Todos los lugares en los que me enamoré
Urit RMTrabajo11 de Septiembre de 2023
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Todos los lugares en los que me enamoré
Küri Mera
No conozco mujer más lista que tu - me dijo mi mamá cuando miró mi título de licenciada– muchas gracias, mami. – le respondí de manera espontánea. Pero yo sabía muy bien que no era tan lista. Alguien como yo no podría ser tan lista como para no encontrar marido. Rayos, pensé, que tan difícil puede ser encontrar a alguien con quien formar una pareja ideal. Mi hermana se había casado hacía siete años con su primer novio. Mi madre tuvo la misma suerte, se casó con el amor de su vida a los 20 años y fue su novio desde los 14. ¿imaginas un noviazgo tan precoz? Yo a los 14 veía animes y compraba comics de los Simpson. Pero, la idea de “relación” había cambiado. No era el mismo concepto que llevó a mi madre a casarse a la forma “antigua” diría ella. En ese tiempo lo más que aspirabas es regresar a tu casa a pedir las disculpas con tu nuevo marido, y que éste sea bien recibido en la casa de los suegros. Ni la idea de mi hermana quien se casó vestida de color hueso porque el blanco no se veía bien, salió de la iglesia en una tarde de mayo con la nostalgia que se casaría por bienes separados, porque su marido, quien está justo a un lado de ella, amenazó con cancelar al boda si ella insistía en casarse por bienes mancomunado. Y entonces estaba yo. Que lista e inteligente, ¿porqué no te buscas un novio? La idea de mi madre, mi padre, mis familiares… pero no de mis amigos, conocidos y colegas. No la idea en mi mente. ¿cómo puedo casarme con alguien y creer que es mi media naranja? Banales cosas son esas. Hay cosas más interesantes en que enfocar mi mente y m vida. El amor es algo más que pasar tu vida a alguien que, un día se engañará, y que amenazará con dejar todo. Como alguna vez leí – mi carrera profesional no se levantará un día y me dirá que ya no me ama- pero ¿yo amaré en todas mis versiones? ¿rota y sobrevalorada? ¿cansada y jocosa? ¿deprimida y valiente? ¿suficiente e insuficiente? No lo sabía. No tenía respuestas. Solo sabía que había cumplido mi objetivo, pero ahora ¿cuál era el siguiente objetivo a cumplir? No había razón para seguir.
Salí del examen doctoral como cuando sales una clase que te ha dejado pensando en el resultados del experimento. Mi familia no asistió. Yo insistí, ¿para que pierdes tu tiempo yendo cuando tienes cosas más importantes qué hacer? Obviamente, yo no era tan importante, o más bien, consideré que un examen doctoral lo hace cualquiera. Normalización de la situación. Todos pueden obtener un titulo si así lo desean. La normalización de la situación nos genera una simple sensación, simplificamos los hechos y los reconocemos como comunitarios. Pero en verdad no lo son. Son el resultado de múltiples esfuerzos, de un sinfín de configuraciones cognitivas y metacognitivas. Es el resultado de hábitos y acciones constantes. Es el resultado de un cúmulo de emociones, y algunas de ellas no son gratas. La ansiedad por las noches, el llanto por las mañanas, la ira en los recorridos, la alegría en los viajes en transporte, la esperanza en la visita a los panteones. Todo eso lo normalizamos y al final, no nos queda nada más que un día sin recordad. Recuerdo que fue en diciembre, pero no te puedo decir la fecha exacta. Tampoco recuerdo la hora ni el tiempo que duró. Solo recuerdo que salí pensando “¿ahora a dónde voy a comer?”.
Transcurrió el día y las horas pasaron hasta que llegué casa. Ocho horas de viaje en autobús y una espera de dos horas en la central habían hecho de mis intestinos una cumulo de excremento. Inflamados y adoloridos. Cansada de estar sentada y oliendo olores humanos en un autobús sin aire acondicionado. Baños sucios y bueno… recordando cómo sería la vida de la muchacha del asiento de un lado, cargando un bebé y al lado de ellas, una mujer, supongo que era su tía o prima porque había confianza de la buena pero no tanto cariño entre hija y madre. Reflexioné que ellas, quizá de alguna u otra manera, también pensaban en la normalización de las situaciones. Era normal viajar con un bebé en brazos. Porque todos pueden hacerlo. Después continué jugando en la Tablet y pensé -¿será que estoy pendiendo mi tiempo jugando cuando puedo leer un libro, o hacer conversación, aprender un idioma o algo más que jugar?- Ulises me había puesto ese reto. Una tarde cuando me llevaba a la casa preguntó ¿qué haces en ese tiempo? Y yo no supe que contestar. Me intrigó y me sentí tonta. Una más del montón que se somete a los juegos de la virtualidad.
