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El Alquimista


Enviado por   •  1 de Octubre de 2013  •  2.262 Palabras (10 Páginas)  •  262 Visitas

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ÍNDICE

P R E F A C I O . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

P R Ó L O G O . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 3

P R I M E R A P A R T E . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 5

S E G U N D A P A R T E . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4 3

E P Í L O G O . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 1 1

Para J.

Alquimista que conoce y utiliza

los secretos de la Gran Obr

Yendo ellos por el camino entraron en cierto pueblo. Y una mujer,

llamada Marta, los hospedó en su casa.

Tenía ella una hermana, llamada María, que se sentó a los pies del

Señor y permaneció allí escuchando sus enseñanzas.

Marta se agitaba de un lado a otro, ocupada en muchas tareas.

Entonces se aproximó a Jesús y le dijo:

-¡Señor! ¿No te importa que yo esté sirviendo sola? ¡Ordena a mi

hermana que venga a ayudarme!

Respondióle el Señor:

-¡Marta, Marta! Andas inquieta y te preocupas con muchas cosas.

María, en cambio, escogió la mejor parte, y ésta no le será arrebata-

da.

LUCAS, 10, 38-4

PREFACIO

Es importante advertir que El Alquimista es un libro simbólico, a

diferencia de El Peregrino de Compostela (Diario de un mago), que fue

un trabajo descriptivo.

Durante once años de mi vida estudié Alquimia. La simple idea de

transformar metales en oro o de descubrir el Elixir de la Larga Vida ya

era suficientemente fascinante como para atraer a cualquiera que se

iniciara en Magia. Confieso que el Elixir de la Larga Vida me seducía

más, pues antes de entender y sentir la presencia de Dios, el pensa-

miento de que todo se acabaría un día me desesperaba. De manera que,

al enterarme de la posibilidad de conseguir un líquido capaz de

prolongar muchos años mi existencia, resolví dedicarme en cuerpo y

alma a su fabricación.

Era una época de grandes cambios sociales (el comienzo de los años

setenta) y en Brasil no se encontraban aún publicaciones serias sobre

Alquimia. Al igual que uno de los personajes del libro, comencé a

gastar el poco dinero que tenía en la compra de libros importados y

dedicaba muchas horas diarias al estudio de su complicada simbología.

Intenté ponerme en contacto con dos o tres personas en Río de

Janeiro que se dedicaban seriamente a la Gran Obra, y rehusaron

recibirme. Conocí también a muchas otras que se decían alquimistas,

poseían sus laboratorios y prometían enseñarme los secretos del Arte

a cambio de verdaderas fortunas; hoy me doy cuenta de que en

realidad no sabían nada de lo que pretendían enseñarme.

A pesar de toda mi dedicación, los resultados eran absolutamente

nulos. No sucedía nada de lo que los manuales de Alquimia afirmaban

en su complicado lenguaje. Era un sinfín de símbolos, dragones,

leones, soles, lunas y mercurios, y yo siempre tenía la impresión de

hallarme en el camino equivocado, porque el lenguaje simbólico

permite un gigantesco margen de error. En 1973, ya desesperado por la

falta de progresos, cometí una suprema irresponsabilidad. En aquella

época yo estaba contratado por la Secretaría de Educación del Mato

Ï 9 Ï

Grosso para dar clases de teatro en dicho estado, y decidí utilizar a mis

alumnos en laboratorios teatrales cuyo tema era la Tabla de la

Esmeralda. Esta actitud, unida a algunas incursiones mías en las áreas

pantanosas de la Magia, hizo que al año siguiente yo pudiera sentir en

mi propia carne la verdad del proverbio: «El que la hace la paga.» Todo

a mi alrededor se derrumbó por completo.

Pasé los siguientes seis años de mi vida en una actitud bastante

escéptica en relación a todo lo que tuviese que ver con el área mística.

En este exilio espiritual aprendí muchas cosas importantes: que sólo

aceptamos una verdad cuando previamente la negamos desde el fondo

del alma; que no debemos huir de nuestro propio destino, y que la

mano de Dios es infinitamente generosa, a pesar de Su rigor.

En 1981 conocía RAM, mi Maestro, que me reconduciría al camino

que estaba trazado para

...

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