Trabajo escrito de la Manuela
zack9876Documentos de Investigación16 de Octubre de 2018
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1. Biografía del autor.
José Eugenio Díaz Castro (Soacha, 5 de septiembre de 1803-Bogotá, 11 de abril de 1865) fue un escritor costumbrista, célebre por su novela Manuela, considerada en su época la novela nacional y una de las iniciadoras del género costumbrista en Colombia.
Hijo legítimo de José Antonio Díaz y Andrea de Castro, fue una bendición de la madre pues ella no quería tener hijos. Después del nacimiento fue bautizado el 8 de septiembre de 1803, por Fray Silvestre Polanco, cura doctrinero, y sus padrinos fueron el escritor José Joaquín Ortiz y Josefa Díaz, según consta en el libro 10 de bautismos del Archivo Parroquial de Soacha. Recibió sus primeras enseñanzas de Casimiro Espinel y después pasó al Colegio de San Bartolomé. Sin embargo, debido a una afección al pecho y a las secuelas de un accidente sufrido al caer de un caballo; cuando iba a visitar a su familia, Díaz Castro tuvo que retirarse del colegio y continuar sus lecturas y estudios por su cuenta, en la hacienda Puerta Grande, propiedad de sus padres.
Para subsistir, se dedicó a las labores del campo, algunas veces como propietario y en otras, como mayordomo en tierras calientes y frías de Colombia y en 1848 dirigió un negocio de prensas de tabaco en Ambalema Se dedicó también al periodismo. Fundó con José María Vergara y José Manuel Marroquín el periódico El Mosaico y colaboró en publicaciones como El Bogotano y Biblioteca de señoritas. Publicó muchos artículos costumbristas a lo largo de su vida.
Murió el 11 de abril de 1865, en Bogotá.
Obras importantes: Manuela: es una de las novelas costumbristas más importante del mundo.
1.1 Información Personal.
Nacimiento: 5 de septiembre de 1803, Soacha, Virreinato de Nueva Granada, Imperio Español.
Fallecimiento: 11 de abril de 1865, Bogotá, Estados Unidos de Colombia.
Nacionalidad: Colombiana.
Ocupación: escritor, periodista.
Movimiento: costumbrismo.
Género: novela.
2. Marco Histórico de la obra.
De forma similar a como sucedió en muchos países hispanoamericanos, la colonización del interior junto con el abanderamiento del credo liberal de Colombia se intensificaron enormemente después del medio siglo. Las élites locales generacionalmente más jóvenes, de tendencia especialmente liberal, creyeron llegado el momento de consolidar y modernizar definitivamente el Estado-nación. Al igual que había sucedido en Chile y Perú (Palacios and Safford 2002: 80-81), la débil y joven élite liberal, que fue la que lideró este proceso de consolidación, había buscado atraerse a los sectores populares, especialmente el artesanado, para poder reforzar sus posibilidades de alcanzar el poder político del Estado-nación. Entre 1848 y 1850 aproximadamente, la joven generación de la élite liberal comenzó a cortejar y, luego, a formar políticamente a los sectores subalternos que se habían organizado en las Sociedades Democráticas. Les prometían que si llegaban al poder realizarían una serie de reformas democráticas que coincidían en muchos aspectos con las expectativas populares, insatisfechas desde la fundación de la república. La posibilidad de una apertura democrática entusiasmó a los sectores populares, que en poco tiempo fundaron más de un centenar de sociedades democráticas a lo ancho y largo del país entre 1849 y 1852 (Sowell 87). Los sectores populares organizados en las Sociedades Democráticas llevaron efectivamente la élite liberal al poder en el 49 y la sostuvieron como soldados desde La Guardia Nacional durante la guerra civil del 51 en la que los conservadores pretendieron derribar el primer gobierno liberal. En este proceso no fueron simple carne de cañón, sino sujetos que lucharon a cambio de ver realizadas por el gobierno liberal múltiples reivindicaciones democráticas, como la libertad de la esclavitud, la abolición del estanco al tabaco y al aguardiente, la abolición de los diezmos, la supresión de la pena de muerte, del impuesto indirecto, de la prisión por deudas, el sufragio universal, el derecho a la tierra, enmarcados toda esta serie de cambios en los abstractos pero significativos lemas de la revolución francesa.10 Sin embargo, en la medida en que la élite liberal empezó a gobernar, se dividió entre moderados (Draconianos) y radicales (Gólgotas) a causa de diferencias culturales e intereses económicos, resquebrándose al mismo tiempo la alianza con los sectores populares. Los moderados, conformados especialmente por militares, la generación mayor y sectores populares de artesanos, no estaban de acuerdo con la propuesta del ala radical de instituir una libertad de comercio absoluta y de eliminar drásticamente las tarifas aduaneras, reducir el ejército y el ejecutivo y desamortizar los bienes de la Iglesia. Por supuesto la libertad total de comercio y la eliminación de