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DROGAS UN SUICIDIO DE CONSUMO

victorpant14 de Noviembre de 2012

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La adicción a las drogas y

la exclusión social

Ángela Tello González*

A

bordar el tema del consumo de drogas, especialmente el que tiene

que ver con las adicciones, requiere acercarse a múltiples aspectos

que surgen de la muldimensionalidad y complejidad que reviste. Sin

embargo, el propósito básico de este texto es aportar de manera breve

algunos elementos generales que permitan comprender el sentido de la

exclusión social del adicto y delinear otras opciones de intervención y de

análisis de dicha problemática. Considerar el tema de la exclusión social

implica identifi car uno de los elementos signifi cativos que inciden en el

incremento de la vulnerabilidad social del individuo y de los grupos afectados

por dichos consumos; situación que incide, incluso, en el incremento del

mismo consumo.

Al hablar de adicción se hace referencia al uso de sustancias psicoactivas

de forma crónica, compulsiva e incontrolable, que integra relaciones de

dependencia física y psicológica por parte del individuo; uno de los principales

síntomas de la adicción es que el individuo organiza el conjunto de su vida

cotidiana alrededor del consumo.

1

El fenómeno actual del incremento signifi cativo de dependencia a las drogas

está fuertemente relacionado con las dinámicas propias de las sociedades

contemporáneas donde la circulación de mercancías es su elemento central

de reproducción y las drogas en sí mismas son mercancías que responden

exitosamente a dichas dinámicas. Romaní reconoce que en la construcción

social del “problema de la droga”, que se sustenta en la prohibición, la

adicción se fortalece porque se ha creado un mito que propicia la elaboración

de los procesos de identidad de los consumidores, especialmente de los

jóvenes. Dentro de los microespacios donde transcurre la cotidianidad de

los consumidores de drogas, se propician formas de reconocimiento social

y se generan estilos de vida, que quizá no han logrado propiciarse en otros 2

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espacios de socialización que han compartido previamente, como la familia

y la escuela, entre otros. Desde la perspectiva de construcción de identidad

y pertenencia a los grupos de pares, del reconocimiento social en estos

colectivos, podría aseverarse que los consumos de drogas estarían asociados

a dinámicas incluyentes que es necesario considerar, pues son aspectos de

valor desde las representaciones sociales de los mismos consumidores.

2

El concepto de exclusión social hace referencia al debilitamiento de los

vínculos entre los individuos consumidores y la sociedad, entendida la sociedad

como la diversidad de espacios de socialización en que cotidianamente se

mueve la persona, tales como la familia, la escuela, el trabajo, el barrio,

los amigos, la cultura y la política, entre otros. Este debilitamiento de los

vínculos sociales se acompaña del no acceso a los recursos y ventajas

que estos ámbitos prodigan; a mayor número de espacios o colectivos

sociales de los cuales se excluye a un individuo o a un grupo, de manera

persistente, tienden a incrementarse sus condiciones de vulnerabilidad.

3

La

exclusión social, en suma, es la negación de las posibilidades y condiciones

que se considera básicas para que el individuo acceda a su rol de ciudadano

en una sociedad democrática.

Entre los elementos que explican los procesos de exclusión social

a que se ven sometidos la mayoría de los consumidores de drogas,

especialmente la población que se encuentra en niveles de adicción, las

representaciones sociales, que subyacen en la sociedad actual y que

consideran el consumo de drogas como la expresión de un estado de

anomia social, tienen un papel preponderante. La sociedad requiere y

establece formas de control social de los individuos para garantizar su

subsistencia como sociedad; al considerar la adicción como un elemento

de desviación, hace uso de diversos aspectos para desarrollar un ejercicio

de control y fortalecer la “normalidad” en su interior. La exclusión

social, acompañada generalmente de procesos de estigmatización y

de marginación del adicto, se constituye en un medio poderoso para

reafi rmar el rechazo al consumo de drogas y, por lo tanto, el rechazo de

todo aquél que se involucre en dicho consumo, incrementando a su vez

la superioridad y la identidad de aquellos que no consumen.

