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¿Qué hizo el pueblo? ¿Por qué no hizo nada y guardó silencio?


Enviado por   •  24 de Agosto de 2017  •  Ensayos  •  2.200 Palabras (9 Páginas)  •  215 Visitas

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HONOR VERSUS REALIDAD

Profesora                                                                                                                   Alumno

Verónica Segui                                                                               Alejo Palacios

7HCS1


Honor versus realidad

INTRUDUCCION

Crónica de una muerte anunciada es una novela que atrapó mi interés y me hizo preguntarme sobre muchos temas. Ángela y Santiago eran dos hijos de un pequeño pueblo. Ambos eran personas apreciadas por todos. Con muy buena reputación. Y ambos terminaron desgraciados. Uno muerto y la otra deshonrada.

Escribo este ensayo con esas preguntas en mente y tratando de encontrarles respuestas.

¿Qué hizo el pueblo? ¿Por qué no hizo nada y guardó silencio?

¿Qué significaba la virginidad? ¿Cuánto valía? ¿Mentir y fingir es la solución?

¿Por qué devolvieron a una recién casada? ¿Existe algún mecanismo que avale esto?

Estas son algunas de mis dudas, solo algunas. Para poder responderlas tengo pensado utilizar valores como la dignidad, el honor, las costumbres presentados durante la novela. Y voy a fijar mi atención sobre el valor que la sociedad le asigna a la vida, por un lado, y  a la virginidad y al matrimonio, por otro.

DESARROLLO

Crónica de una muerte anunciada nos cuenta una historia basada en hechos verídicos según ha declarado su autor Gabriel García Márquez. Desde un principio nos impidió tentarnos con leer la última hoja para conocer el final, nos lo contó desde un principio.

La historia transcurre a mediados del siglo XX en un pequeño pueblito colombiano de la costa del Caribe y nos muestra la realidad social a través de un casamiento y un asesinato.

Ángela Vicario, joven proveniente de una familia de escasos recursos, se casa, de blanco y con azahares, con el rico hijo de un gran militar, Bayardo San Román. En la noche de bodas se descubre que ella no era virgen, y entonces, su flamante esposo, la devuelve. La familia de Ángela estaba compuesta por su padre ciego, orfebre de profesión, la madre, una devota cristiana, dos hermanas mayores ya casadas, una hermana fallecida y dos hermanos, Pedro y Pablo. Al conocer la fatal noticia los hermanos varones deben vengar el honor perdido de la muchacha. ¿Quién había sido el culpable de semejante acto? Ángela señala a Santiago Nasar.

Santiago, joven de 21 años, descendiente de árabes, dirige, tras la muerte de su padre, la hacienda el Divino Rostro. Es  esbelto, pálido, alegre, pacifico y de corazón fácil, amigable, amante de las fiestas y los burdeles, y también muy creyente.  Vive en una casa frente a la plaza junto con su madre, Plácida Linero y dos criadas.

Nadie en el pueblo se imaginó que estos hechos podrían haber acontecido. Nadie dudaba de la santidad y la virginidad de Ángela. Ella nunca iba sola a ningún lado. Y si bien Santiago era un mujeriego, nunca estuvo interesado en la joven Vicario. Tampoco nadie se imaginó que los hermanos, Pedro y Pablo, llevaran a cabo la venganza que a todos anunciaban. Eran buenos y nobles. Nadie creyó fehacientemente que iban a matar a Santiago Nasar. Tampoco nadie se imaginó que Santiago no supiera nada de lo que estaban tramando en su contra. Todos pensaron que algo se había hecho para impedir semejante barbaridad. Todos pensaron que alguien le había avisado. Pero nadie dijo nada, y nadie hizo nada. Y entonces, lo evitable sucedió.

El pueblo no hizo nada. Los amigos no hicieron nada. Los parientes tampoco. El alcalde, coronel Lázaro Aponte, no hizo nada, o casi nada. Solo les sacó unos cuchillos, pero no los detuvo con la excusa de que “no se detiene a nadie por sospechas[1]. Y los hermanos fueron por otras armas. Solo Clotilde Armenta, propietaria de la tienda de leche de la plaza donde los Vicarios esperaron para matar a Santiago, trató desesperada e infructuosamente de hacer algo para impedir la masacre. Ella dio aviso al alcalde y también corrió gritando tratando de avisar a Santiago, pero no lo logró, llegó tarde, él ya había partido en manos de los Vicario.

Todo el pueblo hizo eso, nada. Todos esperaron que alguien parara a los Vicario, que el otro le avisara a Santiago, o al menos a su madre. Pasar un sobre debajo de la puerta hizo que alguien tuviera la conciencia tranquila. Pero no alcanzó, la mezquindad y el egoísmo frustraron el mensaje. La criada no entregó la carta. Y a cada paso de la historia venció la incomunicación, la dejadez, el pensar que otro le va a avisar, o que nada va a pasar, como el avestruz que esconde en tierra su cabeza para escapar de los problemas.

Santiago murió para salvar el honor de la virginidad. En aquella época era un requisito impuesto a las mujeres que contraían matrimonio. Así lo establecían las leyes civiles y eclesiásticas. Así lo establecían las costumbres y la sociedad.

Quizás si lo miramos desde la actualidad no podamos entender cuán importante era en aquella época que una mujer fuera virgen. Hoy hasta se mira a la virginidad como un disvalor. Pero debemos entender que era algo de gran peso, algo realmente valorable, que las mujeres guardaban con esmero. Por eso los Vicarios no dejaban a Ángela ni a sol ni a sombra. La única vez que podía estar a solas con un hombre era en el confesionario.

 Tan importante era para un hombre que su esposa fuera virgen, tal vez porque de esa manera se aseguraba la paternidad de sus hijos, o porque de esa manera dejaba una marca de posesión sobre su mujer.

Hoy la mujer ha logrado ser autónoma e independiente. Las mujeres de Crónica de una muerte anunciada no lo eran.”Ellas habían sido educadas para casarse.”[2] Y la virginidad era parte de la exigencia, junto con el bordar, coser, tejer, lavar y planchar, y sufrir. La mujer no era mujer, era un objeto sobre el que se ejercía poder y posesión. Un adorno con el que pasear por la plaza o ir  a misa los domingos.

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