Fernando Mires - el fútbol, la política y la vida
cesarperu24Tutorial10 de Diciembre de 2014
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Fernando Mires - EL FÚTBOL, LA POLÍTICA Y LA VIDA (un ensayo)
1.
A más de alguien puede sorprender el título del presente ensayo. O considerar como inusual que el fútbol, un deporte, un simple juego, pueda ser comparado con la política que no es un juego (de lo que no estoy muy seguro) o con la vida, pues con la vida no se juega. ¿Qué tiene que ver el fútbol con algo tan serio como la política? Y, aparte de que el mundo del fútbol pertenece a los vivos ¿qué tiene que ver con la vida?
Mi respuesta es la siguiente: todo lo que hacemos es una proyección de la tragedia humana: la de sostenernos en esta vida a través de la búsqueda de un significado que le dé un sentido que nunca sabremos cual es. Pero ¿no es ésa acaso una tarea que corresponde a la filosofía o a la religión? En lo que tiene que ver con la filosofía sólo atino a responder: efectivamente, es una tarea de la filosofía, pero -convengamos en algo- no existe una filosofía “en sí” y si existiera, sólo sería una filosofía de la filosofía. Algo bastante absurdo, por lo demás.
La filosofía -que es el amor por el saber- busca siempre al objeto de “su” deseo. Así, hay una filosofía del amor, una filosofía de la existencia, una filosofía de la sociedad y, por cierto, puede haber –no hay nada que contradiga esa posibilidad- una filosofía del fútbol. Y en lo que tiene que ver con religión, yo sostengo la tesis de que muchas de las actividades que consumen nuestros días, provienen de la religión o, lo que es casi igual: de un ambiente impregnado por la religión. El fútbol también. Más todavía: pienso que el fútbol es una actividad que se encuentra -aún más que la política- impregnado por la religión o, por lo menos, por un sentido religioso de la vida. Para explicar esa opinión debo aclarar tal vez que es lo que entiendo por religión. En ese punto sigo un postulado de Spinoza.
Según Baruch Spinoza (1632-1677) hay que hacer la diferencia entre una creencia y una religión.
Spinoza sostenía que la religión es un obstáculo para la creencia, afirmación que le valió ser condenado por la Sinagoga y por la Iglesia ¡y al mismo tiempo! La diferencia es la siguiente: creer es pensar que la existencia no limita consigo y que, por lo mismo, hay una infinitud, una absolutidad, en fin un Dios que está más allá y más acá de todo. La religión en cambio, es un sistema de ritos y rituales colectivos destinado a mantener viva una creencia en el marco determinado por diversas culturas, tradiciones y costumbres.
Que las prácticas religiosas pueden ser separadas de la creencia, lo sabemos todos. Basta asistir a una eucaristía y observar como muchos fieles no tienen la menor idea del sentido de los rituales y ceremonias que practican. Hay, por ejemplo, quienes comen, ayunan, rezan, se inclinan o postran, comulgan, y viven según determinados “mandamientos”, pero jamás se han detenido a pensar en la infinitud, en la vida después de la muerte, o en el vacío terrible que nos rodea cuando no creemos en nada. A veces ocurre algo parecido en los estadios de fútbol.
Recuerdo una vez, cuando observando a los hinchas de Manchester United, me di cuenta de que muchos de ellos daban sus espaldas al juego, tan concentrados estaban en gritar a favor de su equipo. De pronto Manchester hizo un gol; algunos hinchas se dieron vuelta a mirar con desinterés lo que pasaba en el campo de juego y luego siguieron de espaldas gritando a favor del Manchester. La verdad es que a esos hinchas les interesaba tanto el juego como a muchos religiosos la relación de la vida con la eternidad. Con razón, otro judío tan o más heterodoxo que Spinoza -sí, me refiero a Freud- comparaba las prácticas religiosas con la neurosis, tanto con las individuales como con las colectivas. Y quizás es así: el mundo del neurótico es muy religioso. Y el mundo del religioso es muy neurótico. Tan neurótico como el mundo del fútbol. Debo quizás agregar que no estoy hablando de la neurosis en sentido clínico sino en el sentido a-clínico de Freud, a saber: como una propiedad de la condición humana orientada a distraer nuestra atención de esa mortalidad que escondida como un tigre en el fondo de una caverna nos aguarda a todos.
En fin, la religión es una práctica que asegura nuestras identidades frente a los nos-otros y frente a los vos-otros. En la creencia, en cambio, perdemos nuestra identidad en ese todo sin comienzo ni fin que es Dios. Visto el tema desde esa perspectiva, el fútbol contiene en sí más elementos religiosos que la política. Me explicaré a continuación.
