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Morbimortalidad Y Transición Epidemiológica

nahuel82026 de Septiembre de 2014

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Morbimortalidad y transición epidemiológica

El cambio en la estructura de causas de muerte se advierte a partir de la década

de 1960, con el descenso del peso de las enfermedades infecciosas (Carbonetti

y Celton, 2007). Actualmente, la estructura de causas de muerte es la típica de una

situación de postransición epidemiológica, dado que las enfermedades cardiovasculares

y el cáncer ocupan los primeros lugares.

La teoría de la transición epidemiológica postula la transición de un patrón de

causas de muerte en el que dominan las enfermedades infecciosas, con muy alta

mortalidad especialmente en las edades más jóvenes, a un patrón en el que prevalecen

las enfermedades degenerativas y las afecciones producidas por la acción del

hombre, como las formas más importantes de morbimortalidad. De esta manera la

tifoidea, la tuberculosis, el cólera, la difteria, las pestes y enfermedades similares

disminuyeron como principales enfermedades y causas de muerte para ser reemplazadas

por padecimientos cardíacos, cáncer, diabetes, accidentes, entre otras.

La estructura por causas de muerte no difiere significativamente entre hombres

y mujeres, excepto en el caso de los accidentes, que ocupan el cuarto lugar en

importancia entre los varones y el octavo entre las mujeres (Gráfico 42).------

Vulnerabilidad demográfica y reproducción intergeneracional

de la pobreza y la exclusión

Varias evidencias permiten afirmar que los comportamientos de la población

son heterogéneos aun dentro de los países. La Argentina no escapa a esta constatación.

Los datos disponibles indican que esto se explica por desigualdades sociales y

económicas y sesgos culturales, muchas veces, discriminatorios. Estas desigualdades

operan sistemáticamente perjudicando a los más vulnerables y reproduciendo

así las inequidades sociales. Existe también una dimensión demográfica de las desigualdades

y la pobreza que se manifiesta a lo largo de todo el ciclo de vida de las

personas. Los grupos de población con más necesidades básicas insatisfechas son

quienes reproducen la transmisión intergeneracional de la pobreza.

Las personas más pobres tienen, además, alta vulnerabilidad demográfica,

expresada por tasas de fecundidad total, adolescente y –en particular– no deseada

más elevadas, al igual que mayores relaciones de dependencia, índices más altos de

morbilidad y mortalidad materno-infantil asociados, más bajo estatus de la mujer

y, en ciertos casos, jefatura de hogar adolescente, femenina o anciana, y hogares

monoparentales. Además, son más vulnerables cuando migran y se localizan en

zonas más inseguras, menos equipadas y con peor conectividad que aquellas donde

residen las personas no pobres. En conjunto, todas estas características implican un

cúmulo de adversidades.

La vulnerabilidad demográfica está asociada a las desventajas sociales de los

grupos de población pobres y excluidos, las cuales limitan la acumulación de recursos

(incluido el capital humano) y el manejo de activos por parte de los hogares para

el logro de sus propósitos o para hacer frente a cambios externos.

El “círculo vicioso de la pobreza” tiene algunos eslabonamientos críticos relacionados

con la vulnerabilidad de los pobres ocasionada por las desiguales condiciones

de reproducción, supervivencia, género y hábitat, que finalmente limitan sus capacidades

y el ejercicio de sus derechos para una plena inserción productiva y social.

Una particular “dinámica demográfica de la pobreza” hace que las familias

pobres tengan una mayor carga de crianza pese a estar en las condiciones materiales

más desfavorables para enfrentar los desafíos que ella implica. En suma, la situación

de vulnerabilidad en que se encuentran los pobres les impide desarrollar sus capacidades

y aprovechar las oportunidades que pudieran existir, así como los expone a

riesgos y dificultades que erosionan sus posibilidades de salir de la pobreza.

Entre los mecanismos que tienden a perpetuar la pobreza, hay uno que tiene

estrecha relación con las desigualdades de género. Por razones culturales e institucionales,

muchas veces reforzadas por políticas públicas carentes de un enfoque de

género, la carga de crianza no se distribuye equitativamente dentro de las familias

ya que recae principalmente en las mujeres. Este es uno de los factores que contribuyen

al papel subordinado de la mujer y, por ende, a la desigualdad de género.

