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Budismo

yeah00Ensayo26 de Febrero de 2014

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El Budismo es un sistema filosófico religioso que evolucionó durante un extenso período de tiempo en oriente, primero en India y luego en China, Japón, Tíbet, Ceilán, Sumatra, entre otros países del lejano oriente. Pero no solamente evolucionaron sus instituciones, también evolucionó su doctrina: los órganos fundamentales de su sistema se fueron especializando, se generaron numerosas escuelas, cada una de ellas tomando por bandera alguno de los principales postulados originados en su mayoría en el Buda mismo, el primer Buda, Gautama.

La palabra Buda es sánscrita; proviene de la raíz Budh que significa tanto despertar como saber o iluminación; el Buda es entonces el despierto, el sabio y el iluminado. No detallaremos aquí la historia de Buda, sino que trataremos de sintetizar el desarrollo de la extensa doctrina budista con sus variantes más importantes.

El Budismo, como pocas religiones, ofrece una meta más o menos bien definida para el hombre, ofrece una entrada que conduce hacia la meta, pero no habla del camino; el conocimiento del camino hacia la meta es de exclusiva propiedad de los caminantes, por una razón muy simple: la descripción del camino puede perturbar la entrada en él, la “entrada a la corriente” como los mismos budistas la denominan. La meta del Budismo es el Nirvana, la perfección, la eterna salud, la eterna alegría, la realidad última, el mundo suprasensorial, la unión del individuo y el universo. Pero la particularidad del Budismo, o su diferencia con otras religiones, es que, al menos en un principio, afirmaba que el hombre podía alcanzar en vida un eterno estado divino; muchas otras religiones prometen u ofrecen un paraíso a los que se portan bien, según sus códigos de conducta y definición del bien, al cual accederían sólo después de muertos, en la otra vida. O en otras palabras, el Budismo afirmó desde siempre la posibilidad evolutiva del hombre, en el sentido espiritual y psíquico, y también, más tarde, de las mujeres. El Budismo predicaba, y todavía insiste, que el hombre puede llegar a convertirse en un ser divino. Pocas religiones son tan generosas con el hombre; las más imponen un código moral y fomentan nada más que la adoración; el Budismo susurra un “crece”, mientras que las más, un horrible “obedece”.

El Budismo no es ateo, ni es tampoco completamente una filosofía. Aunque muchas de sus escuelas pueden ser consideradas como ateas, sencillamente porque no hay exigencia de adoración u obediencia a un Dios o a un Santo o a un único hombre divino, son completamente teístas, e incluso monoteístas, cuando se trata de luchar por alcanzar a Dios o al Nirvana. Hubo, cierto, una escuela, la del Budismo de la Fe, que usó y todavía usa la adoración a los Budas y Bodhisattvas como eje de su doctrina, pero como medio de alcanzar la fe que conduce a la entrada. Tampoco el Budismo puede ser clasificado como un sistema filosófico, simplemente porque no enseña nada que no sea útil para la salvación del hombre; todo lo que sobresalga del ámbito de la salvación debe ser omitido, porque puede perturbar la búsqueda de la entrada o del Nirvana. Es pues, una religión con componentes filosóficos y psicológicos de un extraordinario pragmatismo, y quizás también, de una poderosa eficacia y de una honestidad sin límites para con su esencia. El Budismo como institución fue siempre consecuente con su doctrina: predicaba el pacifismo, la tolerancia, la amistad, la no violencia, y jamás llegó a imponer su doctrina ni a convertir a la fuerza a los infieles; la doctrina misma afirmaba que el Budismo no podía ser alcanzado por todos, lo que no impedía que Budas y monjes hicieran esfuerzos por ampliar las oportunidades de acceso a los caminos budistas. No luchó contra el paganismo hindú, politeísta, ni quiso eliminarlo, muy por el contrario, tomó varios elementos de él para incorporarlo a su doctrina. El resultado es la calidez y el pacifismo de los hombres del lejano oriente, que en épocas prebúdicas se inclinaban fuertemente a los sacrificios y las crueldades. Todas estas características hacen del Budismo la religión e institución más antigua que aún hoy, con todas las útiles, bellas, pero mundanas atracciones que ofrecen nuestros tiempos, se mantiene vigente.

