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El Futbol Un Estilo De Vida

aqma2 de Diciembre de 2014

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El misterio de la fecha

Muchas cábalas se han hecho los expertos sobre la primera vez que se jugó en Colombia un partido de Fútbol y sobre quiénes fueron los iniciadores en nuestro país de ese deporte que, como en el resto del mundo, provocó en el siglo XX una pasión individual y a la vez multitudinaria. Por aquello del orgullo regional, muy plausible, los barranquilleros aseguran que las primeras patadas al balón en Colombia se dieron en Barranquilla en 1904. Otros más sitúan esta fecha histórica en Pasto en 1909, y así corren otras dos o tres versiones sobre los comienzos del balompié colombiano. La página web de la Federación Colombiana de Fútbol (http://www.futbol.org/federacion/historia.htm) es tajante al afirmar que “La historia no registra una fecha precisa sobre la llegada del fútbol a Colombia. Algunos hablan de 1900, otros de 1906, unos más de 1909… En fin, a principios de siglo”.

Pero la fecha existe y no es ninguna de las anteriores. El fútbol llegó a Colombia en 1892, por iniciativa del entonces director de la Escuela Militar, el coronel Estadounidense Henry Rown Lemly, quien lo instituyó allí y estableció un reglamento de acuerdo con los que regían el deporte del football en Inglaterra (ver recuadro). El 22 de junio de aquel año, tras la difusión del reglamento en el diario bogotano El Telegrama, se jugó la primera partida de fútbol entre dos equipos de la Escuela Militar organizados por el coronel Lemly, con asistencia del Presidente de la República, Miguel Antonio Caro, y de un público no muy numeroso, en una cancha improvisada en uno de las patios de la Escuela, entonces ubicada en San Agustín, en la sede del antiguo convento de los padres agustinos.

Diez años después

De modo que sí. Aunque el dato podría no agradar a los barranquilleros, ni a los pastusos, que reclaman para sus ciudades el honor, el fútbol colombiano se jugó por primera vez en Bogotá, y también por segunda vez.

Escaso fue el entusiasmo del público, así en Bogotá como en el resto del país, por la propuesta futbolera del coronel Lemly. El deporte en general no era un asunto de interés para los colombianos, que tenían inquietudes intelectuales, artísticas, musicales, y en ningún caso deportivas. Los entretenimientos favoritos de nuestro público finisecular eran el teatro, la ópera, la lectura, los conciertos, y en ocasiones el ciclismo. El fútbol fue objeto de un desdén soberbio. Sin embargo los muchachos de la Escuela Militar lo siguieron practicando con asiduidad y como parte de sus ejercicios de entrenamiento, hasta que vino la guerra del 99 y tuvieron que dejar las patadas al balón para empuñar sus fusiles e irse a matar compatriotas, o a ser muertos por ellos, gracias a la insensatez homicida de nuestras capas dirigentes.

A mediados de 1902, y agonizante la terrible guerra de los Mil Días, un grupo de bogotanos conscientes de que el conflicto agonizaba, y de que era indispensable crear hechos de paz, tomaron la iniciativa de organizar el Polo Club de Bogotá. Eran sus promotores don Alvaro Uribe y los hermanos Joaquín y Tomás Samper Brush, personas a quienes Colombia les debe no solo el haber puesto en marcha el deporte nacional, sino otros muchos aportes que le ayudaron al país a vivir en paz y a conectarse con el siglo XX. Habían terminado sus estudios ese año en Inglaterra, y estaban de regreso en Bogotá, los hermanos José María y Carlos Obregón, que se unieron con entusiasmo a la empresa deportiva de Uribe y los Samper, propusieron que el fútbol fuera uno de los sports auspiciado por el Polo Club, y se pusieron a la tarea de organizar los primeros equipos y el primer match en público. El 20 de junio de 1902 El Nuevo Tiempo publicó un reglamento de Fútbol elaborado por José María Obregón, más específico y detallado que el del coronel Lemly en 1892.

