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20 mil leguas de viaje submarino - Julio Verne

Moises_Vela23 de Noviembre de 2013

13.345 Palabras (54 Páginas)1.596 Visitas

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Título:

20,000 leguas de viaje submarino

Autor:

Julio Verne

Lugar y Fecha de publicación:

Francia, 20 de marzo de 1869

Editor:

Pierre Jules Hetzel

Traductor:

Vicente Guimerá

Prefacio

Obra mundialmente conocida, de lectura muy agradable e interesante, además de obligada, 20,000

leguas de viaje submarino, escrita por Julio Verne, escritor francés, simplemente es un libro que no puede

faltar en el estante.

La novela inicia con Pierre (Pedro) Aronnax, reconocido biólogo de la época (s. XIX), es llamado a

formar parte de la tripulación del Abraham Lincoln, un barco de guerra muy bien pertrechado, tanto al ataque

como a la defensa, tiene la misión de buscar y dar muerte por todos los mares de la tierra a un “animal”

(semejante a un cetáceo) que tiene aterrorizada a la comunidad mundial, dado que el mismo ha hundido

barcos con el sólo hecho de tocarlos. En el navío iba Ned Land, un experimentado arponero, justamente para

cazar al narval. Tardaron meses para encontrarlo, hasta que por fin dieron con él, en los mares japoneses. Tras

una persecución durante horas, Ned logra tirar el arpón al narval, siendo en vano el intento, aunque dio en el

blanco. Luego enfilaron los cañones y comenzó la refriega. De los muchos tiros perpetrados, sólo dio uno, pero

éste basto para darse cuenta de que no era un cetáceo: solo hundió un poco la parte frontal. Como respuesta,

el narval golpea al Lincoln y caen al agua. Estando muy lejos de su barco, Ned, Pierre y su fiel e incondicional

sirviente Conseil (Consejo), nadan a la deriva y, tras una larga jornada nadando y a punto de desvanecerse,

logran dar con el cetáceo con Ned en su cubierta. Pierre toca su superficie y es notoriamente metálica,

tocando fuerte la misma, ya el narval se hundía y se detuvo. Los tres ven abrirse una puerta al interior de este

y entran llenos de la curiosidad. Adentro fueron arraigados en una pequeña celda por hombres que

controlaban el cetáceo (si, hombres). Tardaron unos días para que el capitán les hablara, ya que se entrevistó

con ellos como si no los entendiera, pero por fin se presentó: el capitán se llamaba Nemo y estaban a bordo

del Nautilus, el submarino.

Familiarizándose con los nuevos huéspedes, sobre todo con Pierre, el capitán Nemo comienza a

recorrer el mundo bajo el mar, mostrándoles las maravillas y los peligros que aguardan las aguas y el Nautilus;

desde coloridos bosques marinos, grandes extensiones de coral, pasadizos secretos entre mares que

parecieran estar distantes, el cementerio donde el capitán entierra a sus tripulación cuando fallece, la ciudad

mítica y origen del debate y encono; la existencia de la ciudad perdida, La Atlántida; criaturas gigantescas

como Ostras y pulpos enormes, que pusieron en peligro el Nautilus; también el condición extrema en donde

sobrevivieron a los hielos Antárticos, quedando atrapados sin prácticamente el vital oxígeno, son el cúmulo de

aventuras y sentimientos que se pueden vivir con esta excelente novela.

Alrededor de sus obras existe un intenso debate sobre la visión de este escritor en futuros avances

tecnológicos. Por ejemplo la obra que se trata, describe perfectamente a un submarino, en esa época (sig. XIX)

era inverosímil pensar en dicho aparato, más sin embargo lo describe y es muy equiparable a los submarinos

actuales.

El gran escollo

Iniciamos con Pedro Aronnax, reconocido biólogo francés, quien recapitula los avistamientos, desde

que tenía luces que mucho fulgor hasta la extrema y fácil (para esa época) movilidad que presentaba y los

desastres que ha causado el monstruo del mar, muy similar a un cetáceo, haciendo énfasis en el navío

hundido por este, el Scotia embestido por la parte inferior, provocándole daños, pero dada su resistencia, con

suerte llegó a un muelle relativamente cercano. Este hecho provocó inquietud y expectación en la comunidad

mundial, indicando que el monstruo de los mares se había adueñado del terreno marítimo.