Pero no sólo eso, pues, según numerosas investigaciones empíricas recientes, una

de las circunstancias que más protegen a las familias biparentales contra la pobreza

es que los dos miembros de la pareja trabajen. En definitiva, la mayor fecundidad de

los pobres, en gran medida no deseada, forma parte de los obstáculos de un sistema

Marco conceptual para el análisis...

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de género que tiende a perpetuar el papel tradicional de las mujeres y, a la vez, a

inhibir la acción de uno de los principales mecanismos de superación de la pobreza:

la participación laboral femenina.

Por último, la “dinámica demográfica de la pobreza” afecta de manera especial

a algunos grupos particularmente postergados: un ejemplo de ello lo constituyen

los pueblos indígenas. Aunque, sin duda, sus comportamientos responden a determinados

elementos culturales, resulta indiscutible que su falta de acceso a servicios

básicos como la educación y la salud (incluyendo la sexual y reproductiva) está en la

base de su menor esperanza de vida. Las desigualdades de carácter étnico deben ser

abordadas con plena consideración de las peculiaridades culturales de estos pueblos.

Gráfico 42. Diez primeras causas de mortalidad, por sexo. Argentina. 2006

Recursos humanos y desarrollo

La relación entre los comportamientos de la población y el desarrollo económico

y social tiene un pilar fundamental en los recursos humanos, que son el principal

soporte de todo proceso de desarrollo. En efecto, en cada familia –y, por agregación,

en cada país–, los recursos humanos disponibles, sobre todo la calidad de su salud y

educación, son los que forman a las nuevas generaciones, los que llevan a cabo las

tareas productivas y los que participan en la vida pública y política donde se definen

los rumbos del desarrollo.

Los comportamientos son relevantes en el proceso formativo de las nuevas

generaciones porque la posibilidad de criar a los hijos en condiciones adecuadas y

su inserción y desempeño en el sistema educativo se relacionan con los patrones

reproductivos, de traslado en busca de mejores horizontes y de asentamiento en

condiciones dignas y seguras y con las condiciones de salud de las personas.

La salud es considerada, además, como uno de los determinantes fundamentales

del desarrollo, al punto que junto con la educación y el ingreso conforman los

tres componentes del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, índice

que ha ganado una amplia aceptación como un indicador de desarrollo mejor que el

tradicional ingreso per cápita.

La relación entre buenas condiciones de salud y ampliación de las capacidades

y opciones de las nuevas generaciones está fuera de duda. Cabe destacar que esta

relación atañe tanto a los niños y niñas –al punto que la salud es uno de los componentes

del capital humano que comienzan a acumularse desde las primeras etapas

de la vida– como a quienes participan en el proceso formativo, en particular a los

progenitores, por cuanto una mala salud erosiona su desempeño en este proceso.

Está ampliamente documentado que los patrones de morbilidad y mortalidad

influyen en la posibilidad de asistir a la escuela –y, en general, al sistema educativo– y

en la “empleabilidad” y en el desempeño general de las personas en su trabajo. Esto

va más allá de la salud exclusiva de los trabajadores, pues las enfermedades dentro

de la familia también afectan a las mujeres que, por las asignaciones asimétricas de

género, tienden a cumplir los roles de cuidadoras de enfermos y discapacitados.

Situación de la población en la Argentina

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La fecundidad también desempeña un papel decisivo en el ámbito productivo.

Además de la subrayada relación entre la inserción laboral femenina y el número

de hijos, el momento en que estos se tienen incide sobre la trayectoria educativa y

laboral. En particular, la maternidad precoz es un factor que dificulta la permanencia

en la escuela y, como consecuencia, tiende a recluir a las adolescentes en las tareas

domésticas.

Adicionalmente, los sesgos de género vuelven a operar y las mujeres trabajadoras

deben enfrentar la “doble jornada” (en el trabajo y en la casa) que repercute sobre

su desempeño y su calidad de vida. Los estudios sobre conciliación entre actividad

reproductiva y productiva de las mujeres muestran que la carga reproductiva (o de

cuidado de dependientes) es la principal causa de no entrada o

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