El Positivismo

EL POSITIVISMO (O CIENTIFICISMO)

El término “positivismo” puede entenderse de diversos modos. En este escrito designa una determinada manera de concebir el conocimiento humano, aquella según la cual no hay más conocimiento cierto que el referido a lo empíricamente constatable. Solamente puede ser conocido y demostrado racionalmente aquello que puede ser captado por los sentidos. En otras palabras, no hay más ciencia que las modernas ciencias de la naturaleza, esto es, aquellas que objetivan sólo realidades materiales y, de ellas, exclusivamente lo material, empíricamente verificable. De allí el nombre alternativo de “cientificismo”.

El positivismo es, por tanto, una doctrina filosófica referida particularmente a la naturaleza y alcance del conocimiento humano. Se trata de una forma contemporánea, teorizada en el siglo XIX por el francés Augusto Comte, del moderno empirismo inglés, según el cual el hombre no tiene capacidad de conocimiento metafísico. Sólo es objetivable por la razón y, por tanto, objeto de ciencia, lo sensible (cognoscible por los sentidos) o, como usualmente se dice, el fenómeno. En consecuencia, los objetos de conocimiento filosófico, moral y religioso quedan fuera del ámbito de lo racional y se reducen al nivel de la pura subjetividad, al ámbito de las creencias subjetivas, legítimas y válidas para cada persona singular pero sin valor racional, objetivo y universal. Realidades como el alma humana, la libertad o Dios ya no son racionalmente objetivables por el entendimiento humano y, por tanto, no pueden ser incluidas en concepciones teóricas y regulaciones prácticas (leyes y normas) de la vida humana en sociedad.

El presupuesto metafísico, por lo menos implícito, del positivismo es el materialismo, doctrina según la cual no hay más ser que el material. No hay Dios, el hombre es pura materia, por tanto, no es libre y su vida con sus respectivos bienes no son más que materia. En esta perspectiva, evidentemente, no hay cómo reconocer ni fundamentar que el hombre es un ser personal y, con ello, admitir y demostrar racionalmente el orden moral de la vida humana y su constitutiva dimensión religiosa.

Ahora bien, el positivismo es una concepción sobre el conocimiento humano que, evidentemente, no corresponde a la realidad. Es un hecho que, no solamente podemos conocer metafísicamente, sino que de hecho lo hacemos. Más aún, la orientación de nuestras decisiones fundamentales, procede, en cada uno de nosotros, de intelecciones y juicios de orden metafísico. Por ejemplo, cómo se comporta y vive (o por lo menos trata de vivir) un joven su pololeo procede de una concepción suya sobre el amor, el sentido de la sexualidad y el matrimonio en la vida humana. En la medida que obra de modo racional, y no movido sólo por las pasiones, lo hace desde conocimientos que no son científicos, sino

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