Aquella noche habíamos ido a pasear al centro de Querétaro. Me incitó a sus clases de bailes por que no tenía pareja con quién practicar sus pasos fabulosos de baile. Pasó por mí a la casa, en una camioneta blanca Mitzubishi. Cuando la miré por la ventana dije -que perrona está su camioneta, quiero una como esa- me subí y me dio las buenas tardes. Ya me había dado los buenos días en un mensaje de “Hola, buenos días” acompañado de una fotografía de flores violetas que tomó camino a la universidad. Era algo especial. Sin duda, me agradable el hecho de gustarle a alguien. Ser importante y atento conmigo me hacía sentir especial. Nos fuimos y en el recorrido, le pregunté qué había hecho el fin de semana, hubo un silencio comenzó - Sabes, esta es una avenida que regularmente está muy congestionada a esta hora, la mayoría de las personas sale de trabajar, y una gran parte de las personas que trabajan en Juriquilla y alrededores proviene de la zona centro de Querétaro. ¿No es interesante cómo se ha urbanizado la zona de una manera desmedida? Imagina que un montón de gente proviene del DF, bueno, ciudad de México. La mayoría se viene de allá después del temblor del 11. Y entonces, se comenzó a poblar de manera acelerada. El gobierno no supo qué hacer con cantos asentamientos, tantas casas a los alrededores, y qué hablar de los servicios. La mayoría de las casas están ubicadas en las zonas altas, porque el abastecimiento del agua es escaso y resulta un problema grave para algunas colonias que, como consecuencia, afecta a las demás zonas que antes no tenían ese problema. Pero nadie se quiere salir de la zona centro de Qro. Todos desean estar ahí amontonados, cuando en verdad hay otras zonas en la que pueden comprar o construir sus casas, pero no lo quieren hacer. Les gusta estar así. Y esto tiene como consecuencia una sobrepoblación en la zona centro. Y una deplorable vista a los alrededores. No vez más que fábricas y grandes centros industriales, pero no ves zonas habitacionales.
- ¿quién quedría irse a vivir a un lado de una empresa que hecho polvo todo el día? Donde no hay tiendas ni transporte. Como aquí donde vivimos.
Me miró y dijo – las cosas tienen que ser así, algunos tienen la fortuna de poder vivir en zonas urbanizadas, y otros tendrán que sufrir vivir lejos de la zona centro. Si tienes 100 personas viviendo en una zona donde solo pueden vivir 50. La idea lógica sería que 50 se queden a vivir en el lugar donde pueden vivir 50 personas y las otras 50 tendrán que buscar una buena zona en donde poder vivir. No te conviene tener 100 personas molestas cuando solo podrías tener 50.
Tenía sentido su punto de vista. Pero era algo cruel. Sacrificar 50 gallinas para que las otras 50 vivan de manera cómoda, te asegura que tendrás, al menos 40 huevos todos los días. Pero si tienes las 100, tendrás que alimentar a todas y no tendrás más que 40 huevos también. Entonces, ¿cuál es el objetivo de conservar las 50 que están sobrepoblando la zona? No hay motivo. Lógica. Pero, quizá tenía razón. Después buscó música. Me gustaba intercambiar música con él. Tenía un montón de cosas que enseñarme. Me mostró el mundo desde otra mirada que no había visto. Y ahí estaba yo. En la camionera de un completo desconocido con quien intercambié mensajes un día de enero cuando, consiguiendo su número, le pregunté ¿cómo se llama la canción que me comentaste hoy? Mientras acompañaba a la amiga de mi amiga a ver a su amante jugar un partido de futbol, con una jarra de clericot encima y, nada que perder más que la dignidad de no recibir una respuesta clara. el primer paso yo lo había dado, y que más daba si había un resultado favorable o negativo.
Ahí comenzó la aventura y, después desapareció. Al parecer era importante pero no lo tanto como para esperar algo realmente serio de mí. Me agradaba la idea de estar a su lado, pero no la idea de vivir en Qro. Aunque era una ciudad bonita, no me veía asentando mi vida en esa colonia. Miraría hasta al final. Diría alguien más – tope lo que tope y en lo que tope-
No había mucho que decir, realmente yo hablaba poco porque así soy. Mi garganta se casa de tanto hablar. No sé como explicarlo, pero algo pasa y me duele la garganta de hablar. Quizá tengo que decodificarlo. No lo sé, pero fueron las consecuencias de la Influenza h1n1 que azotó a México en el 11 o 12. No recuerdo bien. Solo recuerdo a Santoscoy. Mi profesor de coctelería. Al cual amé en secreto y admiré con extrañación.
No había mucho que decir, había sido un viaje largo y mi familia me esperaba fuera de la central. Mamá iba molesta porque no quería cerrar la tienda, papá iba molesto porque mamá no quiso pasar a comer tacos. Ahora pienso ¿quién en sano juicio desprecia unos tacos? Mamá es extraña. Pero al menos ya había llegado. Comimos en la casa y dormí hasta tarde.
Miraba la película de una familia que no podía tener hijos, pero un día el marido se enteró que su amante tendría un hijo de él, y él le pidió abortar. La vida es así, no es bajo qué condiciones la vivas o con qué carencias las vivas, sino las personas con quien la vives. Y entonces, recibí un mensaje. Era él de nuevo. Mi fantasma. El mansaje se leía “puedes salir”. Esos mensajes me generaban conflicto, ¿era pregunta o afirmación? Lo tomé como un 50 y 50 y salí. Abrí con cuidado la puerta de la casa, crucé el patio trasero con la compañía de mi perro. Llegué a la bodega de la esquina y subí la escalera para llegar al techo. Crucé la azotea, recorrí el borde de la barda con cuidado y llegué al lugar de nuestro encuentro. Estaba ahí, bajo el árbol de pirul. Bajé con cuidado al cajón de la camioneta. Me ofreció un cigarro y dije que no. Recordó que no fumaba y me ofreció un trago de volt. Tomé y lo regresé. Me dio un chocolate envuelto en una servilleta – ten por tu examen, ¿cómo te fue? –
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