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Reducir O Ampliar El Ancho De Una Columna


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2012  •  1.672 Palabras (7 Páginas)  •  372 Visitas

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Son de la negra. Siendo un típico son jalisciense compuesto de melodía popular y espontánea que se originó con la fusión de la música indígena y española, contiene un pensamiento amoroso y lleno de melancolía, con una entremezcla irónica y jocosa. Al mismo tiempo, su armonía rítmica y ruidosa, expresa las características de los nativos de la región. La danza se realiza por parejas, cuya fémina viste amplia falda de colores vivos, cintas y encajes, mientras que el caballero usa camisa, calzón de manta y paliacate.

El Circo. Su nombre ha quedado inscrito en la historia cultural del estado de Nuevo León . En la historia de los sentimientos y de las emociones compartidos colectivamente. Y le dio trayectoria y contenido al instrumento musical más arraigado con nuestros bailes y canciones regionales: el acordeón. El acordeón que vino de Europa, que se esparció por toda América, pero que se llenó de gozo e identidad propia al ser ejecutado por don Antonio Tanguma Guajardo... su acordeón de botones... sus acordeones diseñados por él para tocar lo que el sentimiento le iba dictando... para bailar y para zapatear... para darle gusto a la vida, mañana, tarde y noche y hasta el amanecer. Polkas, redovas, chotises y huapangos... la música del Cerro de la Silla y de todo Nuevo León.

La bruja de Veracruz pertenece, en su parte norte, a la región Huasteca y por lo tanto el baile de la zona es el huapango, tradición que comparte, como hemos visto, con Tamaulipas. En la selección del material que muestra esta región están incluidas cuatro representaciones: Xochipitzáhuatl (una danza de casamiento), Las copaleras (su nombre deriva del copal que cada danzante lleva en un incensario), El caballito (tiene por temática la actividad equina) y La presumida (se cree que la autoría de la ejecución dancística es de Camilo Guzmán, en la puesta las mujeres portan una botella en la cabeza y con ella demuestran el dominio del zapateado.

Pueblo alegre y bullanguero, proclive al convite, los veracruzanos traen la música por dentro. En esta entidad se toca uno de los ritmos más alegres y bellos de México: el huapango; sin duda alguna, la música popular veracruzana, es el huapango, también conocido como son jarocho o baile de tarima. El huapango se ejecuta por medio de un arpa grande de 32 cuerdas, que da el timbre característico; un requinto de cuatro cuerdas y una jarana, que es una guitarra pequeña que no tiene un número específico de cuerdas, pero que da una sensación armónica de mucha profundidad.

La bamba nació el 16 de mayo de 1683 en los médanos de Malibrán, justamente donde se encontraba la hacienda del mismo nombre, propiedad de doña Beatriz del Real, famosa por su belleza y proclividad a los fandangos en la época de La Colonia.

La autoría corresponde a un tal Lino cuyo apellido no se precisa, pero que se ubica como El Guaruso.

La historia referida es que el Guaruso era un trotamundo que se ganaba la vida como jaranero y decimista. Así es como llega a Malibrán, invitado por unos peones que había conocido por el camino.

En la hacienda fue su jarana mágica alegría para el cansancio de la peonada, nocturnal bullicio en los bohíos y obligado remate en las fiestas de la molienda y guarapera.

El guaruso se sentía a gusto entre esa gente, sobre todo porque Rita, La china, una guapa medellinera, de grato porte y galanura, le traía embullado.

Cierta mañana, cuando la gente hacía la tumbada en el cañaveral, por el camino de Veracruz, empolvado y sudoroso, llegó a la hacienda Sabás, el recadero de doña Beatriz, quien dejando el mulo a pie de la talanquera corrió hasta la ermita y sacudió a rebato la pequeña campana.

El dia de la invasión

El sonoro ¡quitilán, quitilán! se esparció por la campiña convocando a reunión a la peonada, que mocha y guataca en mano salió por la guardarraya de los cañaverales hasta el casco de la hacienda, y al interrogar a Sabás la causa de la escandalera este sólo exclamo: "¡los piratas!"

En efecto, por la punta de Antón Lizardo se perfilaba una escuadra de barcos piratas, comandados por el feroz Lorencillo, que de manera sigilosa se dirigía rumbo al puerto de Veracruz.

Malanga, un mulato fornido y emprendedor, de quien se decía gozaba de los favores de doña Beatriz, temeroso de que desembarcaran en los médanos de Malibrán, organizó a la peonada, sacó los viejos arcabuces del bodegón y con serena palabra y valerosa actitud incitó a los hombres a la lucha por la defensa de la hacienda y las mujeres.

Toda la noche se trabajó en la hacienda preparando arreos, amarrando troncos y acarreando a la playa hasta el pequeño cañón de salva con el que se aunciaban todos los festejos de la patrona de la ermita.

Mientras todo esto sucedía, El Guaruso, tumbado bajo el techo del trapiche rasgueaba su jarana y machacaba el sonsonete de un cantar:

"Quitilan, quitilan,/ que suenan las campanas de Malibrán/, qué vienen los piratas que no vendrán.../ Qutilín, quitilín,/ que suena la campana de Medellín/ y que suena y suena a rintintín".

Amaneció, Malanga, posicionado en el médano más alto de la playa escudriñaba el mar en la lejanía, viendo cómo el velamen de los abejeles de Lorencillo se enderezaba rumbo a Veracruz.

A galope su caballo regresó a la hacienda donde doña Beatriz, rodeada de mujeres, lo esperaba con impaciencia. Para ella

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