El Hombre
lidabeatriz12 de Noviembre de 2013
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Lo que sigue no es una guía práctica de normas éticas y de conducta, constituye una lectura, que se pretende presentar con sencillez, de los avatares de los conflictos, entre lo más oscuro y lo más luminoso del ser humano, que se suceden ininterrumpidamente en cada uno de nosotros. Por eso y porque el asunto compromete diferentes órdenes del saber es que se hurga filosóficamente en el tema de la dignidad-indignidad del hombre teniendo en consideración que, sea cual sea el ser o la organización de que se hable, estas líneas van dirigidas a personas enfrentadas al reto de modificar, para bien, el mundo en que viven, a partir de una educación y cultura superiores, cumpliendo el anhelo de que "el arquetipo del individuo formado en el ámbito de la esencia universitaria, es aquel que alcanza una forma de vida, impecable y plena, en un mundo que se esfuerza por abarcar con unción, merced a su visión sintetizadora y humanística." (Querol, 1967).
1.- Hitos y posicionamiento históricos
Tradicionalmente los periodos históricos han sido: la prehistoria que va desde la edad de piedra hasta la aparición de las primeras civilizaciones que usaron metales; la edad antigua que va desde el surgimiento de hordas "civilizadas" y de asentamientos sociales hasta la caída del Imperio Romano en el siglo V D.C.; la edad media que transcurre desde ese entonces hasta fines del siglo XV con la toma de Constantinopla por los turcos, la expansión violenta de los europeos por el mundo y su llegada documentada a América, y el proceso del renacimiento, con su énfasis en el valer de la persona humana, en franca contradicción con la crueldad de las conquistas de las etnias más débiles por las más poderosas; la edad moderna que discurre desde esos momentos, a fines del S XIV, hasta la Revolución Francesa en 1789; a partir de ese acontecimiento empieza la posmodernidad, la edad posmoderna, usualmente llamada edad contemporánea, que sigue a la Revolución Francesa y dura hasta nuestros días. Como el término contemporáneo es aplicable para lo vivido de modo sincrónico en cada momento, la edad contemporánea es la que a cada cual de nuestros antepasados le tocó vivir en su momento, la que nos toca vivir a nosotros y la que les tocará a nuestros descendientes. Lo contemporáneo indica una sincronía y las edades son planteamientos diacrónicos de la historia. Las edades históricas van siendo cada vez más cortas; en vista de los cambios tan significativos que la postmodernidad ya ha traído consigo, es dable pensar que los momentos que vivimos presagian el comienzo de un nuevo periodo histórico.
2.- Distintivos de la posmodernidad
Por lo que concierne a la posmodernidad que nos toca vivir ella tiene características, en lo que respecta al proceso de cambio generado a partir del accionar del ser humano, que podrían plantearse, sin pretender ser exhaustivos, como:
1.- El inmenso desarrollo tecnológico con adelantos omnímodos, esto es abarcativos, cada vez más acelerados. Entre ellos cabe destacar:
1.1.- La industrialización, la automatización, la internacionalización, la masificación informativa, la mundialización de ideologías contradictorias y la globalización por redes energéticas. Todas ellas constituyen procesos muy desiguales, variables según las regiones, etnias y países lo que, a la larga, ha significado un estrechamiento de vínculos así como un aumento de las diferencias: por ejemplo la sima entre los diferentes países en el comienzo de la posmodernidad, la diferencia entre países desarrollados y subdesarrollados, estaba más marcada por el desequilibrio de fuerzas entre países colonizadores y países colonizados. En la actualidad esta diferencia se ha agrandado y diversificado y, entre países desarrollados y subdesarrollados, el clivaje se va haciendo más grande y más insalvable a medida que el tiempo pasa.
1.2.- La fisión atómica que, por lo mismo que ha sido realizada, determina una contradicción con el hecho de que esta era se viene llamando la era atómica cuando, en realidad, durante la posmodernidad, se ha pasado de la era atómica a la era tómica en que la última partícula del cosmos, pensada como indivisible, ha sido hecha explosionar, permitiendo reconocer la continuidad, la coexistencia, la mutabilidad, la reversibilidad y la relatividad de los conceptos de materia y energía.
2.- La mayor atención puesta, sobre todo a partir de comienzos del siglo XIX, en la libertad del individuo y la igualdad de los seres humanos, enfatizando el valer de la dignidad y de los derechos humanos, asunto que, salvo excepciones, ni se ponía en consideración en siglos anteriores y que ha traído consecuencias fundamentales tales como:
2.1.- La abolición de la esclavitud que aunque todavía no es total va siendo, por lo menos aparentemente, cada vez más completa.
