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Renacimiento

Carola MeshlerApuntes1 de Octubre de 2021

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El Renacimiento

Nuestro objetivo es presentar a la modernidad como una etapa de la evolución de la historia del pensamiento que deviene al Renacimiento. En este último, surgen las bases, las primeras intuiciones e ideas de un modo de pensar distinto al período medieval, las cuales, luego maduraran adentrado ya el siglo XVI de nuestra era.

 Al poder distinguir una época de otra o, es decir, si podemos concebirlas como que una deviene después de la otra, entonces debemos aceptar la existencia de “algo” que permite que delimitemos a una época de su anterior y de su posterior.  Ello es, para llamarlo de alguna manera,  un “suelo común” que subyace a la diversidad de autores que se enmarcan en dicho período.

El Renacimiento surge y se desarrolla en los siglos XV y XVI,  como un movimiento artístico, intelectual y social determinado por varios factores. Su lugar físico, se sitúa en ciudades italianas y en algunos Países Bajos. Dicho movimiento, fue beneficiado con la expansión del comercio de algunas ciudades latinas, y países como Portugal. No debemos olvidar el descubrimiento de América, con el objetivo de ampliar el espectro de rutas comerciales a las Indias, al continente asiático y africano. En el ámbito de la religión, la reforma protestante (siglo XV) donde un monje docto católico, Martín Lutero, denuncia públicamente los excesos de la iglesia y propone la libre interpretación de la Biblia realizando él mismo una traducción directa de la Biblia del Griego al Alemán, con lo cual se hacen patentes otras anomalías a nivel conceptual por parte de la Iglesia católica. Otro factor importante y decisivo para las ideas renacentistas fue la invención de la imprenta por Gutemberg. Debemos destacar que ello fue de gran ayuda para la labor de Lutero, pues esta nueva máquina permitió la impresión de panfletos con carácter de denuncia que serían pegados en las puertas de las iglesias y de los centros de poder. Pero el gran aporte a la humanidad de esta nueva máquina, fue la desconfiscación del saber de las instituciones religiosas. Antes de la imprenta, los libros eran  producidos, traducidos y editados por los monjes en los monasterios. Después de la imprenta, los autores, independientes o no alineados a las directrices de la iglesia, podían escribir, editar, y ser leídos por un público más amplio que el eclesiástico.

Ahora bien, después de haber señalado algunas cuestiones relacionadas al contexto dirijámonos al ámbito de las ideas propiamente dicho. Los vientos que soplan en el renacimiento anuncian tiempos de ruptura, pero ¿con qué o con quién? Para ello, vamos a situarnos en dos aspectos para poder dar cuenta de la ruptura: A) su aspecto Cosmológico y B) su aspecto Antropológico

Antes de comenzar a hablar sobre ambos debemos señalar una peculiaridad de los autores renacentistas como: Nicolas de Cusa, Pico de la Mirandolla; Marcelo Ficino; Giordano Bruno, Michel Montagne, Erasmo de Rotterdam, Maquiavelo, Campanella. Todos ellos realizan sus aportes, ya sean críticas, ya sean nuevas nociones de Cosmos u Hombre desde la especulación, desde la actividad del “concebir” basando sus convicciones más bien en una refutación o necesidad lógica antes que en una física matemática, como se puede ver a partir de Galileo. A pesar de que se intenta refutar a Aristóteles, el método para hacerlo sigue siendo el mismo, la Lógica.

Con respecto a (A) el Renacimiento rompe con la edad media pero principalmente con los peripatéticos (aristotélicos) y el universo ptolemaico.

El universo ptolemaico, como hemos visto brevemente en las clases sobre la Metafísica Aristotélica, se constituye poniendo a la tierra (ámbito de la generación y de la corrupción) como centro del universo y, luego, a los demás planetas conocidos girando en órbitas perfectas y regulares alrededor del centro terrestre; más allá de la última órbita se encuentra el motor inmóvil, aquel que mueve sin ser movido. Después de la confluencia con la tradición judeo-cristiana, Dios, el motor inmóvil, es el que crea sin ser creado por amor.