El pro y el contra

Pierre Aronnax regresaba de Nebraska, E.U., como profesor suplente, partiendo a Nueva York para dar

a conocer su publicación Los misterios de las grandes profundidades submarinas. Al llegar, el asunto del Scotia

era el tema de debate público, atendiendo a las hipótesis que estaban puestas sobre la mesa: uno, que en

realidad era un cetáceo de tamaño y fuerza descomunales, la segunda, que era una embarcación submarina

motorizada. Esta última fue ofrecida por Aronnax en la presentación de su libro, poniendo en el personaje del

momento, que ganaba partidarios y enemigos de su propuesta. Tal ebullición del tema, provocó que EU

conformara una misión para ir detrás del cetáceo o embarcación y construyera el Abraham Lincoln, una gran

embarcación jamás construida para el ataque y persecución marítima, de la cual fue llamado a formar parte de

la tripulación, recibiendo una carta del mismo capitán de apellido Farragut con muy poco tiempo de anticipo

antes de zarpar.

Como el señor guste

Aceptando de primera intención (era su vocación en esta vida de cazar al cetáceo) y apresurando a

Consejo, su fiel e incondicional sirviente, para alistar su equipaje, Pedro (Pierre) y Conseil (Consejo)

rápidamente fueron al muelle donde estaba el Abraham Lincoln, ya a nada de partir. Abordando rápido y sin

más demora, el capitán Farragut daba inicio a tan misteriosa y peligrosa empresa.

Ned Land

Pedro describe al capitán Farragut como muy adecuado para llevar a cabo con éxito la expedición y

citando la proposición del mismo: “El capitán Farragut acabará con el narval, o él acabará conmigo”. Continúa

con la observación del arsenal que el capitán ordenó proveer a su embarcación: cañones poderosos, flechas,

arpones donde el mejor arponero de los mares, el canadiense Ned Land, salía a la palestra; fusiles, etc.

Describe su personalidad, resaltando su forma de hablar: “era un Homero cantando La Ilíada”. Concluye

especulando en la forma de atrapar al narval, que necesitará de todos los elementos disponibles en el

Abraham Lincoln.

A la ventura

Menciona que cerca de las Islas Malvinas, tuvieron contacto con un ballenero estadunidense llamado

Monroe, donde intercambiaron información sobre el monstruo, además de que el capitán de aquella

embarcación solicitó a su homólogo Farragut la ayuda de Ned Land para cazar una ballena. Farragut asintió

con tal de ver la destreza y precisión de que tanto se hablaba de Ned Land. Fue un día de mucha suerte para

Ned, pues arponeó dos ballenas de un solo tiro. Pasado esto, todos en el Abraham prácticamente no dormían

con tal de no perder de vista al narval, a pesar de que ya tenían dos meses de travesía sin éxito alguno.

Cruzaron los mares del Pacífico y con los niveles de alerta puestos al máximo, no encontraron rastro alguno

del animal. La resignación y frustración de la tripulación iba en aumento día a día, pues ya habían pasado seis

meses sin resquicio del animal. Un día, Ned y Aronnax platicaban sobre la existencia o fantasía del narval, a lo

cual Ned respondió: “¡Bah!, no hay nada y aunque hubiera el animal que dicen, ¿qué probabilidades tenemos

de encontrarlo? ¿Acaso no estamos yendo a la ventura? (…) Goza de prodigiosa facilidad para cambiar de sitio.

Y usted sabe mejor que yo, señor profesor”. Otro día, mientras Consejo y Aronnax discutían muy alegremente

sobre la tontería de cazar al misterioso animal, Ned Land interrumpe su conversación: “¡Hola! La cosa en

cuestión, a sotavento (al frente), cruzando nuestra ruta”.

A toda máquina

Ante este avistamiento, todos se precipitaron a sus puestos y fijando la vista al enfrente, veían la

fosforescencia del narval, quien Aronnax describe como “un óvalo muy alargado en cuyo centro condensaba

un foco ardiente de insoportable resplandor, que iba apagándose en gradaciones sucesivas”. Un tripulante

comenzó el debate sobre el avistamiento, arguyendo que sólo era “una aglomeración de moléculas

fosforescentes”, a lo cual respondió Aronnax, “nunca emiten tanta luz los fólades o las salpes. Este es un

resplandor de naturaleza esencialmente eléctrica”,

...

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