las tarifas de aduana afectaban directamente los intereses económicos del artesanado, que organizado especialmente en la Democrática de Bogotá ejerció una influencia clave en el movimiento popular nacional. Ya desde el 53 el coqueteo democrático de la élite liberal con los sectores subalternos venía convirtiéndose en cosa del pasado, y el fantasma de una revuelta popular se sentía en el ambiente. Sus temores se cumplieron cuando ya exasperados por lo que consideraban la traición de los jóvenes radicales, los artesanos de la Sociedad Democrática y la Guardia Nacional se aliaron con los draconianos y lideraron el golpe de estado que en abril de 1854 instauraba el gobierno revolucionario del general José María Melo. La reacción de los radicales fue aliarse con la élite conservadora para bloquear las transformaciones sociales que demandaban los sectores subalternos. Unida en un frente militar bipartidista, la élite retomó el poder a escasos ocho meses de vida del gobierno revolucionario popular y nombró un gobierno bipartidista bajo un vicepresidente conservador al que le seguiría otro, el de Mariano Ospina, el principal cuadro ideológico y político del partido conservador. Este bloque bipartidista localizado en el polo derecho del campo político logró desarticular las demandas y aspiraciones populares de igualdad social y participación política en el momento cumbre de su movimiento de ascendencia (1854). Después de esta fecha, el fantasma de la insurgencia popular se instalaría en el trasfondo del imaginario de la élite liberal, tal como lo representa la prosa de la contrainsurgencia presente en Manuela12. Como parte integral de este giro general del conjunto de las élites hacia la derecha del campo político puede leerse la emergencia entre 1858 y 1872 de la tertulia, la imprenta y el periódico El Mosaico. La política cultural de éste será objeto de análisis a continuación dado que dominó el campo cultural de la ciudad letrada de la época, siendo por lo tanto fundamental en el proceso que desplazó a Manuela a la periferia del canon.
3. Cronología.
Un rápido repaso de la cronología de Manuela, nos indica que la novela se empezó a publicar por primera vez en 1858, a través de entregas que aparecían como folletines del periódico El Mosaico, fundado ese mismo año por iniciativa del mismo E. Díaz y de su amigo y escritor José María Vergara y Vergara, quienes con su publicación buscaban fomentar los primeros pasos de una producción literaria nacional que por aquel entonces empezaba a dar sus primeros frutos en el ámbito novelístico. Sin embargo, la felicidad no fue completa para su autor, ya que en el mes de abril de 1859 la novela fue sacada de circulación debido a que se presentaron ciertos desacuerdos entre el autor y los colaboradores y editores del periódico que al final impidieron que se completara la impresión total de la novela. En esa ocasión la novela fue presentada al público por medio de un prólogo escrito por Vergara y Vergara, en el que se resaltaban las cualidades novelísticas que poseía su autor y se dejaba claro cuáles habían sido las intenciones que llevaron al autor a escribir la novela, reclamando para Manuela el título de la primera novela nacional que se había escrito en la Nueva Granada. Título nada despreciable, pero insuficiente, pues este mérito no pudo detener el hecho de que se acusara al autor de tener deficiencias en su estilo de escritura y, por lo tanto, se considerara que la novela no cumplía con las expectativas esperadas. Por ese motivo, el público tuvo que esperar casi diez años para que en 1866 pudiera salir a la luz una versión completa de la obra. Esta hizo parte de la antología Museo de Cuadros de costumbres y variedades que fue auspiciada por el mismo José María Vergara y Vergara, quien a pesar de haber tenido que sacar la novela de circulación como editor del Mosaico nunca perdió el interés por la obra, presentándose en todo momento como mecenas y defensor del valor que poseía E. Díaz cómo escritor nacional y obrero de una tradición que no demoraría en madurar los frutos de su tierra. A pesar de este intento, sólo fue hasta el año de 1889, cuando se pudo ver una edición independiente de Manuela. Esta se realizó en París por empresa de la casa editorial Garnier Hermanos y contó con la colaboración de Salvador Camacho Roldan, otro viejo compañero de E. Díaz, que se encargó de escribir como un merecido homenaje, un importante prólogo, en el que rescataba el valor cultural y documental que tiene la novela para la historia de la literatura nacional y en general para el país, ya que la literatura ha sido considerada por muchos como la expresión más perceptible de la complejidad social y cultural que pueda tener un pueblo. De ahí para adelante, la novela ha sido publicada varias veces por editoriales nacionales y ha contado con prólogos
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