A pesar de que la religión es el norte que guía las discusiones en el medioevo, los argumentos que se discuten son argumentos aristotélicos y racionales, que buscan dar cuenta de una causalidad rigurosa como sustento del universo y, por supuesto, de la teología.

Con respecto a (B) otro autor también contribuye con sus ideas al concebir antropológicamente diferente la naturaleza humana. Ese autor es Pico de la Mirándolla. Llama al Hombre “Contemplador del Universo”; “Cópula entre la criaturas inferiores y superiores”; “Centro del mundo”; “Artífice de sí mismo”; “Camaleón”. Hablando de la creación divina dice: “Pero, consumada la obra, deseaba el artífice que hubiese alguien que comprendiera la razón de una obra tan grande, amara su belleza y admirara la vastedad inmensa. Por ello, cumplido ya todo (como Moises y Timeo lo testimonian) pensó por último en producir al hombre[1].

Y continúa… “Estableció por lo tanto el óptimo artífice que aquél a quien no podía dotar de nada propio le fuese común todo cuanto le había sido dado separadamente a los otros. Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida y, habiéndolo puesto en el centro del mundo, le hablo de esta manera: … No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal  ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo te informases y plasmases en la obra que prefirieses[2]”.

En ello consiste la dignidad del hombre, “!Oh suma libertad de Dios padre, oh suma y admirable suerte del hombre al cual le ha sido concedido el obtener lo que desee, ser lo que quiera![3]

De esta última noción de Hombre  también se derivan consecuencias funestas para la época: “El hombre  no hace porque es sino que es porque se hace”. “La esencia deviene a su Hacer”, no tiene una naturaleza fija sino que puede evolucionar. En el mundo medieval, Dios creó y asignó un lugar a cada ser, lo cual determina su fijeza; Pico consagra al hombre como centro de la creación por ser él el que puede ser lo que quiera y poseer en potencia  la posibilidad de ser todas las cosas.

Una vez desarrollado estos dos aspectos del Renacimiento como ruptura con la tradición, señalaremos algunas ideas básicas, de la época. Valga la aclaración, de que esto no significa que las posturas de los distintos autores de aquel período coincidan de manera sistemática al nivel del pensamiento sino, en todo caso, ello se refiere a que existe cierta manera de pensar la relación entre el hombre y el mundo, una preferencia por determinados valores. Todos coinciden en un cierta manera de ver el mundo (“figura del Mundo”), es decir, cómo se configura este ante el mundo.

Otra aclaración para tener en cuenta es que, el cambio el ocaso de un mundo y el surgimiento del venidero no es algo que se da de manera terminante de un día para el otro; el devenir es paulatino, es un proceso.

En este paso de una visión del mundo medieval a la renacentista, y posteriormente a la moderna, podemos señalar algunas ideas[4] donde se expresa con mayor evidencia y vehemencia los sentidos que se disuelven, caducan y se resinifican en nuevas significaciones.

  1. LA PERDIDA DEL CENTRO: Un pensador renacentista como Nicolás de Cusa, sostiene que es innecesaria la separación en entre el mundo das esferas celestes y el mundo sublunar, concibiendo como algo exclusivo de este último la corrupción y la generación de todo ente. En otros términos, el cambio y el movimiento no está limitado solamente a la tierra sino que es algo pertinente a todo lo existente. Por lo tanto, debemos pensar que existe un misma ley que explica todo lo que sucede en el universo sin importar las distinciones y jerarquías que el Cosmos admita. El universo es para este filósofo del siglo xv un explicación de Dios. “El Universo es un esfera  cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguno.

Copernico, realiza su revolución cosmológica desde el cálculo matemático destronando el modelo ptolemaico e ideando en su lugar un modelo de universo donde el sol es el centro del universo y la tierra un planeta más de nuestro sistema solar.

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