El Budismo comparte con el cristianismo un mismo comienzo: el rechazo de un mundo plagado de sufrimientos, de tentaciones o de pecados, una retirada del mundo, un paso al lado del mundo.Ambas religiones dan los mismos primeros pasos; en sus orígenes se generan importantes movimientos eremitas y ascéticos, los buscadores de espíritu abandonan el mundo y se retiran en la soledad de los bosques, o caminan largos trayectos con el único sustento de la mendicidad. Poco tiempo después, también en ambas religiones, algunos iluminados, despiertos o santos empiezan a predicar; se forman escuelas y se construyen pequeños monasterios, los eremitas se agrupan, se reciben discípulos. Y luego se escriben las doctrinas. Es en esta etapa donde aparecen las grandes diferencias entre el cristianismo y el budismo, diferencias de estructura, de jerarquía, de doctrina y de accionar. El budismo se ramifica rápidamente generando escuelas contestatarias, protestantes, mientras que el cristianismo permanece tenazmente unido bajo la institución católica. El budismo tolera las nuevas ideas, con tal que se estimule la búsqueda de espíritu; el catolicismo reprime todo intento de independencia escindida de su institución. Ambas seducen a reyes, ambas son acogidas. Los rasgos generales de su evolución nos hacen pensar en un mismo origen, pero si miramos con detalle sus escrituras hallaremos grandes diferencias.

Para empezar, el budismo no se sustenta en un solo libro: ofrece decenas de obras consideradas sagradas y sin ninguna que haya sobresalido en demasía; lo mismo ocurre con los hombres santos, el primer santo, Gautama, es considerado uno entre muchos santos, sin ninguna predilección ni favoritismo; algunas obras están dedicadas exclusivamente a la disciplina, otras a los ejercicios de meditación y concentración, otras más a la esquematización psicológica, a las palabras pronunciadas por Buda, al trance, al vacío, a las prácticas mágicas, a la moral, a la épica, a la cosmogonía… hay tal riqueza de obras budistas que “pecan de exceso”, transformando a su doctrina en un laberinto; pero sin embargo ofrecen tal variedad de conceptos que si comparamos las escrituras cristianas con las budistas, veríamos a un niño junto a un maestro.

Pero las muchas obras budistas, y también las distintas escuelas, tienen un orden cronológico que sugieren un camino de mil quinientos años, un camino por etapas como un gran río que recibe varios afluentes y que se va ensanchando, haciendo quizás más difícil cruzar a la otra orilla. La ortodoxia doctrinaria precedió a la liberalización y relajación de las costumbres que fundaron el budismo; la ortodoxia budista, el río todavía flaco, el arroyo casi, el álveo, es llamado hoy en día Hinayana, palabra sánscrita que quiere decir vehículo menor; los afluentes junto al río ensanchado fueron agrupados bajo el nombre de Mahayana, vehículo mayor, si se quiere, el budismo protestante. Es frecuente encontrarlos ambos, Hinayana y Mahayana bajo los títulos de Antigua Escuela de Sabiduría, y Nueva Escuela de Sabiduría, respectivamente.

El Hinayana es pues el conjunto de escuelas y de escritos que permanecieron fieles a la palabra de Buda, y más que fieles, celosos de la palabra y de la doctrina originaria: no aceptaban ni modificaciones a la doctrina ni modificaciones en las costumbres, pero sin embargo toleraban la presencia de escuelas protestantes, o incluso, de monjes protestantes al interior de sus monasterios, no la combatían más que verbalmente, y no destruían libros ni quemaban herejes. El Hinayana se ocupó entonces en escribir fielmente todo el sistema filosófico, psicológico y religioso inaugurado por el Buda Gautama, quien por alguna razón, nunca quiso escribir su sabiduría, quizás porque pensaba que la escritura debilitaba la memoria de los hombres. Buda, al igual que Cristo y que numerosos hombres-leyenda de la antigüedad, transmitía su sabiduría oralmente, y sus discípulos las aprendían de memoria.

El origen del camino Budista, como dijimos, es el rechazo del mundo, y como veremos, su final es prácticamente su opuesto: la perfecta unión del individuo y el universo. Lo impactante es que el rechazo del mundo incluía también a quien lo rechazaba, al individuo. Propone entonces una negación absoluta, un No a todo el “exterior”, pero también un No a todo lo “interior”. El No era sostenido por varias razones más o menos argumentadas, muchas de ellas propuestas por el Buda Gautama, quien además comprendió que dichas razones eran las verdaderas llaves que abrían la robusta y aparentemente impenetrable selva que rodeaba al No. Gautama Buda afirmaba que el mundo era sufrimiento; explicó sus causas, la manera de eliminarlas, y los pasos que hay que dar para tener éxito en la extinción del sufrimiento, todo ello de manera sintética en sus famosas Cuatro Nobles Verdades.

Las escrituras posteriores pusieron mucho énfasis en fundamentar el absoluto Pesimismo propuesto; se planteó que todo en la vida está condicionado; pero el hombre no debe aceptar condiciones, ni prórrogas, ni largos plazos que exijan sufrimientos, pues si los acepta él mismo se vuelve condicionado; el hombre que rechaza todo lo que sea condicionado se acerca hacia lo incondicionado, es decir, hacia el absoluto, que siempre es, sean cuales sean las condiciones; lo incondicionado es independiente, se condiciona a si mismo, es eterno si es que se lo propone.

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