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Consumismo y felicidad - Pablo Cisternas


Enviado por   •  11 de Agosto de 2017  •  Ensayos  •  2.591 Palabras (11 Páginas)  •  131 Visitas

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Consumismo y Felicidad

Pablo Cisternas

Sección: 6

Ayudante: Nicole Elizondo

  1. Introducción

Durante el último siglo ha existido una innegable relación entre lo comercial y la felicidad de la familia como núcleo social. Cada vez nos es más dificultoso pensar que una agrupación de personas, tengan o no lazos consanguíneos, en paupérrima situación (esto es, sobre la cantidad de bienes que poseen o la deficiente cuantía de sus salarios, no incluyendo el acceso a un ambiente sin contaminación y a alimento suficiente para llevar una nutrición relativamente dentro de los estándares ideales), pueda  encontrarse “feliz”; la relación directa entre una mayor cantidad de bienes o poder adquisitivo y la felicidad de cada individuo se ha ido arraigando en nuestra conciencia, en la conciencia social, a medida que pasa el tiempo. Hoy en día se mira con lástima (incluso a nosotros mismos) a aquella persona que no tiene los suficientes recursos para poder llevar un nivel de vida más allá de lo mínimamente aceptable, en parte por esa empatía inherente que Adam Smith postulaba en su obra “Teoría de los sentimientos Morales”, la capacidad de ponernos en el lugar del otro y sentir hasta cierto punto (nunca de forma idéntica) lo que siente él. Pero, ¿qué es aquello mínimamente aceptable en cuanto al nivel de vida?, considero aquello como tener cubiertas las necesidades básicas (alimentación, vivienda, salud, educación), sin tener en cuenta la calidad de éstas ni el nivel con que se satisfacen las necesidades, después de todo, es semejante la consideración que se le da a este factor para establecer la línea de la pobreza (No importa mucho cómo se haga, pero sí que se haga. Un claro ejemplo es la educación en nuestro país, por ello las grandes revueltas acontecidas en los últimos años). Una vez definido esto se puede empezar a hablar de por qué sucede este fenómeno de que aquel que tiene menos se le considera en desgracia, y el que tiene más,  en un estado privilegiado.

  1. Sobre las clases y la naturaleza empática

En una Inglaterra post napoleónica, Karl Marx y Friedrich Engels crearon el hoy célebre manifiesto comunista, en los primeros capítulos tratan de gran forma la eterna lucha de clases a través de la historia, producida por la creciente brecha entre burgueses y proletariados, esa lucha que ha generado revoluciones y revueltas a nivel planetario. En la actualidad la burguesía se ve representada por aquellos empleadores que total control poseen sobre las propiedades y la infraestructura, de los recursos necesarios para producir y generar “plusvalía” (el beneficio del capitalista), como lo son las grandes trasnacionales, familias poderosas por su riqueza acumulada e influencia política; el proletariado como aquellos entes productivos que son remunerados por entregar un trabajo de un mayor valor que el pago que reciben por ellos. La gran mayoría de la población mundial cae bajo esta segunda categoría, es cosa de ver en nuestras propias casas o lugares de laburo, donde si bien se puede tener un muy buen puesto de trabajo, donde se esté conforme con el pago por sus servicio y posibles privilegios adicionales, siguen siendo meros individuos considerados como un factor de producción más, donde si no se produce como se le exige probablemente se le deseche sin tomar en cuenta el contexto en que se encuentra la persona. Un régimen de egoísmo, explotación y acumulación infinita donde es el poderoso, o poseedor del capital, es el que más se beneficia, el que más tiene (poder adquisitivo o bienes tangibles), y el débil el que menos o el que no dispone.

 Es necesario aclarar que lo anterior no es una crítica, solo la adaptación a nuestros tiempos de las ideas expuestas por Marx y Engels. Las cosas han cambiado mucho desde 1848, año de la publicación del manifiesto comunista, pero, al parecer, solo superficialmente. La lucha de clases entre aquel que posee los recursos y que reproduce su innegable privilegio social y la prole, esa persona que apenas hace rendir su sueldo para llegar a fin de mes con lo básico, sigue en curso y con pocas particularidades que puedan hacer notar la diferencia entre la caracterización original de la “clase” y la de estos días.

