EL CONSUMISMO: LA FALSA FELICIDAD DEL SER

EL CONSUMISMO: LA FALSA FELICIDAD DEL SER

“También en la moderación hay un término medio, y quien no da con él es víctima de un error parecido al de quien se excede por desenfreno”

(Epicuro de Samos, Carta a Meneceo)

Desde tiempos antiguos el hombre ha estado en búsqueda de la felicidad, tanto propia como de sus semejantes; en ésta búsqueda ha intentado satisfacer todos los sentidos posibles, tanto mental, fisiológica y espiritualmente, al mismo tiempo que lograr un equilibrio entre estos.

El epicureísmo es un sistema filosófico que defiende la búsqueda de una vida buena y feliz mediante la administración inteligente de placeres y dolores, la ataraxia ("ausencia de turbación") y los vínculos de amistad entre sus correligionarios. Fue enseñada por Epicuro de Samos, filósofo ateniense del siglo IV a. C. (Wikipedia.org). Éste sistema filosófico se relacionara posteriormente en el escrito con el consumismo actual y en cómo este ahora determina la felicidad de cada individuo dependiendo de lo que cada uno posea en términos materiales.

El consumismo puede referirse tanto a la acumulación, compra o consumo de bienes y servicios considerados no esenciales, como al sistema político y económico que promueve la adquisición competitiva de riqueza como signo de estatus y prestigio dentro de un grupo social (Wikipedia.org). Este junto con propagandas, marketing y sociedad ha provocado que la felicidad de cada uno no solo dependa del equilibrio en cuanto a su vida personal, sus bienes, su salud y moral, sino que ahora existen factores externos que llegan a manipular ese sentido de felicidad causando que la persona sienta que sin la obtención de ese bien material su vida es incompleta e infeliz.

El consumismo ha provocado una gran variedad de consecuencias, pero en lo que nos centraremos será en como desde su aparición, las personas están en busca de una felicidad falsa, ¿Por qué falsa se preguntaran? Falsa porque buscamos sentirnos bien por medio de los bienes materiales, el ser humano ha ido sustituyendo la felicidad verdadera por bienes, todo aquello que nos pueda dar un estatus social y nos ayude a encajar en la sociedad; ya no se busca la paz interior, la espiritualidad, el alma… no, ahora todo gira alrededor de cuanto eres capaz de conseguir. Actualmente todo a nuestro alrededor grita “Cómprame, serás un poco más feliz si lo haces”, y las personas parecen en realidad creerlo, consumen como si en realidad la felicidad fuera algo que se puede comprar.

En la sociedad de consumo no sólo sentimos cada vez mayor dependencia de nuevos bienes materiales y derrochamos los recursos, sino que el consumo se ha convertido en un elemento de significación social. Se compra para mejorar la autoestima, para ser admirado, envidiado y/o deseado. Y al final nada de esto te hace feliz, puede darte un placer momentáneo, puede ayudarte a escapar de tus problemas, pero llegamos al mismo punto, no es felicidad real.

Aristoteles expresó: «Pues he aquí precisamente el placer; y por consiguiente, un cierto placer podría ser el bien supremo, si fuese el placer absoluto; aunque por otra parte muchos placeres sean malos. Por esto cree todo el mundo, que la vida dichosa es una vida de placer, y que el placer va siempre entremezclado con la felicidad. [...]; pero la felicidad es una cosa completa; y así el hombre, para ser verdaderamente dichoso, tiene necesidad de los bienes del cuerpo y de los bienes exteriores, y hasta de los bienes de fortuna, para no encontrar por estos lados ningún obstáculo. [...] Una prosperidad excesiva se convierte en un obstáculo verdadero; y quizá entonces no hay razón para llamarla prosperidad, debiendo ser determinado el límite de esta por sus relaciones con la felicidad» (Fragmento de Moral a Nicómaco, libro VII, capítulo XI, Aristoteles). Con esto da a entender que la felicidad va compuesta de

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