La normalidad a la que se alude se construye socialmente y permite

diferenciar el “nosotros” de los “otros”. La normalidad será caracterizada

desde un discurso que coloca los límites y las diferencias y que, a su vez,

estructura las formas de control a partir de los procesos de exclusión, de

eliminación, de corrección, de censura, de tratamiento, de rehabilitación que

se agencian como medios para recuperar lo que el “otro” ha perdido debido

a su actuación en contravía de lo colectivamente indicado y aceptado. El

planteamiento de normalidad y anormalidad va a defi nir “lo que debe ser

incorporado y lo que debe ser excluido.”

4

La exclusión social del adicto obedece entonces a la visión de anormalidad

en que la sociedad considera se encuentra el consumidor de drogas y que

lleva a situarlo “fuera” del grupo en la perspectiva de no afectar a los que 3

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están “dentro” por una parte y, por la otra, en la perspectiva de buscar que

este proceso de ruptura, de segregación, de no participación como sujeto

social en la construcción de dicha sociedad, se constituya en el elemento

que marca la urgencia al individuo de recuperar su condición de pertenencia

y para lo cual se le exige recuperar su estado de “normalidad” social.

Al adicto, como parte del mismo proceso de exclusión, tiende a

considerárselo minusválido social, inmaduro, desviado; desviación que

generalmente se asocia a delincuencia y a peligrosidad, constituyéndose

en amenaza para el resto del grupo. El adicto va a ser excluido de los

espacios cotidianos, va a ser excluido de los espacios socioafectivos, va a

ser excluido de los espacios de integración social y, en múltiples ocasiones,

incluso será excluido de los mismos programas de tratamiento.

5

La exclusión social, desde la perspectiva de marginación y

estigmatización, se fundamenta en las relaciones de interdependencia

y en las relaciones desiguales de poder entre los grupos. “El desprecio

absoluto y la estigmatización unilateral de unos marginados que carecen

de toda posibilidad de defenderse son indicios de una balanza de poder

extremadamente desigual”.

6

Elias considera que dicho estigma lanzado

por el grupo más poderoso sobre el otro de poder inferior, generalmente,

va a constituirse en parte importante de la autoimagen de este último y de

esa manera tiende a debilitarlo y a desarmarlo aún más. Los marginados

son vistos como un factor de deshonra para el grupo de poder, mientras

que el grupo inferior no tiene formas de organización que les permita

expresar niveles de resistencia a la condición en que han sido colocados.

El “miedo a la contaminación” suscita que se evite todo contacto social,

que se preserven los espacios de la presencia del grupo inferior, que se

aísle a los inferiores o marginados para, asimismo, evitar la sospecha

frente a la posible violación de las normas por parte de alguno de los

miembros del grupo con poder.

7

El adicto y el consumidor de drogas son considerados “inferiores” por la

sociedad. Su marginación y estigmatización se sustenta en las características

que se construyen desde la cultura, desde las representaciones sociales,

desde los ámbitos de poder: Características recurrentes de delincuencia,

pandillismo, violencia, promiscuidad, entre otras, son las que van a asociarse

a la imagen del adicto a las drogas y que, a su vez, van a constituirse en

patrones de comportamiento que tienden a ser reproducidas por parte de

los mismos consumidores, confi rmando de esa manera el discurso vigente

y recrudeciendo aún más las dinámicas de exclusión.

8

Investigaciones realizadas con grupos marginados muestran una

tendencia importante a la creación de ghettos en los que se asumen roles

sociales desviados frente al grupo mayoritario, roles que son formas de

enfrentar la autoridad impuesta y que de alguna forma se acercan a los

estereotipos construidos previamente por el grupo mayoritario.

9

Los adictos, como grupo excluido y marginado, tienden a reunirse entre

ellos, a crear espacios frecuentes de encuentro, a establecer acuerdos 4

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colectivos, a generar niveles de inseguridad en los otros, a atemorizar y

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