Carlos Marx – Federico Engels “LA IDEOLOGÍA ALEMANA”
nyossaTrabajo13 de Noviembre de 2018
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Carlos Marx – Federico Engels
“LA IDEOLOGÍA ALEMANA”
CAPITULO I
LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA Y LA IDEALISTA
Punto 2. Premisas de las que parte la interpretación materialista de la historia
Las premisas de las que partimos no tienen nada de arbitrario, no son dogmas de ningún tipo, sino premi-sas reales, de las que sólo es posi¬ble abstraerse en la imaginación. Son los individuos -reales, su acción y sus con-diciones materiales de vida, tanto aquellas con las cuales se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas, pueden comprobarse, en consecuencia, por la vía puramente empírica.
La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivos. El primer estado real comproba¬ble es, por lo tanto, la organización corporal de estos individuos y, como conse-cuencia de ello, su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí, natu-ralmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales con que los hombres se en-cuentran: geológicas, oro-hidrográficas, climáticas y de otro tipo. Toda historiografía tiene que partir necesaria-mente de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la histo¬ria por la acción de los hombres.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus me¬dios de vida, paso que está condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produ-ce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida que encuentran en forma acabada y que pueden ser reproducidos. Este modo de produc¬ción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un modo determinado de la actividad de estos individuos, un modo determinado de manifestar su vida, un modo de vida determinado de los mismos. Tal como los indi¬viduos manifiestan su vida, así son. Lo que son coinci-de, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por lo tanto, de las condi¬ciones materiales de su producción. Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presu¬pone, a su vez, un intercambio entre los individuos. La forma de este intercambio está condicionada, a su vez, por la producción.
Punto 3. Producción e intercambio. División del trabajo y formas de propiedad: tribal, an-tigua y feudal
Las relaciones entre unas naciones y otras dependen de la extensión en que cada una de ellas haya desarro-llado sus fuerzas productivas, la división del trabajo y el intercambio interno. Este es un hecho general¬mente reconocido. Pero no sólo las relaciones entre una nación y otra, sino también toda la estructura interna de cada nación dependen del grado de desarrollo de su producción y de su intercambio interno y exterior. El grado de desarrollo de la división del trabajo en una nación es lo que indica del modo más palpable hasta dónde se han desarrollado en ella sus fuerzas productivas. Toda nueva fuerza productiva cuando no se trata de una simple extensión cuantitativa de fuerzas productivas co¬nocidas con anterioridad (como ocurre, por ejemplo, con la rotu-ración de tierras) trae como consecuencia un nuevo desarrollo de la división del trabajo.
La división del trabajo dentro de una nación se traduce ante todo, en la separación del trabajo industrial y comercial respecto del trabajo agrícola y con ello, en la separación de la ciudad y el campo, y en la contradicción de los intereses de una y otro. Su desarrollo posterior con¬duce a la separación del trabajo comercial del indus-trial. Al mismo tiem¬po, la división del trabajó dentro de estas diferentes ramas conduce, a su vez, a la formación de diversos sectores entre los individuos que colabo¬ran en distintas ramas del trabajo. La posición que ocupan estos diferen¬tes sectores unos con respecto a otros está condicionada por el modo de explotar el trabajo agríco-la, industrial y comercial (patriarcalismo, escla¬vitud, estamentos, clases). Y las mismas relaciones aparecen, al desarro¬llarse el comercio, en las relaciones entre diferentes naciones.
Las diferentes etapas del desarrollo de la división del trabajo son otras tantas formas distintas de la propie-dad; o dicho en otros términos, cada etapa de la división del trabajo determina también las relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el pro¬ducto del trabajo.
La primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu. Esta forma de propiedad corresponde a la etapa incipiente de la producción en que un pueblo se alimenta de la caza y de la pesca, de la ganadería o, a lo sumo, de la agricultura. En este último caso, la propiedad tribal pre¬supone la existencia de una gran superficie de tierras sin cultivar. En esta etapa, la división del trabajo todavía está muy poco desarrollada y no es más que la extensión de la división natural del trabajo existente en el seno de la familia. La organización social en esta etapa se reduce también, por lo tanto, a una ampliación de la organización familiar: a la cabeza de la tribu se hallan sus patriarcas, por debajo de ellos los miembros de la tribu y en el lugar inferior los esclavos. La esclavitud latente en la familia va desarrollándose poco a poco al crecer la población y las necesidades, al extenderse el comercio exterior y al aumentar las guerras y el comercio de trueque.
La segunda forma está representada por la antigua propiedad comu¬nal y estatal, que surge como resul-tado de la fusión de varias tribus para formar una ciudad, mediante acuerdo voluntario o por conquista, y en la que sigue existiendo la esclavitud. Junto a la propiedad comunal, ya va desarrollándose ahora la propiedad pri-vada mobiliaria, y más tarde la inmobiliaria, pero como forma no habitual, supeditada a aquélla. Sólo como comunidad los ciudadanos del Estado pueden ejercer su poder sobre los esclavos que trabajan para ellos, lo que de por sí los vincula a la forma de la propiedad comunal. Es la propiedad privada en común de los ciudadanos activos del Estado, obligados con respecto a los escla¬vos a permanecer unidos en este tipo natural de asocia-ción. Esto explica por qué toda la organización de la sociedad apoyada en estas bases y con ella el poder del pueblo decaen a medida que va desarrollándose la pro¬piedad privada inmobiliaria. La división del trabajo apa-rece ya más desarrollada. Nos encontramos con la contradicción entre la ciudad y el campo y, más tarde, con la contradicción entre Estados que representan, de una y otra parte, los intereses de la vida urbana y los de la vida rural, y dentro de las mismas ciudades con la contraposición entre la industria y el comercio marítimo. La rela-ción de clases entre ciudadanos y esclavos ya ha adquirido su pleno desarrollo. Con el desarrollo de la propie-dad privada, surgen las mismas rela¬ciones con que nos encontraremos en la propiedad privada de los tiem¬pos modernos, aunque en proporciones más extensas. Por una parte, aparece la concentración de la propiedad privada, que en Roma comien¬za en una época muy temprana (una prueba de ello es la ley agraria de Licinio) y que, desde las guerras civiles y sobre todo bajo los empera¬dores, avanza muy rápidamente; por otra parte, - y en correlación con esto, la trasformación de los pequeños campesinos plebeyos en un prole¬tariado, que, sin embargo, dada su posición intermedia entre los ciuda¬danos poseedores y los esclavos, no llega a adquirir un desarrollo inde¬pendiente.
La tercera forma es la propiedad feudal o propiedad estamental. Así como la Antigüedad partía de la ciudad y de su pequeña demarca¬ción, la Edad Media tenía como punto de partida el campo. Este punto de arranque distinto dependía de la población con que se encontró la Edad Media: una población escasa, disemi-nada en grandes superficies y a la que los conquistadores no aportaron un gran aumento. De aquí que, al con-trario de lo que había ocurrido en Grecia y en Roma, el desarrollo feudal se iniciara en un terreno mucho más extenso, preparado por las conquistas romanas y por la difusión de la agricultura, al comienzo vincu¬lada con ellas. Los últimos siglos del Imperio romano decadente y la conquista por los propios bárbaros destruyeron una gran cantidad de fuerzas productivas; la agricultura estaba debilitada, la industria langui¬deció por falta de mer-cados, el comercio cayó en un sopor o quedó violentamente interrumpido y la población rural y urbana decre-ció.
Estos factores preexistentes y el modo de organización de la conquista condi¬cionado por ellos hicieron que se desarrollara, bajo la influencia de la estructura del ejército germánico,
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