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El Civismo


Enviado por   •  3 de Marzo de 2015  •  4.841 Palabras (20 Páginas)  •  3.832 Visitas

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El civismo comprende un conjunto de conceptos y valores que necesita saber todo ciudadano responsable, y que se debe inculcar con ejemplos a los niños desde pequeños, en la escuela y en la familia, para que no sea solo teoría que memorizar, sino parte de sus vidas como algo natural en su forma de actuar.

Todos en una sociedad tenemos derechos y deberes en cuanto a civismo se refiere: en la educación ambiental, colocando la basura en su lugar, no desperdiciando el agua, cuidando la energía eléctrica, etcétera. Y lo mismo pasa en la identidad nacional, ejerciendo con responsabilidad el derecho del voto, respetando los símbolos patrios y no infringiendo las leyes.

A lo largo de la historia, el estudio y la reflexión sobre el desenvolvimiento de la humanidad y de las sociedades han contribuido a la formación de valores éticos, logrando entender así el desarrollo de diferentes culturas. Algunos países como Holanda, Alemania, Suiza o Estados Unidos han destacado porque sus ciudadanos tienen grandes virtudes cívicas, donde “la virtud cardinal” (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) realmente forma parte de su vida diaria.

La institución educativa no es ajena a las dificultades de orden social y político que vive el país. Nuestro plantel evidencia también algunos signos críticos en el campo de la formación en valores, el respeto y la tolerancia. Sin embargo, para poder formar adecuadamente en y para la cívica, no es suficiente ceñirse o establecer una cátedra en donde se dicte, se transmita o se repitan contenidos sobre el tema. Habrá necesariamente que ir un poco más allá de la letra muerta y la teoría. Ya antes se había reflexionado en cuanto a que… “La cultura no es una cualidad del amontonar saber, sino una cualidad del ser” (Sheller)

Si el civismo está orientado hacia la sensibilización y la práctica de adecuadas normas de comportamiento ciudadano, las cuales transitan en ámbitos tan diversos como la familia, la escuela, la comunidad y la sociedad; la cultura, por su parte, entraña algunas complejidades adicionales, ya que trasciende aspectos relacionados con la manera tradicional como se ha entendido la cultura desde los estrados de la sociopolítica nacional. La cultura, en sí misma, posee toda una carga simbólica, con todo su acervo de los imaginarios colectivos, y tal vez nunca había tenido tanto valor práctico para los colombianos, como el que tiene hoy.

Muchos de los males que padece nuestra educación no se explican solamente desde la pedagogía, sino mucho más allá, desde la cultura. De la manera como los actores se relacionan, se significan, se explican con sus imaginarios y sus razones de a puño, que se han estipulado en los consensos, devienen prácticas educativas, enfoques de formación, ambientes escolares, procesos de comunicación y una noción ambigua de identidad que a veces se funde, o mejor se confunde, en la sombra mediática de la globalidad

Para tener una buena educación, necesitamos construir sentidos colectivos. Diversos sí, pero orquestados, precisamente para respetar y acoger con alegría la diversidad.Se hace necesario un aporte significativo desde la educación para asegurarnos un lugar de encuentro con cara al futuro, y que además esté cargado del sentido que nos ata desde el pasado. Pero, como dice WILLIAM OSPINA: “Todavía ese plural no se ha cohesionado en un lenguaje que nos permita entrar en diálogo creador unos con otros. Aún impera el lenguaje receloso, faccioso y excluyente que nos enseñaron, pero en incontables ciudadanos existe ya la semilla de esa nueva república, unida en su complejidad étnica y cultural, y a la vez respetuosa de sus diferencias”.

La educación orientada hacia el civismo y cultura nos obliga a asumir que el espíritu democrático se manifiesta en la defensa de los bienes comunitarios, en el esfuerzo y el trabajo y se expresa en el profundo respeto a las instituciones, en el uso adecuado de la democracia, el amor por los símbolos patrios y el homenaje al pabellón nacional. Es función de la escuela fomentar un cambio conceptual que asuma liderazgos a nivel formativo, ético y cultural en la sociedad. Por tanto se invita a todos los miembros de la comunidad educativa a ser gestores y protagonistas de un proceso de reflexión y análisis de aquellos factores y prácticas que interfieran en el desarrollo cívico y cultural de la región. Es necesario entonces que el diálogo entre cultura y educación, que de hecho existe en forma silenciosa, a veces subterránea y en menos casos de manera explícita e intencionada, debe aflorar y hacer parte sustancial de nuestra agenda consciente, más aún, si aceptamos que la cultura es mejor vivirla y transformarla, que padecerla bajo el influjo del sometimiento o la exclusión.

Abocar las relaciones entre educación, civismo y cultura es un asunto complejo debido a que en ellas van implícitas una serie de consideraciones que trascienden el entorno meramente educativo a nivel institucional.

Los rápidos cambios que a nivel político, económico y social ha sufrido el país en las últimas décadas han propiciado significativas transformaciones en el entorno familiar y en la manera de asumir las normas establecidas. Igualmente las prácticas culturales que tradicionalmente se han dado en nuestro medio han comenzado desde hace varios años a sufrir las consecuencias de la influencia de los medios masivos de comunicación, de un mundo cada vez más globalizado que incide permanentemente en las conductas y creencias culturales de nuestra nación. El resultado: la pobreza, la violencia, la desintegración familiar, la pérdida de valores, la descaracterización del individuo y la violación de toda norma.

No se puede desconocer que esta pérdida de valores se hace evidente en el respeto por los demás, lo cuál afecta considerablemente la convivencia social. La educación como pilar fundamental en el desarrollo del individuo debe buscar la integración entre los agentes que hacen parte del contexto comunal, propiciando el rescate de la identidad nacional, a través del reconocimiento de los derechos de los demás, los deberes para con la familia, la escuela, la sociedad y el país. Esta crisis ha creado una urgencia de buscar desde la educación aplicaciones prácticas, con el fin de establecer correctivos en proyectos de largo alcance, que permitan una continuidad en el tiempo y que puedan establecer una nueva caracterización de la educación entendida como un proceso altamente institucionalizado, cronológicamente organizado y jerárquicamente estructurado.

Una educación que históricamente ha sido reproductora de esquemas verticales, autoritarios, donde prima la autoridad y la palabra del profesor, donde se repiten permanentemente los mismos contenidos y

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