Reporte. Los Ojos Del Perro Siberiano

LOS OJOS DEL PERRO SIBERIANO

Antonio, Santa Ana

“Los ojos del perro siberiano”

Grupo Editorial Norma

Buenos Aires Argentina, marzo de 1998

El autor decide poner este nombre a su libro, porque el perro siberiano que se menciona en la presente novela, un personaje que no es el protagonista, fue su mayor inspiración, fue una parte esencial dentro del libro, el cual permitió dar un giro a la historia bastante agradable y conmovedor. Antonio Santa Ana es un escritor argentino, conocido principalmente por sus dos novelas Los ojos del perro siberiano (1998) y Nunca seré un superhéroe (2000). En el presente libro, el autor aborda un tema que aún ya conocido por todos, sigue causando polémica, una enfermedad que con el simple hecho de mencionarla causa reacciones negativas en la mayoría de las personas, el SIDA.

El libro consta de 43 capítulos que van enlazados unos con otros. En general, se trata de un estigma provocado por el SIDA en una familia de clase alta; Ezequiel, hermano mayor del protagonista, un niño de tan solo 11 años, es diagnosticado con SIDA, esto provoca grandes conflictos dentro de la familia haciendo que se marchara de su casa; todo esto se le es ocultado al niño, quien viendo las circunstancias de su familia, se preguntaba muchas cosas a las que nadie daba respuesta. En el primer capítulo se hace el planteamiento de la historia; el narrador, que al mismo tiempo es el protagonista, describe el contexto y los personajes, que en su mayoría son su familia. Del capítulo dos al capítulo cinco, el narrador continuó describiendo las condiciones en las que se encuentra su familia; es en el capítulo seis el que el niño se entera del motivo por el que sus padres marcaron distancia con su hermano. A partir del capítulo siete y hasta el dieciséis se habla de la forma en que el pequeño pudo asimilar el problema en el que se encontraba su hermano, así como la manera en la que debía enfrentar y actuar ante dicha situación. Del diecisiete al capítulo treinta y seis, se habla de cómo la enfermedad fue haciéndose notar en Ezequiel, de sus reacciones y cambios, así como de la forma en la que esto hizo que sus lazos con su pequeño hermano se hicieran más fuertes. Dentro de estos capítulos se mencionaron también las últimas actividades que los hermanos pudieron realizar juntos, entre las cuales destaca una petición que Ezequiel le hizo a su hermano, la cual consistía en que debía hacerse cargo de su mascota, un perro siberiano; dicha mascota lo había acompañado en el lapso más difícil de su vida, había sido su compañero y confidente fiel, en sus ojos encontraba una tranquilidad que nadie más le hacía sentir, una mirada pura, la única mirada que no contenía reproche alguno. Del capítulo treinta y siete

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