SIN TETAS NO HAY PARAISO
Master2014201416 de Mayo de 2014
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Una novela de Gustavo bolívar , Catalina, una niña de 14 años de edad ,ella decide seguir los pasos de sus amigas, que con implantes de silicona en los senos, consiguen novios "traquetos", nombre usualmente dado a los narcotraficantes o a personas involucradas con la mafia, que las mantienen económicamente para así pagar sus lujos y caprichos. A medida que la historia avanza se ve que catalina a pesar de que quiere algo de una mujer adulta (Siliconas) sique siendo una niña en las decisiones que toma y en la madures con que las afronta, en el capitulo 1º:”El tamaño es mas” comienza el fracaso o la frustración que le da el tener tetas pequeñas cuando Yesica le dice (Cita textual del libro) “¡Por las tetas! ¡El titi prefirió llevarse a Paola, porque usted las tiene muy pequeñas, parcera! Hay fue cuando ella en su mente de niña se da cuenta de que la única manera de conseguir prostituirse como ella quiere es tener las tetas de silicona (37 B), eso se marca en su corazón y mente como un tatuaje que solo se borraría cuando al fin tuviera sus tetas bien grandes para así complacer a los traquetos y a ella misma en los placeres y lujos de su peligrosa vida como prepago.
Claramente, los senos grandes no corresponden a un ideal de cuerpo exclusivo del mundo del narcotráfico; sin embargo, en Colombia, es reconocido como una característica típica de la cultura “traqueta”, identificada comúnmente con una estética regida por la extravagancia y el exceso, la cual se manifiesta en diversos aspectos, desde la arquitectura y el consumo suntuario, hasta el lenguaje y los ideales de cuerpo femenino. Estas tendencias pueden verse como manifestaciones de identidad de un grupo que, explicado por Liliana Ovalle, encuentra la cohesión en la práctica de una actividad violenta e ilegal que produce una enorme ganancia económica. La dinámica y la naturaleza ilegal del negocio del narcotráfico generan una permanente necesidad de ratificación de poder, que conlleva no solamente a la ostentación, sino también al reforzamiento de jerarquías verticales, especialmente con relación a la mujer.
De aquí se deriva un estereotipo femenino al que Ovalle se refiere con el término de 'Mujer trofeo'. Las 'mujeres trofeo' son aquellas quienes, debido a su belleza (de acuerdo con los estándares de la cultura traqueta), pueden ser exhibidas en espacios públicos como bienes lujosos. Son mujeres caras -por la ropa y los accesorios que visten, pero también por su precio, en el caso de las prostitutas- cuya posesión transmite poder y masculinidad. Las 'mujeres trofeo' normalmente no se involucran en el negocio del narco tráfico en sí, pero cumplen roles que implican actividad sexual, incluyendo el de esposa, y, por su rol suplementario (para completar la imagen traqueta) están expuestas a la dominación y diversos tipos de violencia.
A causa del poder económico y una autonomía forzada por la ilegalidad, la industria del naracotráfico en Colombia ha adquirido el estatus de institución, de autoridad, y desde esa posición ha producido procesos de normalización, que clasifican y controlan a los individuos, manipulando sus movimientos y gestos, para así dar forma a su economía en términos más generales. Desde esta perspectiva, la 'mujer trofeo' se convierte en mucho más que un simple estereotipo; puede ser vista como el producto de un proceso de normalización que crea un estándar de mujer bella/deseable (pechos grandes, cuerpo sensual), y define para ella, tanto un grupo de roles sociales (amante, novia, esposa) como tipos de individualidad (asociados al consumismo).
En Sin tetas no hay paraíso la figura de la 'mujer trofeo' y la contradictoria dinámica de esta normalización es clara desde un comienzo. En una de las primeras escenas, Catalina y dos de sus amigas, las cuales ya tienen sus
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