Los seres humanos buscan siempre su identidad (ser iguales a sí mismos), y cuando no la encontramos, nos inventamos una. Sin embargo, y de acuerdo a Michael Walzer, hay identidades “ligeras” e identidades “duras”. Estas últimas son las identidades nacionales, religiosas y –agrego yo- las futbolísticas. A las primeras pertenecen, o deben pertenecer, las políticas. Pero hay un problema: el ser humano –de eso estoy convencido- es un animal religioso, quiera o no, ya que si no seguimos una religión terminamos por rendir culto a cualquier cosa. Puede ser un artista, un cantante, un prójimo, un político, un auto o un futbolista. Sin embargo, las identificaciones “duras” no son intercambiables.
No cambiamos de religión y de nacionalidad todos los días. De las misma manera, un hincha de Boca nunca será de River, ni uno del F. C. Barcelona jamás del Real Madrid. Esa es la razón, opina Michael Walzer (“Thick and Thin”, Indiana 1996), por la cual los antagonismos religiosos y étnicos son tan difíciles de resolver pues no son intercambiables. Los futbolísticos tampoco. En cambio, los conflictos políticos deben ser, por su propia naturaleza, intercambiables, ya que si no fuera así la política no funcionaría. En el caso de que no fueran intercambiables, las elecciones –y sin elecciones no hay política- estarían de más ya que de antemano sabríamos quienes van a ganar. Esa es la razón por la cual es tan difícil implantar usos políticos en países que se rigen por la norma religiosa. En Irak, por ejemplo, sólo hay dos “partidos”: los chiítas que conforman algo así como el 80% de la población y los sunitas que constituyen el 10%; y el resto, otras confesiones. En cada elección los chiítas están condenados a ganar y los sunitas a perder. No hay lucha por la mayoría, y esa es la sal de la política.
Por supuesto, hay personas que hacen de la política una práctica sacrosanta. Pertenecen a la misma organización casi desde que nacen, adscriben a una ideología sin dudar jamás, adoran con devoción a determinados dirigentes, incluso a malvados dictadores, y aunque la historia los contradiga, serán fieles a su partido hasta que la muerte los separe. El mismo vocabulario que usan es religioso. Quienes disienten, serán llamados “renegados” Quienes cambian de posición política, serán “traidores”. En fin, ellos no “están” en un partido; “son” de un partido.
De más está decir que vivir la política como religión lleva a la destrucción de la política. Porque la política la inventamos para resolver nuestros antagonismos discutiendo y argumentando en un juego de posiciones que cada vez es, y debe ser, distinto al anterior. En el fondo, los devotos de la religión política son seres radicalmente frustrados pues intentan encontrar en la política lo que la política nunca les dará a menos que la política deje de ser política. No ocurre así con el fútbol.
Yo -para ponerme como mal ejemplo- “soy” del Colo Colo y lo seré hasta la muerte y más allá de la muerte también. Mas, jamás “seré” de una ideología o de un partido, y mucho menos de un líder, “para siempre”. El fútbol, en ese sentido, es un sustituto de la religión. Pero no nos olvidemos: no es más que un juego. La política en cambio, si es también un juego, no tiene nada que ver con la eternidad. La política es presente, siempre presente, y nunca el presente de hoy será el del mañana. A diferencias de la religión que fue hecha de una vez y para siempre -a nadie se le va a ocurrir cambiar un mandamiento por otro- la política se hizo para comenzar cada cierto tiempo de nuevo, ajustando cuentas con la historia para poner al día nuestros ideales e intereses. O permítaseme expresarme de un modo algo metonímico: la religión viene del cielo, el fútbol del Olimpo, y la política, del centro de la tierra.
2.
Aparte de la relación con el tiempo, la política y el fútbol tienen mucho que ver entre sí; aunque no quiero decir que la política determine al fútbol ni mucho menos al revés. Mas, como ambas son actividades que emergieron en un universo impregnado por lo religioso, hay entre política y fútbol una relación sobredeterminada, de modo que encontramos muchos elementos que son de la política incrustados al interior de la lógica futbolística. Sobredeterminación significa-en su sentido freudiano- que entre dos instancias existe una determinación recíproca hasta el punto que es imposible separar lo determinado de lo determinante y eso es lo que ocurre entre política y fútbol lo que no nos debe extrañar puesto que ambas son fuentes de identidades colectivas.
De que modo el fútbol puede llegar a ser un medio de formación de identidades en la construcción imaginaria de una nación, lo demuestra muy bien el conocido libro de Pablo Alabarces titulado “Fútbol y Patria”- “El fútbol y las narrativas de la nación en la Argentina” (Prometeo, Buenos Aires 2002).
“Fútbol y Patria”, de las que conozco, es una de las mejores síntesis de la historia social de Argentina. El problema es que el autor parece que no sabe mucho de fútbol. Yo no entiendo,
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