El estoicismo
RuthyJob987Trabajo22 de Septiembre de 2015
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10 de Mayo de 2013
TEMA: El Estoicismo
1) Estoicismo Post-alejandrino o helenístico (323 – 202 a. Xto.)
En esta primera etapa el estoicismo surge con alguna reminiscencia del criticismo cínico en boga en aquel entonces, que sostenía que el camino a la felicidad se basaba en concentrarse en los problemas de la dirección de la vida individual, de la práctica de la virtud, signada por llevar una vida austera: imperturbable ante las circunstancias cotidianas, privaciones corporales como instrumento de disciplina; este estoicismo entendía la existencia del hombre templado en las privaciones temporales, en una clara obsesión dónde sólo la prudencia y el carácter viril llevarían al individuo hacia el ejercicio de una voluntad férrea; libre de todo recto saber especulativo, exenta de toda dependencia a las leyes, normas y temores, sólo por la voluntad, el deseo, el anhelo probo, concreto y posible de una enseñanza y formación para una vida feliz, razonando el hombre podía deducir como actuar bien o mal, sin necesidad de un decálogo. (Puente Ojea, Ideología e historia, pág. 80-82).
El estoicismo tenía como ideal en esta educación homogeneizar al kósmos en un contexto político de alta fragmentación y diversidad.
Y aquí es donde aparece entonces la actitud de “evasión” en estos primeros estoicos ante el estado de anarquía y agotamiento a nivel político (Puente Ojea, Ideología e historia, pág.32).
Zenón y Cleantes serán quienes estampen un nuevo estoicismo en el mundo griego, sin dejar de lado la actitud radical de la voluntad, aceptar el dolor, erradicar el mal y sus causas, generando un orden con la total conformidad integrarse al kósmos.
Lo que estos filósofos plantean es una forma de aceptación sin alejarse de la realidad asumiendo todas las responsabilidades que como ciudadano le compete al hombre griego.
Este estoicismo así planteado conduce a la aceptación de la realidad en todos las áreas de la persona humana: política, social, económica, afectiva, física y espiritual; si bien postula una vocación humanizadora, espiritual con un ideal muy fuerte de justicia en las relaciones sociales de la comunidad, sostiene que hay que aceptar el destino que a cada uno le tocó en suerte, pues la naturaleza le ha dado la facultad de autodeterminarse actuando a favor del kósmos, en armonía con éste pues es impotente frente al logos ordenador en el que cree. El estoicismo ha puesto énfasis en la idea de igualdad de las personas en cuanto a la capacidad para entender y razonar y poder escapar así, según los estoicos, de dos esclavitudes: de lo material y del alma, es decir, la ignorancia.
El verdadero estoico no es un simple contemplativo, es aquel que prefiere sufrir la injusticia antes que realizarla, preservar la pureza de la voluntad antes que la eficacia de los actos. No se trata de esforzarse por desnaturalizar el mal de las vicisitudes sino ejercer la voluntad para adaptarse a ellas.
La ideología de Zenón y Cleantes pasa de la optimista evasión a una ideología de legitimación de la política expansionista de Roma y su protectorado del Mediterráneo oriental. Pasa de una indiferencia evasiva a una entrega esperanzada. Entonces no dejan la evasión sino que le suman un ingrediente: la esperanza. Como diríamos en el mundo hoy “más de lo mismo”.
Entonces el estoicismo incorpora con toda premeditación todo el kósmos negando todos los apatitos pasionales y sus correspondientes situaciones dolorosas convirtiéndose así toda esta nueva ideología en un disfraz, pues es el mismo cinismo llevado al extremo. Se pasa de negar lo otro (el mundo convencional) a negar la negación de lo otro. Y he aquí la base de la ambigüedad: reflejo de una conciencia desdoblada de raiz, dirigida hacia la evasión psicológica en un contexto socio-económico que el estoico no piensa transformar de manera revolucionaria. Un contexto socio-económico y político que urgía la construcción de un nuevo consenso.
Se trataba de una situación en la que urgía dar una respuesta ante la profunda crisis para afrontar una emergencia desesperada y que no dejase dudas que realmente podía otorgar seguridad y orientación a un mundo desconcertado: se coloca aquí la figura del sabio como reconocedor de esas leyes naturales y la orientación de esas conductas hacia la virtud.
Entonces, para transitar, el mientras tanto de esta mudanza, el estoicismo en esta primera etapa ofrece vivir en una “kosmópolis ideal”: ofrece al hombre un lugar, un espacio, una forma de refugio, ante tanta crisis económica, política y social, ante el desconcierto. Pero a cambio el hombre debe estar dispuesto a hacerse cargo de su propia vida, viviendo en la virtud, con todo lo que esta palabra implica. El estoico encuentra en el derecho natural el sustento de esta kosmópolis ideal, en la que la moral y la justicia son indisociables. Éste ideal superaba la categoría jurídico-política de esclavitud.