2.2.- El reconocimiento de los derechos del niño.
2.3.- La liberación de la mujer, promovida por la mujer, y su conquista, jalonada de violencia, de la igualdad con el varón.
Estos hechos han significado, en forma teórica y práctica, una duplicación de las fuerzas de la humanidad en lo que concierne a creación y valimiento. La incorporación de la mujer a lo político, su acceso a las profesiones, antes consideradas como terreno del varón, y el reconocimiento de la labor doméstica como una profesión constituyen aspectos fundamentales de la posmodernidad.
3.- La continua creación, progresión y difusión, de la cosmovisión, de la concepción del mundo y de la concepción de sí mismo del ser humano a través de un metafilosofar, algunos de cuyos componentes son:
3.1.- Una relativización creciente del concepto de lo absoluto con merma del pensamiento dogmático.
3.2.- Revisión de la ética absoluta y asunción de varias éticas posibles.
3.3.- La puesta en tela de juicio de las categorías, apodícticas, con aceptación de la existencia de contradicciones posibles en cada una de ellas - que una cosa puede ser lo que no es, que una cosa no es forzosamente idéntica a sí misma- gracias al manejo creciente del pensamiento dialéctico frente a la asimilación identificatoria, como equivalencia axiomática, de la razón con la lógica, de la idea con lo absoluto y de lo dogmático con lo verdadero.
3.4.- Manejo de las concepciones sistémicas e integrativas conducentes al planteamiento, cada vez más frecuente, de la multicausalidad fenoménica y conductual.
3.5.- Surgimiento de la concepción de la salud como calidad de vida, reconocimiento del valor de lo ecológico, la búsqueda de un desarrollo sustentable y los esfuerzos por la implementación de los planteamientos de la bioética.
3.6.- Flexibilización del pensamiento positivista, cientificista y dogmático, con disminución del maniqueísmo de la igualdad inequitativa y del imperio de la razón, tal como lo plantea Octavio Paz: "El siglo XIX heredó de la Enciclopedia la idea de un hombre universal, el mismo en todas las latitudes; nosotros, en el siglo XX, hemos descubierto al hombre plural, distinto en cada parte. La universalidad para nosotros no es el monólogo de la razón sino el diálogo de los hombres y las culturas. Universalidad significa pluralidad".
3.- El hombre consigo mismo
Cuando estoy en soledad estoy conmigo, soy yo (en inglés "I", en griego "ego") y mi mismidad en inglés ("myself"); no estoy pues solo: de la unidad he pasado a la dualidad. Estoy yo con esa parte profunda de mi mismidad (según Juan Pablo II esa parte es Dios, cosa discutible y con tufo a soberbia, salvo que, con posición panteísta, eso mismo sea válido para cualquier ser o ente –desde un orangután hasta un grano de arena, desde una guerra hasta una obra de arte-) que está forzosa y libremente conmigo mismo. Lo cierto es que esa dualidad que soy yo no solamente es sino que está en algún lugar y tiempo. Empero no hay sólo dos componentes (dialécticos, antinómicos, complementarios), sino tres: la unidad, que es dualidad, pasa a la noción de otra dualidad. La primera está estructurada por lo que es el yo y la mismidad a lo que se agrega el algo (Ricoeur), esto es la realidad temporoespacial. Ese algo, bien sea dentro de mí o fuera de mí, soy yo mismo y algo, lo que viene a ser: estoy con y en mi ambiente interno y en el ambiente fuera de mí, esto es que estoy yo con mi ecología interna y mi ecología externa. Se trata pues del hombre consigo mismo y con su ambiente externo. La unidad contiene la dualidad, que deviene en trinidad dentro de la unidad. Verbalizo así el animismo primitivo, una forma encubierta de la trinidad que, en este caso, no es creación resultante de un algo o alguien (dios, demonio u otro constructor también surgido de mi mismidad) aparentemente ajeno a mí, sino que surge de mi interioridad en tanto que no puedo escapar a mi ser-estar solo: no creo en Dios, creo a dios. Esto es soy yo solamente el que estoy enfrentado al mundo, y contenido en él, en una concepción dialéctica de comienzo-fin, finitud-infinitud, centramiento-expansión. Estas dualidades se dan no solamente aquí sino también allá, de lo que resulta mi trascendencia y por ende la (mi) espiritualidad como posibilidad de un estar en otro orden (sitio, mundo, estrato, contexto,
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