuhtli, y por la esposa de este, Mictecacihuatl, los Infiernos, el Chignauhmictlan. Pero aparte de estas deidades, existían otros dioses y diosas que poblaban las regiones del Mictlan y que casi

siempre encontramos por parejas. Una de ellas es Ixpuzteque, El que tiene el pie rotoy su esposa Micapetlacalli, Caja de muerto. Por último conocemos el nombre de Tzontemoc, El que cayó de cabeza, y su esposa es Chalmecacihuatl, La sacrificadora.

Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl eran la pareja más importante de las regiones del inframundo y habitan la más profunda de ellas, a donde llegan los hombres a descansar, no sin antes entregar a las deidades presentes valiosos.

Mictlantecuhtli aparece con el cuerpo cubierto de huesos humanos y un cráneo a manera de mascara, con los cabellos negros, encrespados y decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Adornan su cabeza una roseta de papel de las que salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca. Sus animales asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl).

...

Descargar como  txt (23.6 Kb)  
Leer 16 páginas más »
txt