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Conosimiento Humano


Enviado por   •  9 de Marzo de 2015  •  2.809 Palabras (12 Páginas)  •  230 Visitas

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EL CONOCIMIENTO HUMANO

I. FENOMENOLOGÍA DE LA INTERIORIDAD

La interioridad es la nota específica del hombre respecto al animal: ella hace que el hombre sea hombre. El hombre tiene como atributo esencial la interioridad, y esto lo distingue del animal. Podemos constatar fenomenológicamente esta diferencia haciendo una visita al zoológico. Estando frente a la jaula de los chimpancés se hace evidente la particularidad de las fieras: siempre en perpetua inquietud, mirando alrededor y escuchando todas las señales que les llegan desde el exterior.

Si nos detenemos un poco a contemplar la actitud del mono, pronto caeremos en la cuenta de que el animal vive en constante temor del mundo y, al mismo tiempo, en un

perpetuo apetito de las cosas que hay en él y que en él aparecen. Los objetos y lo que sucede en el contorno son quienes gobiernan su vida en cada momento; lo llevan de aquí para allá como a un títere. El animal no dirige su existencia, no vive desde sí mismo, sino que está siempre atento a lo que sucede fuera de sí, está atento a lo otro. Con esto se pone de manifiesto la falta de interioridad del animal, que está siempre fuera de sí, pendiente del mundo externo. Nosotros, nos cansamos sólo al ver la escena de los chimpancés; lo cual indica que nos resultaría imposible mantener una atención al exterior tan tensa y aguda como la del animal. La actitud del hombre es diferente. Aunque también él vive en el mundo y está rodeado por las cosas, su atención no está tan ocupada que no le permita un momento de sosiego para estar consigo mismo. El hombre puede separarse de las cosas y entrar dentro de sí. Esto lo consigue por una torsión radical, y es en esta torsión donde se encuentra la diferencia más profunda entre el hombre y el animal. La diferencia esencial es, pues, que el hombre puede separarse de las cosas que lo rodean, y sometiendo su facultad de atención a un giro radical -incomprensible zoológicamente- volverse de espaldas al mundo y meterse dentro de sí, y ocuparse de sí mismo. La actividad del «pensar» y del «meditar» revela lo más sorprendente del hombre: el poder de retirarse del mundo y de meterse dentro de sí. El animal está siempre fuera, no tiene un dentro, y por consiguiente no tiene interioridad. El animal forma parte del mundo objetivo; su vida está regulada por las leyes de la naturaleza y es estudiada por la física; el hombre es diverso. La visita al zoológico nos ofrece una buena ocasión para comparar el modo de actuar del hombre con el del animal. Podemos decir que el animal vive inmerso en el mundo exterior que le rodea, su atención está siempre fuera de sí, vive en las cosas. ¿Por qué? Porque en sí mismo no tiene dónde vivir. El animal que conoce el mundo externo, el animal para el cual las cosas que le rodean son objetos de conocimiento, no es objeto de conocimiento para sí mismo; por lo mismo, cuando no tiene estímulos externos o funciones vitales que realizar, duerme. El hombre, por el contrario, cuando deja el exterior tiene un lugar donde refugiarse,

que está en sí mismo; el hombre puede ensimismarse34. Pero no sólo puede entrar dentro de sí, puede también salir del medio ambiente y trascender, ir más allá35. El animal puede conocer solamente lo que se encuentra en el espacio que lo rodea y que sus sentidos alcanzan: conoce sólo estos árboles, esta casa. El hombre, trascendiendo el ambiente material que le rodea, conoce en cierto modo todos los árboles, todas las casas, porque elabora la idea de árbol, la idea de casa. Esta idea traspasa los límites espacio-temporales; es decir: es espiritual. Esta propiedad, característica del hombre, es fundamental porque nos da la clave para descubrir su misma esencia. Al reconocerla nos colocamos en una visión espiritual del hombre rechazando el puro materialismo o el biologismo. Afirmando la «diferencia sustancial» entre el hombre y el animal, afirmamos la irreductibilidad del hombre al animal. Con la afirmación de la interioridad nos ponemos en la línea de la tradición filosófica occidental. Ya en tiempos de Sócrates encontramos la llamada hacia la interioridad en el «conócete a ti mismo». Aristóteles se coloca en la misma línea36. Es sobretodo Plotino quien define la esencia del hombre a partir de su interioridad37. Con su característico estilo brillante san Agustín, el filósofo de la interioridad, construye toda su filosofía sobre el acto de reflexión del alma sobre sí misma y en el mundo interior: «en el hombre interior habita la verdad»38. Tomás de Aquino habla de esta característica del

34 J. Ortega y Gasset, En torno a Galileo, en Obras completas, Alianza Editorial, Madrid 1983, vol. V, pp. 75-76.

35 Es mérito de la filosofía de la existencia el haber hecho un cuidadoso análisis fenomenológico de esta apertura del hombre. Según Heidegger, el ser del hombre (Dasein) consiste en la superación de sí, en ese ir más allá (sich- vorweg-sein), y en la apertura (Erschlossenheit); cfr. Sein und Zeit, primera sección, cap. VI, 44; segunda sección, cap. II, 56, en Gesamtausgabe, V. Klostermann, Frankfurt 1977, vol. II. Para Ortega y Gasset el ser del hombre no es cerrado, hecho, sino un hacerse continuo. El hombre no es sino se hace, es un gerundio y no un participio: un faciendum y no un factum; cfr. Historia como sistema, en Obras completas, vol. VI, p. 39. Sartre contrapone el ser- en-sí (être-en-soi) cerrado y lleno, al ser-por-sí (être-pour-soi) abierto y vacío. El hombre es el ser-por-sí, un conjunto de ser y de no ser; cfr. L'être et le néant, parte II, 1, Gallimard, París 1943.

36 Aristóteles, Met. L, 7, 1072, b20: «α _τ ο ν δ _ ν ο ε _ _ ν ο _ς κα τ _ µ ε τ _λ η ψ ι ν τ ο _ ν ο η τ ο _» La forma más elevada de la interioridad es Dios, la mente que se piensa a sí misma.

37 Cfr. Plotino, El bien o el uno, Eneada VI, 9.

38 San Agustín: "Noli foras ire, in teipsum redi; in interiore homine habitat veritas; et si tuam naturam mutabilem inveneris, trascende et te ipsum" (De vera religione, 39, 72; Migne P.L. 34, 154).

hombre, que él llama reditio completa sobre sí mismo39, e indica exactamente la diferencia entre el hombre y el animal porque «las formas que no subsisten en sí mismas se vuelven hacia el exterior más que replegarse sobre sí mismas»40. La interioridad y la capacidad de ensimismarse marcan un abismo entre la concepción materialista y la realidad misma del hombre. Por ellas el espíritu se manifiesta irreductible, superior por esencia a todo tipo de actividad puramente material. El hombre es, por esencia, una realidad de orden espiritual. Una vez encontrada la diferencia específica del hombre, la interioridad, gracias a la cual puede decir «yo», se debe dar un paso adelante e investigar las características

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