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Magdalena.


Enviado por   •  8 de Agosto de 2016  •  Biografías  •  976 Palabras (4 Páginas)  •  227 Visitas

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Magdalena

Allí estábamos, observando nuestros ojos fijamente, nuestra respiración era agitada y en ese preciso momento me doy cuenta que mi corazón hablaba por mí. Juramos no olvidarnos, que sin importar nada, nuestras almas se encontrarían de nuevo. Lo que había sucedido no se borraría de nuestras mentes. No hubo nada planeado, solo éramos ella y yo en el lugar y momento indicado, me pregunto si fue obra del destino o de culpar a la suerte, no lo sé todavía, simplemente ella me hizo alejarme del mundo como nadie lo había hecho antes y lo que más me asombra es el papel de lo espontáneo en toda esta historia.

Tomé sus manos, las entrelacé con las mías mientras mi boca pronunciaba la promesa de la que nunca me arrepentiría jamás. No tenía ninguna intención, nada planeado, solo esperaba verla de nuevo, eso haría muy feliz a mis ojos y a mi alma. Un segundo encuentro después de mi llegada de viaje, era lo que le pedía a  ella, mi corazón palpitaba, no por miedo a una repuesta negativa, si no por el sí que sus labios me responderían. La besé, como si no hubiera besado a nadie nunca. Noté que sus pies se colocaban en puntas, lo cual para mí era interpretación de que el sentimiento en esa ocasión era mutuo y sincero. Después de aquel largo beso, aterrizamos en esta realidad la cual nos gustaba tanto ignorar, el presentimiento de que nos debíamos separar era tortuoso y atemorizador, pero era obvio que se veía venir. No lo creía, ese momento, ese día, esa noche, ella, parecía estar en un sueño. La realidad no la encontraba al recordar que antes de cuatro o cinco horas atrás éramos totalmente unos extraños y ahora debajo de esa oscura, y espesa noche, prometíamos cosas, cosas que no se las diría a cualquier persona. Ella siempre fue muy objetiva, me dijo que seguiríamos en contacto, que sin pensarlo tanto nos veríamos de nuevo, fuese como fuese. Recibí el último beso de esa noche, alejo su mano con sumo cuidado de la mía y mostrándome por una vez más su linda sonrisa, nos despedimos. No quería irme. Me quede varios segundos observando como en la lejanía ella desaparecía, di vuelta atrás y mi cabeza volvió de nuevo a mí.

Reorganicé mis ideas, recordé lo lejos que estaba. Me detuve para tener en claro qué camino tomar para llegar a la estación de autobús urbano más cercano.  Mi memoria no me fallaba y fue fácil reconocer la calle que me trajo hasta aquí. Estaba muy tarde, lo cual me hacía acelerar el paso y con desprovisto vi la parada de autobús enfrente de mí. Pagué el boleto, y subiéndome al indicado, tomé el primer asiento vacío y fije mi mirada a la ventana, observando la actividad nocturna de la ciudad. Los recuerdos mientras tanto empezaban a emerger del fondo de mi cabeza, me preguntaba a mí mismo si lo que viví ese día era real, aún no lo creía. Retrocedí en el tiempo para recopilar lo que había transcurrido, mi alma lo necesitaba. Se me hacía difícil reconocer que, un día el cual parecía común y sin propósito alguno, se iba a convertir en una experiencia llena de sensaciones y giros repentinos. Que en ese pueblo, con el único propósito de visitar a un excompañero de clase la iba a conocer a ella.

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