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Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  1.092 Palabras (5 Páginas)  •  129 Visitas

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Resulta necesario saber distinguir entre lo bueno y lo malo, cuando decimos "lo bueno y lo malo" debemos distinguir que en realidad queremos decir: lo que resultaconveniente y lo que no. Por ejemplo, una mentira es mala porque deja en entredicho la veracidad de la palabra pero, ¿qué tal si tuviéramos que mentirle a un enfermo, decirle que todo va a salir bien cuandoya está en etapa Wittgenstein aduce que “ética y estética son lo mismo”, o literalmente “son Uno” (sind Eins). Lo dice en el contexto en que afirma que “la ética es trascendental”. Y esa trascendentalidad de la ética (y de la estética, por tanto), que también se enuncia de la lógica, remite a un “sujeto” que, sin embargo, no está más allá de los límites del mundo, sino que se determina como “un límite del mundo”. Lo trascendental es, por tanto, el límite (y el sujeto como “sujeto” de ese límite, o “sujetado” a dicho límite).

Lo ético, como lo estético, al decir de Wittgenstein, es “inexpresable”. No pueden formarse “proposiciones” al respecto. La diferencia entre ética y estética, en la medida en que son “lo mismo”, es muy sutil. Wittgenstein cita a Schiller: “Seria es la vida, alegre el arte” (Wallensteins Lager, Prólogo). La obra de arte sería el objeto (lo que por tal se entiende en el Tractatus) “visto sub specie aeternitatis”. A la inexpresibidad y silencio de lo ético se co-responde “lo mismo” en referencia a lo estético.

De hecho “el milagro estético es la existencia del mundo. Que exista lo que existe”. Quizás la esencia del modo de contemplación artística signifique “contemplar el mundo con ojo feliz”.

Hay, pues, un giro, una epistrofé o una peripecia en esa mirada estética: lo que en la vida asume carácter serio, apesadumbrado, tremendo, puede de pronto ser “transfigurado”, rescatándose su carácter “milagroso” (siempre digno de asombro), independientemente de que se muestre allí algo con carácter trágico (o bien cómico, o tragicómico). Como si de este modo se retrocediera, por la vía de los misterios gozosos, a la admiración originaria que permite una expansión en relatos, mitos, y también en el despuntar filosófico.

“Voy a describir la experiencia de asombro ante la existencia del mundo diciendo: es la experiencia de ver el mundo como un milagro” (añade Wittgenstein en su impresionante Conferencia sobre ética). Y añade: “Me siento inclinado a decir que la expresión lingöística correcta del milagro de la existencia del mundo -a pesar de no ser una proposición en el lenguaje- es la existencia del lenguaje mismo.” A diferencia del modo estético “el modo científico de ver un hecho no es el de verlo como un milagro”.

Esta gran reflexión de Wittgenstein sobre el “silencio” de lo ético (y por tanto de lo estético) debe ser retenida. Algo hay “inexpresable” que impide ajustar la “experiencia” ética (y estética) al criterio según el cual este autor determina lo que denomina “proposición” (que es la expresión manifiesta del pensamiento). Pero quizás convenga fecundar esta reflexión tan exigente del Tractatus con la idea plural y compleja de los múltiples “juegos lingöísticos” (acordes con sus “mundos de vida”) de que habla este gran filósofo en su obra última.

Puede, pues, entonces pensarse si no es lícito determinar alguna suerte de expresión lingöística que “proponga”, con plenitud

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