Entre Los Muros

La reflexión informada, la enseñanza de la represión de los impulsos de transpolación inmediata y mecánica de los casos y los ejemplos, el ordenamiento de datos,la construcción del concepto abstracto (inclusive la argumentación sin ejemplos), la contextualización, la historización de los fenómenos, la multi y la inter discilplinariedad para la comprensión (no digo cabal, sino densa) de los fenómenos no tienen forma de fiesta sino de resaca, de esfuerzo, de reposición. Recuperar el “horas culo” de nuestros abuelos, y recuperar los pisos socialmente construidos, nadie aprende desde cero, nada nuevo puede aprenderse sin retomar lo que otros antes ya han aprendido y transmitido sobre lo mismo. Que mas no sea para retrucarlos, para discutir esos saberes, para plantearse un proyecto superador, pero la construcción de conocimiento siempre exige el diálogo con los esfuerzos sistematizadores de los demás.

Si bien es cierta la frase freireana de que los estudiantes no son “tábula rasa” los conocimientos tampoco empiezan cuando un estudiante se hace la primera pregunta o lanza la primera piedra, ellos ya tienen sus caminos hechos, ya tienen sus plafones culturales que los hacen encajar de una manera u otra en los dramas de la civilización actual, no es de libre albedrío el abordaje, eso también se aprende y no siempre el lenguaje de cuerpo, el de la teatralización, el de la dramatización forzada nos enseña a hacer las mejores preguntas.

La educación es ese arte que ayuda a comprender para construir alternativas. Pero comprender no es sentir, comprender no reviste solo las formas de las compenetraciones sensoriales e individuales. Comprender exige muchas veces despojarse del actor que uno es para asimilar el mundo con otros ojos, con lenguajes ya construidos que deben ser recreados, con mundos que no se erigen solo con mobiliario de mampostería. La educación debe plantearse un desafío dialógico complejo que multiplique las miradas para construir nuevos problemas que exijan el desarrollo de otra camada de miradas nuevas. Tal vez La Ola da respuesta a una parte de esas necesidades básicas insatisfechas de la educación de la mirada, da cuenta de los básico que resulta el compromiso, le falta arrollarnos en la marea otras motivaciones, las que al “hacer como que” le agregamos las ganas por investigar, con paciencia, con lentitud, con perseverancia los “hacer como que” de los autores anteriores. Así podremos hablar de diálogos más densos y multiactorales y no contentarnos con estrenar monólogos con poco ropaje.

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