El estoico basaba su ideal en el hombre interior: ahí solo el hombre tiene poder y desde allí gozaba del libre albedrío. Pues solo es espíritu es noble o esclavo y he aquí la elección del individuo, independientemente de la real condición político-social en la que se encuentre.
Todo hombre debe cumplir su destino desde esa posición social en la que se encuentra. Para Zenón la idea de la kosmópolis era vivir en un ideal de moral: todos los hombres son conciudadanos, por lo tanto deben tener los mismos códigos, vivir bajo un mismo rebaño, pastizal; porque el hombre es ciudadano del mundo, del universo que posee la razón y que funciona con un orden determinado. De ahí que para vivir según las leyes de la naturaleza haya que practicar la virtud, acciones realizadas con espíritu de sabiduría y de buena intención utilizando para ello la voluntad y la razón: culto del individuo autónomo, en el que cada uno forja su propio destino.
2) Estoicismo helenístico-romano (202- 27 a. Xto.)
Un nuevo contexto de cambio: expansión del Imperio romano en torno al Mediterráneo. Se trata de un Estoicismo Republicano. Es una nueva situación política y social. Es un período de fusión entre Grecia y Roma: por un lado la ávida discusión de las ideas y al inacabable y polémico proceso connatural de los griegos; por el otro, el decálogo, armamento, idoneidad para el ejercicio del gobierno y la destreza para construir de Roma.
Esta fuerza estoica, acompañada de la seriedad y la autoridad de sus intelectuales despertó en Roma curiosidad. Fueron estos referentes estoicos: Panecio de Rodas (185–109 a. C.) y, sobre todo, Posidonio de Apamea y Cicerón quienes le dieron vida a esta segunda etapa del estoicismo. Ya no se trata de evadir el momento presente sino de prestar colaboración ante la evidente realidad. Pues estos pensadores estaban dispuestos a adaptar sus enseñanzas morales y políticas a los modelos y principios de los dirigentes y soldados romanos; es decir que, en este flamante marco de poderío hegemónico habrá un servicio que prestar al nuevo grupo social opresor mediante un proceso que los sabios estoicos irán liderando a través de su prédica sobre la conciencia de los individuos.
De ahí que Panecio, íntimamente relacionado con la aristocracia romana –círculo escipiónico- ajustará el estoicismo, sobre la creencia de que es posible un progreso mediante una amable cooperación. Panecio y Posidonio se centran en el optimismo que nace de la convicción de que las cosas pueden resultar buenas cuando se actúa en pro de la edificación de una convivencia justa enfocada en un orden que llevará a la prosperidad en la que el propio individuo alcanzará la felicidad personal sin el anterior agotamiento y la alienación como consecuencia del retraimiento en su intimidad y posterior evasión. Panecio apoyaba su ideología en una antropología en que el hombre es un organismo unitario indisoluble, capaz de pensamiento racional y deleite estético de acción y contemplación. En este momento el estoicismo cambia totalmente de sentido, siguen siendo universalistas siguen siendo cosmopolitas, pero la realización del individuo pasa a ser comunitaria, colaborando con el destino colectivo. En este camino hacia la prosperidad la transformación de las ideas estoicas se basan en que el hombre produce cuando se reproduce. Se trata de la producción del hombre de su propia vida, que al mismo tiempo producirá la vida le los otros debido a que toda producción humana es producción social, que incluyen los factores socio-económicos –estructura- y los factores mentales –superestructuras- (Puente Ojea, Ideología e historia, pág. 151). La aristocracia romana idealizaba y exaltaba la sencillez y la sobriedad de la vida de aquellos tiempos y, como en todo el mundo griego, se miraba con desconfianza los lujos y las costumbres modernas, más sofisticadas, que se habían ido introduciendo conforme la República Romana ganaba preeminencia. La doctrina estoica, muy favorable a esos puntos de vista, fue introducida con éxito, y ganó adeptos favoreciendo aún más al estoicismo, que pronto fue la escuela filosófica más admirada por los romanos. Por otro lado los romanos mostraban en sus individualidades rasgos muy similares a la ética estoica: se inclinaban a privilegiar la actividad práctica y los deberes; su sentido del orden y la disciplina se enmarcaba en un comportamiento virtuoso, en la disposición interior, unidas a la destreza, laboriosidad, la paciencia, valores innatos del sistema; un verdadero romano debía ser un hombre bueno que honra las tradiciones y se somete al interés común. El Estado cuidaba y regulaba por principio la conducta pues es en la moral lo que la sociedad reconoce como honesto y lo que acredita a un hombre a ser reconocido con todos los honores públicos. Ese orden moral estaba encarnado en el orden jurídico como referencia positiva del comportamiento.
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