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Tratado Quinto Como Lázaro Se Asentó Con Un Buldero, Y De Las Cosas Que Con él Pasó


Enviado por   •  5 de Febrero de 2013  •  4.367 Palabras (18 Páginas)  •  648 Visitas

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Como Lázaro se asentó con un buldero, y de las cosas que con él pasó

En el quinto por mi ventura di, que fue un buldero, el mas desenvuelto y desvergonzado y el mayor echador dellas que jamás yo ví ni ver espero ni pienso que nadie vió; porque tenia y buscaba modos y maneras y muy sotiles invenciones.

En entrando en los lugares do habían de presentar la bula, primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas, no tampoco de mucho valor ni substancia: una lechuga murciana, si era por el tiempo, un par de limas o naranjas, un melocotón, un par de duraznos, cada sendas peras verdiniales. Ansí procuraba tenerlos propicios porque favoreciesen su negocio y llamasen sus feligreses a tomar la bula. Ofreciendosele a él las gracias, informabase de la suficiencia dellos. Si decían que entendían, no hablaba palabra en latín por no dar tropezón; mas aprovechabase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltisima lengua. Y si sabia que los dichos clérigos eran de los reverendos, digo que más con dineros que con letras y con reverendas se ordena, haciase entre ellos un Santo Tomas y hablaba dos horas en latín: a lo menos, que lo parecía aunque no lo era.

Cuando por bien no le tomaban las bulas, buscaba como por mal se las tomasen, y para aquello hacia molestias al pueblo e otras veces con mañosos artificios. Y porque todos los que le veía hacer seria largo de contar, diré uno muy sotil y donoso, con el cual probare bien su suficiencia.

En un lugar de la Sagra de Toledo había predicado dos o tres días, haciendo sus acostumbradas diligencias, y no le habían tomado bula, ni a mi ver tenían intención de se la tomar. Estaba dado al diablo con aquello y, pensando que hacer, se acordó de convidar al pueblo, para otro día de mañana despedir la bula.

Y esa noche, después de cenar, pusieronse a jugar la colación el y el alguacil, y sobre el juego vinieron a reñir y a haber malas palabras. Él llamó al alguacil ladrón, y el otro a él falsario.

Sobre esto, el señor comisario mi señor tomo un lanzón que en el portal do jugaban estaba. El aguacil puso mano a su espada, que en la cinta tenia. Al ruido y voces y que todos dimos, acuden los huéspedes y vecinos y metense en medio, y ellos muy enojados procurandose desembarazar de los que en medio estaban, para se matar. Mas como la gente al gran ruido cargase y la casa estuviese llena della, viendo que no podían afrentarse con las armas, decianse palabras injuriosas, entre las cuales el alguacil dijo a mi amo que era falsario y las bulas que predicaba que eran falsas.

Finalmente, que los del pueblo, viendo que no bastaban a ponellos en paz, acordaron de llevar el alguacil de la posada a otra parte.

Y así quedo mi amo muy enojado; y después que los huéspedes y vecinos le hubieron rogado que perdiese el enojo y se fuese a dormir, se fue, y así nos echamos todos.

La mañana venida, mi amo se fue a la iglesia y mando taner a misa y al sermón para despedir la bula. Y el pueblo se junto, el cual andaba murmurando de las bulas, diciendo como eran falsas y que el mesmo alguacil rinendo lo había descubierto; de manera que tras que tenían mala gana de tomalla, con aquello de todo la aborrecieron.

El señor comisario se subió al púlpito y comienza su sermón, y a animar la gente a que no quedasen sin tanto bien e indulgencia como la santa bula traía. Estando en lo mejor del sermón, entra por la puerta de la iglesia el alguacil y, desque hizo oración, levantose y con voz alta y pausada cuerdamente comenzó a decir:

"Buenos hombres, oidme una palabra, que después oiréis a quien quisieredes. Yo vine aquí con este echacuervos que os predica, el cual engaño y dijo que le favoreciese en este negocio y que partiríamos la ganancia. Y agora, visto el daño que haría a mi conciencia y a vuestras haciendas, arrepentido de lo hecho, os declaro claramente que las bulas que predica son falsas, y que no le creáis ni las toméis, y que yo no soy parte en ellas, y que desde agora dejo la vara y doy con ella en el suelo; y si algún tiempo este fuere castigado por la falsedad, que vosotros me seáis testigos como yo no soy con él ni le doy a ello ayuda, antes os desengaño y declaro su maldad."

Y acabo su razonamiento. Algunos hombres honrados que allí estaban se quisieron levantar y echar el alguacil fuera de la iglesia, por evitar escandalo. Mas mi amo les fue a la mano y mando a todos que so pena de excomunión no le estorbasen, mas que le dejasen decir todo lo que quisiese. Y ansí, el también tuvo silencio, mientras el alguacil dijo todo lo que he dicho.

Como callo, mi amo le pregunto, si quería decir mas, que lo dijese. El alguacil dijo:

"Harto hay mas que decir de vos y de vuestra falsedad, mas por agora basta."

El señor comisario se hinco de rodillas en el púlpito y, puestas las manos y mirando al cielo, dijo ansí:

"Señor Dios, a quien ninguna cosa es escondida, antes todas manifiestas, y a quien nada es imposible, antes todo posible, tu sabes la verdad y cuan injustamente yo soy afrentado. En lo que a mi toca, yo lo perdono porque Tú, Señor, me perdones. No mires a aquel que no sabe lo que hace ni dice; mas la injuria a ti hecha, te suplico, y por justicia te pido, no disimules; porque alguno que esta aquí, que por ventura pensó tomar aquesta santa bula, dando crédito a las falsas palabras de aquel hombre, lo dejara de hacer. Y pues es tanto perjuicio del prójimo, te suplico yo, Señor, no lo disimules, mas luego muestra aquí milagro, y sea desta manera: que si es verdad lo que aquel dice y que traigo maldad y falsedad, este púlpito se hunda conmigo y meta siete estados debajo de tierra, do el ni yo jamas parezcamos. Y si es verdad lo que yo digo y aquel, persuadido del demonio, por quitar y privar a los que están presentes de tan gran bien, dice maldad, también sea castigado y de todos conocida su malicia."

Apenas había acabado su oración el devoto señor mío, cuando el negro alguacil cae de su estado y da tan gran golpe en el suelo que la iglesia toda hizo resonar, y comenzó a bramar y echar espumajos por la boca y torcella, y hacer visajes con el gesto, dando de pie y de mano, revolviendose por aquel suelo a una parte y a otra. El estruendo y voces de la gente era tan grande, que no se oían unos a otros. Algunos estaban espantados y temerosos. Unos decían:

"El Señor le socorra y valga."Otros:

"Bien se le emplea, pues levantaba tan falso testimonio."

Finalmente, algunos que allí estaban, y a mi parecer no sin harto temor, se llegaron y le trabaron de los brazos, con

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