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Ensayo sobre el discurso de la dignidad del hombre


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2018  •  Ensayos  •  1.304 Palabras (6 Páginas)  •  199 Visitas

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Grande Navarrete José Eduardo

Ensayo sobre el discurso de la dignidad del hombre.

El discurso de Pico della Mirandola sobre la dignidad del hombre fue la expresión más famosa del credo humanista, al cual aportó una interpretación filosófica nueva con base en la libertad que el hombre tenía de elegir su propio destino[1]  y determinarse en cualquier criatura de la escala divina. Este escrito comienza fusionando los escritos árabes con los griegos al hacer coincidir el mismo criterio en dos puntos históricos que podrían parecer muy distantes a simple vista; la convergencia es precisamente la maravilla con la que dos hombres hablan de su propia raza, un milagro cuando se le mira detenidamente. Y sin duda, el tercer hombre que comparte el pensamiento es el joven Giovanni, pero hay que hacer una precisión, pues a pesar de que ha llegado a la misma conclusión de maravilla por sus congéneres, el camino lo marca diferente, es decir, los argumentos para que exista tan grandiosa admiración por el hombre son de un origen aún más excelente que los izados por sus mentores. Y a continuación desecha los que hasta ese momento eran argumentos suficientes para declarar al hombre objeto de admiración, amasa una gran cantidad de ideas de muchos autores (incluidos libros sagrados) que aún retumban en el tiempo y que mantienen ese aire herético al atreverse a interpretar la palabra que Dios dio al hombre por medio de las escrituras divinas, y no conforme con el cuestionamiento a su sistema de creencias, también hace un sincretismo junto a las doctrinas de las que pudo mamar en sus viajes, pues Pico visitó las grandes bibliotecas de la vieja Europa asimilando las principales tradiciones de pensamiento de la antigüedad y el medievo.

Su curiosidad abarcaba también idiomas y el pensamiento árabe y hebreo y, como primer erudito occidental familiarizado con la cábala judía, intentó el influyente paso de reconciliar ésta con la teología cristiana y asociarla con la tradición platónica, pues hay que considerar que en la filosofía de Platón y de Aristóteles ocupan un lugar central el hombre y su alma, su excelencia y su felicidad última[2], subyaciendo como hilo conductor en todos ellos la presencia humana con un carácter especial dentro del orden que visionan.

Vemos este convencimiento sobre el lugar preeminente del hombre como centro de la creación en el discurso de Pico en las líneas donde dice haber comprendido en qué consiste la suerte que le ha tocado al hombre en el orden universal, no sólo envidiable para las bestias, sino para los astros y los espíritus ultramundanos. En una suerte de génesis resumido acepta a Dios como entidad creadora del todo, le atañe la capacidad de arcana sabiduría para diseñar ésta mansión mundana que habitamos, nos dice como ha embellecido el manto celeste con las nubes y cuerpos celestes, además de haber cubierto con una turba de animales de toda especie las partes viles y fermentantes del mundo inferior[3].  Así después de haber concluido esa magnánima obra éste gran arquitecto deseaba que hubiese alguien que comprendiera la razón de una obra tan grande, amara su belleza y admirara la vastedad inmensa[4], cual artista que habiendo concluido su mejor obra sólo desea que el sentido de la misma nazca con la comprensión de su mensaje. ¿Acaso algún tipo de deseo se puede dar en un ser omnipotente?, o es sólo que el deseo humano y divino son distintos a pesar de que el hombre es la imagen y semejanza del gran Arquitecto. Cualquiera que sea la respuesta sale de los cánones hasta ese momento vigentes, pues la reinterpretación que se hace de esta creación alude a Moisés y Timeo.  Nos indica que la solución que Dios encuentra es el hombre, a quién le da en común la totalidad con la vasta creación, ya que no le resta materia prima para su necesaria y servil última obra, aunque es de resaltar que Pico menciona que el siervo llamado hombre elogiaría la generosidad espléndida de Dios a través de los demás seres, sin lamentarse en sí mismo de aquella misma generosidad. Así deja al libre arbitrio del hombre la capacidad para determinarse en cualquiera de las creaciones inferiores que son las bestias o bien, según su ánimo, en las realidades superiores que son divinas, como los ángeles, ¿o incluso el mismo Dios? En este punto es inevitable pensar que dentro de las creaciones realizadas por Dios se le haya dado capacidad ilimitada al hombre, por lo cual en cierto modo sería posible al menos rozar con la yema del dedo índice al mismo creador, sintiéndonos representados en el Adán que yace en la cúpula de la capilla Sixtina.  Esta idea queda más circunscrita cuando Pico nos indica que al hombre, desde su nacimiento, el Padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida y, según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se replegará en el centro de su unidad, transformado en un espíritu a solas con Dios, en la solitaria oscuridad del Padre[5]. Por lo cual esta divinidad casi imposible sí que está al alcance de los hombres y no habrá que esperar hasta que la muerte lleve a su concreción y unificación en el todo.  

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