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El Hombre


Enviado por   •  19 de Mayo de 2014  •  4.919 Palabras (20 Páginas)  •  130 Visitas

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- EL HOMBRE COMO SER CORPORAL

Al tratar de la corporalidad no hablamos de cosas, de cuerpos, como puede ser cualquier cosa extensa y de peso, sino del cuerpo propio, del hecho de ser corporal un ser encarnado.

El cuerpo es la posibilidad de usar cualquier instrumento, pero no se reduce él mismo a ser instrumento. La corporalidad no es una parte del hombre, sino el modo de ser del hombre.

Por poco que pensemos nuestra relación con el cuerpo, comprenderemos que presenta cierto carácter complejo y problemático. Por ejemplo, podemos decir que somos un cuerpo y, a al vez, que tenemos un cuerpo. Es decir, se puede llevar a cabo una identificación y a la vez una cierta no-identificación entre mi yo y mi cuerpo.

Soy cuerpo

El cuerpo propio (mi cuerpo) no puede reducirse a un objeto cualquiera del que dispongo, como si fuera una propiedad más. No es algo extrínseco a la vida del sujeto.

El “yo” –su vida y su existencia- es inconcebible sin cuerpo; un modo de ser a-corporal no sería humano. Ser-cuerpo significa que el cuerpo es una categoría esencial que condiciona, configura e impregna todo lo que es, hace y experimenta el ser humano.

Lo corporal es tan inherente al ser humano que no puede ser considerado como lo opuesto o lo otro del espíritu, puesto que el espíritu humano siempre es un espíritu encarnado.

Tengo cuerpo

Se puede decir, además, que tenemos cuerpo porque es algo que podemos palpar y, de alguna manera, separar de nosotros mismos.

La misma posibilidad de pronunciar la afirmación “soy mu cuerpo” implica ya cierta diferencia o separación entre mi yo y mi cuerpo, sino fuese así decir “soy mi cuerpo” sería lo mismo que afirmar “yo soy yo”. Esta última afirmación es claramente tautológica (repetitiva), mientras que la primera no lo es. Esta no identificación con el propio cuerpo se hace patente también en situaciones como las enfermedades, cuando se experimenta que el cuerpo no corresponde a lo que uno quisiera, o su expresión no da cuenta de la lucidez mental que uno conserva.

Cuerpo-espíritu

Ser cuerpo no es algo contrapuesto a ser espíritu. Cuando decimos que el hombre es un ser corporal nos estamos refiriendo al hombre entero: sus pensamientos, sus sentimientos, su lenguaje…

Además, el espíritu –como hemos dicho- siempre es espíritu encarnado (en el caso del hombre).

Con el término “espíritu” se suele designar aquella parte del hombre que es específica, que le diferencia de todos los demás animales: su inteligencia y su voluntad, su libertad, su conciencia, su mente… cuyo ejercicio siempre se lleva a cabo en el cuerpo, por el cuerpo, a través de él.

El espíritu designa aquel principio de acción en el hombre que no se reduce a pura biología, aunque actúe siempre a partir de dicha base y en conexión con ella, se trata de procesos que no son reducibles a procesos naturales, sino que en ellos interviene la libertad, el conocimiento, la conciencia, la creatividad, los valores, las opciones…

Espíritu es el que dice “yo soy mi cuerpo” y “tengo cuerpo”. Es el sujeto, el yo, el sí-mismo, la singularidad única de cada uno, que se mantiene en y a través de todos los cambios corporales e incluso más allá de la muerte (cada siete años cambiamos de cuerpo, en el sentido de que cambiamos todas las células, aunque en realidad no se cambia el cuerpo: los mismos hábitos, habilidades adquiridas… se mantienen (o se pueden mantener).

El cuerpo es el medio en el que me encuentro en conexión con el mundo y los demás, que me da presencia y visibilidad, posibilidad de acción y uso de utensilios, es el modo de estar presentes en el mundo.

Concepciones dualistas

Estas concepciones han relegado a un segundo lugar al cuerpo, o incluso lo han considerado como un obstáculo para la realización humana. Hay una larga tradición metafísica y moral de menosprecio del cuerpo; metafísica porque se ha considerado en dicha tradición que el cuerpo es de menos valor que lo espiritual, lo visible es sólo apariencia de lo invisible, que es lo verdaderamente real (toda la corriente platónica) y moral, porque el cuerpo tiene su propio dinamismo que puede seducirnos y llevarnos a hacer lo que no queremos, por eso hay que tenerlo bajo control, hay que acallar las exigencias del cuerpo, para abrir los oídos y estar dispuestos para las indicaciones del espíritu. Lo malo proviene del cuerpo: pasiones, inclinaciones, malos hábitos que ofuscan y entorpecen el ejercicio de la razón. El dualismo suele cosificar el cuerpo, quitándole su dimensión propiamente espiritual.

Dualismo platónico

El alma y el cuerpo son dos realidades unidas exteriormente solamente durante la existencia humana terrenal, porque el alma preexiste a su caída en el cuerpo y sobrevive al cuerpo, porque es inmortal. El cuerpo es la cárcel, la tumba del alma.

El cuerpo es visto como negativo porque el hombre es concebido desde una perspectiva intelectualista: “el alma del filósofo desprecia al máximo el cuerpo y escapa de éste, y buscar estar a solas en sí ella misma” (Fedón).

El cuerpo es una realidad de abajo, material y sujeta al devenir, no pertenece al mundo de las esencias eternas e inmutables. Por eso, el ejercicio del pensamiento puro requiere no sólo un dominio de sí, sino también una purificación. Aprender a pensar es aprender a morir a este mundo y morir al cuerpo. Después de la muerte el alma podrá, libre finalmente, dirigirse hacia las Ideas. Hay que romper todo contacto con el cuerpo, “mandarlo a paseo”, es el mal, la suciedad y una cosa perversa.

Dualismo cartesiano

Ha sido muy influyente en la modernidad y en el mundo científico y los argumentos no son tanto morales, como en Platón, como metafísicos. El hombre es el compuesto de dos sustancias: res extensa y res cogitans, materia y espíritu. Cada sustancia existe y funciona en virtud de unos principios organizativos propios.

El dualismo cartesiano ha dado lugar a una interpretación racionalista, a partir de la cual se considera al hombre como un ser identificado con su conciencia que es inmaterial y está desligada del cuerpo. Y también ha dado lugar a la tesis mecanicista: el cuerpo entendido como una máquina. El alma es interpretada como un eco o un epifenómeno de los procesos materiales. En este contexto surge la idea de La Mettrie en su obra

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