José María y Carlos Obregón fundaron a continuación el Football Club de Bogotá, pusieron su empeño en adecuar una cancha (o ground) en Teusaquillo, y el domingo 7 de septiembre una multitud de doscientas personas, integrada por damas y caballeros de la sociedad bogotana, presenciaron el reñido encuentro entre los dos primeros clubes de fútbol que actuaron en Colombia, el partido Rojo y el partido Blanco. Por el Rojo alinearon Eduardo Franco en la portería (goal keeper); Eugenio Duffo (francés) y Alfonso Uricoechea en la defensa (fold backs); Jorge Mason (inglés) y Pantaleón Gaitán en el medio campo (half backs); y Arturo González, Vespasiano Jaramillo, Ernesto Ponce y Jorge González en la delantera (forwards); Por el Blanco, Carlos Jaramillo en la portería; Fulgencio Roa y Gabriel Martin (colombo inglés) en la defensa; Santiago Vargas, Alberto Patiño y Hernando Patiño en el medio campo; y Ramón Lozano, Angel María Uricoechea, Luis Patiño, Carlos Navarro y Alberto Reyes en la delantera. Como se ve el equipo Rojo apenas pudo completar nueve jugadores, mientras que el Blanco salió a la cancha de Teusaquillo con los once de la alineación reglamentaria y en el esquema del 1-2-3-5. Como árbitro actuó el señor Gustavo Parra. Directores técnicos: José María Obregón por los blancos y Carlos Obregón por los Rojos. Capitanes: por los blancos Angel María Uricoechea; por los rojos Jorge González. Teller, el primer redactor deportivo que tuvo Colombia, hizo en El Nuevo Tiempo un breve relato del primer partido de fútbol en Colombia ante el público, del cual se deduce que el tiempo total del encuentro se acordaba entre los contendientes antes de comenzar, y que para el caso del de Rojos versus Blancos se fijó en dos tiempos (o partidas, o chicos) de treinta y cinco minutos cada uno, con descanso de quince entre uno y otro. Para ganar el match un equipo debía vencer en ambos tiempos. Si había empate se convocaría a un segundo partido y si persistía el empate, a un tercer partido y sucesivamente hasta que uno de los bandos derrotara al rival y se proclamara campeón.

Rojos contra Blancos

Así cuenta Teller cómo se desarrolló el primer partido de fútbol en Colombia: “Lanzado que fue el ball por el capitán de los blancos, y después de gran número de ataques y defensas, el forward José María Uricoechea hizo el primer goal a las 10 y 5 a. m. Inmediatamente después se tocó descanso de quince minutos. Terminado se dio principio a la segunda partida, la cual duró hasta las once menos cinco, sin que ninguno de los dos partidos [equipos] la decidiera, quedando por lo tanto aplazada hasta el domingo próximo, en que se jugarán las dos partidas que faltan para terminar el match”. La Junta Directiva del Football Club citó para el domingo siguiente, 14 de septiembre, a las 8.30 de la mañana en el ground de Teusaquillo y encareció a los socios la puntual asistencia a la hora indicada. El cronista Teller cedió la palabra a Sportmens, quien narra los incidentes del segundo encuentro: “Cuando llegamos al ground ya los jugadores estaban colocados en los sitios que a cada cual le correspondían; los blancos, con su capitán Angel María Uricoechea, ocupaban el lado sur, y los rojos con el suyo, señor Jorge A. González, el lado norte, y prontos a disputarse con ardor la victoria. Después de más de media hora de lucha, en que demostraron los dos partidos contendores su agilidad y destreza, el capitán de los rojos, señor Jorge A. González, hizo dos goals, ganando estos por tal hecho dos juegos. Enseguida se les dio un descanso de 30 minutos y volvieron a la lucha, pero esta vez sin resultado alguno. Ya cerca de las once a. m. el juez dio la señal de terminada la partida, quedando los rojos desafiados por los blancos para el domingo próximo a las ocho y media a. m.”.

Se mantenía, pues, el empate. Los blancos habían ganado el primer match y los rojos el segundo. Sin darse cuenta, la ciudad se encontró divida entre hinchas de los blancos e hinchas de los rojos, y para el tercer partido, que sólo se pudo efectuar quince días después, el 28 de septiembre, la cancha de Teusaquillo estaba rodeada por casi dos mil espectadores, y se hicieron presentes desde temprano redactores de los dos diarios que se publicaban en Bogotá, El Nuevo Tiempo y El Comercio.

Para el tercer partido los rojos se reforzaron con un jugador más. Leo Kopp (alemán) sustituyó a Pantaleón Gaitán, entraron Eduardo Pombo y Emilio Samper y quedaron con diez hombres. Los blancos mantuvieron los once de su alineación original. “A las 9: 30 –relata El Nuevo Tiempo—se dio principio a la partida, la cual duró tres cuartos de hora, sin que ninguno de los dos grupos lograra vencer a su contrario. Dada que fue la señal de terminar el descanso de 15 minutos, volvieron a empezar; pero esta vez los rojos al lado sur y los blancos al norte. ¡Qué espectáculo tan interesante fue desde ese momento la partida! Los rojos, atacados en su amor propio, pues eran los desafiados, se lanzaban veloces sobre sus contrarios, hacían mil estratagemas y grandes esfuerzos por vencerlos, y los otros, convencidos de su fuerza y destreza, paraban todos los ataques con una maestría grande. De pronto hubo un momento en que la defensa era cosa más que imposible; en tal momento aprovechó la oportunidad el señor Vespasiano Jaramillo e hizo un goal magnífico, y dio con éste fin a la partida, la cual ha sido una de las más interesantes y disputadas que hasta hoy se han jugado”. El Comercio nos da su versión, que coincide con la de su colega y la complementa: “A las 9: 30 ante un buen número de espectadores, se dio principio a la partida. El partido Blanco –el que lanzó el desafío—ocupando el lado norte, y el Rojo –el desafiado—el lado sur. Pintoresco, podemos decirlo, era el golpe de vista que presentaban los jugadores, todos de uniforme y resueltos ambos a no dejarse vencer de

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