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El segundo sexo de Simone de Beauvoir es un análisis de la mujer en cuanto colectivo humano


Enviado por   •  11 de Junio de 2017  •  Tesis  •  1.405 Palabras (6 Páginas)  •  229 Visitas

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Simone de beauvoir

El segundo sexo de Simone de Beauvoir es un análisis de la mujer en cuanto colectivo humano a partir de su propia concepción del existencialismo, especialmente de su ética existencialista, que ella misma resume en unas pocas proposiciones:

“Todo sujeto se afirma concretamente a través de los proyectos como una trascendencia.” Es decir, el sujeto es lo que él hace. Su ser consiste en trascenderse, en proyectarse hacia los fines que libremente ha escogido, así es como construye su propio ser, pues su ser no le está dado de antemano, antes de trascenderse no es más que mera contingencia, una existencia arrojada ahí.

“Sólo hace culminar su libertad cuando la supera constantemente hacia otras libertades.” Esto es, sólo realizo mi libertad superándome constantemente a través de una serie indefinida de actos, y en el ejercicio de mi libertad empujo a los demás a asumir y realizar su propia libertad.

“No hay más justificación de la existencia presente que su expansión hacia un futuro indefinidamente abierto.” Para los existencialistas, la existencia sólo se justifica cuando la asumo y la trasciendo, cuando me hago ser, libremente, mi propio ser. Y en ese ejercicio de proyectarme para alcanzar los fines que me he propuesto y que están en el futuro, dicho futuro debe estar abierto, es decir, indefinido, puesto que si estuviera cerrado no tendría sentido plantearme fines.

“Cada vez que la trascendencia recae en la inmanencia se da una degradación de la existencia “en sí”, de la libertad en facticidad; ésta caída es una falta moral si es consentida por el sujeto; si le es infligida, se transforma en una frustración y una opresión; en ambos casos es un mal absoluto.” En la filosofía existencialista la asunción de la libertad y el ejercicio de la trascendencia es un imperativo moral, obrar de modo contrario es actuar de mala fe, y la mala fe es considerada un error, una falta moral. Lo que me diferencia, ontológicamente hablando, de las cosas, es que soy ser-para-sí, es decir, conciencia y como tal debo asumir mi libertad desde la que haré mis elecciones, mis proyectos, en definitiva, la construcción de mi ser. Por lo tanto, si no hago nada, si no me trasciendo, me convierto en un objeto, una cosa, un ser en sí, en definitiva, pura inmanencia. Esta renuncia de la libertad y posterior caída en la inmanencia es, como dice Beauvoir; “una falta moral si es consentida por el sujeto”, uno puede adoptar una postura nihilista de no elección, pero esta decisión es ya una elección tomada desde la mala fe. Sin embargo, la caída en la inmanencia no siempre es elegida por el sujeto desde su mala fe, existen casos en los que esta inmanencia es infligida; cuando alguien desde el exterior nos impide realizar nuestra trascendencia mediante actos y decisiones que son ajenos a nosotros mismos, y que terminan por convertir nuestra existencia en frustrada y oprimida. Por eso, antes de juzgar cualquier conducta debemos tener en cuenta la situación. No obstante, en cualquiera de los dos casos, bien sea por mala fe o por opresión, la caída de la transcendencia en la inmanencia, es considerada por Beauvoir, “un mal absoluto.”

Beauvoir comienza a escribir esta obra en el año 1946 y lo publica años más tarde, en 1949, en la editorial Gallimard. El segundo sexo es un ensayo que está escrito desde una perspectiva muy personal, ya que comenzó a redactarlo cuando reflexionó, a raíz de una conversación que mantuvo con Sartre, sobre lo que había significado para ella el hecho de ser mujer:

Nunca había tenido sentimiento de inferioridad, nadie me había dicho: “Usted piensa así porque es una mujer”; mi femineidad no me había molestado nada. “Nunca, le dije a Sartre, eso ha contado para mí.” “Sin embargo, no has sido educado de la misma manera que un muchacho: habría que mirar más de cerca.” Miré y tuve una revelación: este mundo era un mundo masculino, mi infancia se había alimentado de mitos forjados por los hombres y de ninguna manera había reaccionado como si fuera un muchacho.

Así, Beauvoir dejó a un lado su idea inicial de escribir un libro sobre sí misma para realizar un análisis existencial de la condición femenina en cuanto colectivo humano.

Si en un principio y desde una posición de gran imparcialidad Beauvoir se sentía, en sus relaciones con sus compañeros, una igual al hombre, pronto advirtió que, sin embargo, sus situaciones habían sido y eran diferentes:

De modo –afirma Beauvoir- que hay desde el principio otra situación: es esto lo que he descubierto, y lo que me ha hecho escribir El segundo sexo. Pues me di cuenta de que si profundizaba, no era verdad, no había tenido una infancia de chico, no había estado situada como un chico: no había leído los mismos libros, encontrado los mismos mitos, etc. Pero para mí, esto refleja el mundo tal y como se da. Si bien que en efecto (haría falta, como dice Stendhal), “derribar todo el bosque”) no veo la posibilidad, mientras este mundo no cambie radicalmente, de criar una niña –o un niño, por otra parte- de modo que suprimamos en ellos la conciencia de esta diferencia. ¡Esto plantea, por supuesto, problemas peliagudos!

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