Respecto a la naturaleza que sigue el actuar y el pensar del humano, Smith en sus obras “Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones” y “Teoría de los Sentimientos Morales” caracteriza al hombre no sólo como un personaje empático, donde el dolor ajeno, la desgracia que sufre un tercero, nos produce lástima o compasión, emocionalidad que dirige cánones de pensamiento y por lo tanto da marcos establecidos para el actuar de los individuos, si no también una criatura egoísta que es movida por la ambición y el lucro, que al buscar su propio beneficio propicia la llegada del bienestar social de forma implícita (si cada persona es feliz siguiendo sus propios objetivos, desde una perspectiva en que ésta se considera parte de un todo, por consiguiente el conjunto de personas es feliz también); adicionalmente, Smith propone ciertos casos donde se justifica la subordinación a un gobierno civil. Una de ellas corresponde a la superioridad de las cualidades personales: Cada persona es diferente en cualidades, como fuerza, belleza, agilidad corporal, sabiduría, moderación de los juicios, edad, etc. De acuerdo a esto las personas poseen diferentes capacidades para desenvolverse en su ambiente.

Primitivamente aquel sujeto con mayor fuerza podía ejercer poder sobre un grupo de individuos, subordinarlos, no solo por medio de la amenaza (imposición física de un sujeto hacia otro) si no también por la entrega de protección a los otros individuos, los que estaban dispuestos a sacrificar trabajo, objetos y tiempo por crear un pacto, un contrato social con el hombre más fuerte, el poseedor de mayor “poder”.

Contemporáneamente, el símil de aquel hombre físicamente poderoso es el individuo que mayor cantidad de patrimonio tiene, el que más posee. El trabajo genera patrimonio, adquisiciones, por lo que es el que más se ha esforzado, y por lo tanto el más capaz y merecedor de reconocimiento, privilegios y subordinación por parte de los más débiles.

 De lo anterior se puede extraer la imagen positiva que se le da a aquel que más tiene, perpetuándose esa visión hasta el día de hoy, casi 240 años después de la publicación de esos versos.

En resumen: Si se tiene más, es porque se es más capaz, por lo que se merece ciertos privilegios y la admiración social, construyendo un ideal a seguir en la sociedad.

  1. Sobre la felicidad y el consumismo

Todo lo anterior nos trae de vuelta al consumismo y su relación con la felicidad. Consumismo es definido por la RAE como “Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios.”, y Felicidad como “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.” o “Satisfacción, gusto, contento.”. Ambas, como es posible entrever, son relacionadas, pero ¿por qué?, ¿acaso el hombre, en su larga historia carente de bienes (no fuimos muy productivos en nuestros primeros 10.000 años de historia como especie, al menos no al nivel en que lo somos ahora), no pudo haber sido feliz? ¿Es necesario tener muchos bienes para llegar a ese estado de satisfacción llamado felicidad? La tendencia de hoy parece responder que sí a esta última pregunta, y que al mirar en retrospectiva esta felicidad, en aquellos pasajes de la historia donde la carencia de bienes era regla general, se relativice el número de bienes, es decir, que aquel que tuviera más en esa situación de carencia se le podría llamar feliz y ser objeto de admiración social, tendencia que no por ser la idea de la mayoría tiene que ser correcta, no tiene que ser considerada como un “marco ideológico” con el cual nos desenvolvamos dentro de la sociedad; no tiene por qué ser digno de admiración una persona que mucho posea, no solo en cuanto a sus bienes (y la “envidia” que ello pueda provocar) si no en su capacidad. Aquel que más tiene no necesariamente es el más capaz, es decir, aquel privilegiado por la fortuna de su familia, sin tomar en cuenta si es bien habida o no, no tiene que ser más capaz intelectual o físicamente que aquel que tuvo el “infortunio” de nacer en una familia pobre, y que probablemente siga reproduciendo la situación familiar. Es clara la situación de nuestro país, donde existen pocas familias que poseen la gran mayoría de los recursos, recursos que son heredados por los hijos, y los hijos de los hijos de aquel o aquellos que en un principio fueron capaces de generar tal nivel de riqueza. Si uno de éstos hijos resulta menos apto, pero con igual o mayor poder adquisitivo que el original creador del patrimonio familiar, no será en mayor medida digno de admiración en comparación al primero, por lo que debería ser privilegiado en menor cuantía, o simplemente no contar con una posición especial.

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