Filosofia De La Revolucion Mexicana
luisramon404010 de Febrero de 2014
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LA FILOSOFÍA DE LA REVOLUCIÓN MEXICA
• 1. Cuadernos Políticos, número 5, México D.F., Julio-septiembre de 1975, pp. 93-103Arnaldo CórdovaLa filosofíade la Revolución ∗Mexicana En la concepción dominante de la historia de la cultura en México, por lo que toca a laideología y en particular a la filosofía de la Revolución Mexicana, ha hecho su asientoinconmovible un sencillo lugar común: la ideología y la filosofía oficiales del porfirismoeran positivistas; la ideología y la filosofía que se opusieron a aquellas y que finalmentetriunfaron de las mismas fueron "antipositivistas", dejando como en suspenso la evidencia deque el antipositivismo" que destruyó las concepciones oficiales porfiristas fue un"antecedente", un "preparador", el "otro aspecto", su lado "humanista", o por lo menos un"coetáneo" del movimiento social de la Revolución Mexicana. Si la filosofía oficial delporfirismo era positivista, lo más lógico resulta pensar que la filosofía "de" la Revolución fueantipositivista.1 Y aquí el mérito corresponde, como es bien sabido, al grupo de jóvenesintelectuales que se reunían en el Ateneo de la Juventud y en el que destacaban Antonio Casoy José Vasconcelos.El meollo del argumento (también esto es muy conocido) consiste en satanizar el positivismoy santificar el antipositivismo en una visión maniqueísta de la historia en la que,naturalmente, el bien triunfa sobre el mal. Un buen ejemplo de esta oposición maniqueísta loofreció Vicente Lombardo Toledano en 1930 en un artículo que se hizo famoso entre losestudiosos de las ideas de México. Para Lombardo, el positivismo porfirista " ...se basaba enla creencia de la esterilidad de toda búsqueda concerniente a las causas de la vida y delmundo, declarando a priori la incapacidad del hombre en ese empeño; circunscribió lainvestigación a los hechos positivos y sobre éstos asentó la ética, que resultó, lógicamente,una norma inspirada en las leyes de la biología general. De acuerdo con éstas, la vida socialno es sino la prolongación de la lucha por la existencia que se cumple en todos los órdenes Ponencia presentada en el Coloquio Nacional de Filosofía realizado en la ciudad de Morelia del 4 al 9 deagosto de 1975.1 Un autor ha extremado los términos y afirma, sin más, que: "La filosofía en México se presenta en el siglo XXcomo una revolución en gran escala contra el positivismo" (Patrick Romanell, La formación de la mentalidadmexicana. Panorama actual de la filosofía en México. 1910-1950. El Colegio de México, México, 1954, p. 66).
• 2. del mundo orgánico; triunfan los aptos, perecen los impreparados; debe protegerse enconsecuencia a los que han sabido vencer. El derecho debe amparar la libertad humana,instrumento natural de la lucha por la vida, y el f r u t o de la libre concurrencia de lasacciones: la propiedad, dada quien posee, en conclusión, lo que debe poseer, porque es loque ha podido lograr en el juego natural de las fuerzas sociales. Así, mediante este soritescuya primera premisa proporcionan la doctrina positivista y la biología, pretendiójustificar la dictadura porfirista la desigual distribución de la riqueza pública y latremenda separación espiritual entre la minoría privilegiada y las masas incultas denuestro país, empleando para ello la escuela, que le dio prosélitos entre los que crean yorientan la opinión pública, la prensa, el pulpito y la tribuna política".2 La condena del"sorites" porfiriano es ya evidente en el modo mismo como se expone: la oposición entreel fuerte y el débil se sostiene como una auténtica ley de la selva, animalesca, ferina,inhumana, con una total ausencia de sentimiento piadoso hacia el débil, que esprecisamente, como en el cristianismo antiguo, lo que constituye la esencia de lo humano.El mismo Lombardo, que en 1930 todavía andaba haciendo su aprendizaje del marxismo,resume los términos en que la generación del Ateneo (y en primer lugar Antonio Caso)llevó a cabo la crítica del positivismo porfirista: "Contra el darwinismo social opuso elconcepto del libre albedrío, la fuerza del sentimiento de responsabilidad humana que debepresidir la conducta individual y social; contra el fetichismo de la Ciencia, lainvestigación de los primeros principios; contra la conformidad burguesa de lasupervivencia de los aptos la jubilosa inconformidad cristiana de la vida integrada porricos y miserables, por cultos e incultos y por soberbios y rebeldes. Pensó, con razón, queera preciso acercar otra vez el espíritu a las fuentes puras de la filosofía y de lashumanidades, y que era menester generalizar estas ideas no sólo entre la clase ilustradasino también entre el pueblo."3Pero, ¿se puede decir realmente que la de los ateneístas fue la filosofía de la RevoluciónMexicana? Desde luego ellos no fueron los primeros que sometieron a crítica las ideaspositivistas; liberales herederos del movimiento de Reforma de mediados del siglo pasado ycatólicos militantes se habían distinguido en brillantes batallas ideológicas contra los2 Vicente Lombardo Toledano, "El sentido humanista de la Revolución Mexicana", en Universidad de México, t. I,n. 2, diciembre de 1930, p. 96.3 Op. cit., pp. 96-97.
• 3. positivistas;4 pero la llamada generación del Centenario aparece justo en los momentos enque se desarrolla el movimiento democrático del maderismo, dando a su actividad unsentido que de otra manera le vendría a faltar por completo; por lo menos, estacircunstancia histórica hace que se plantee legítimamente la cuestión de si ellos fueron loque se puede llamar "filósofos de la Revolución". Las respuestas a esta cuestión, como esfácil suponer, son variadísimas y contrapuestas, desde las que afirman que los ateneístasfueron los "revolucionarios del pensamiento" que completaron la obra de los"revolucionarios de la realidad" o por lo menos la prepararon; hasta los que preconizanque ellos, los ateneístas, no tuvieron gran cosa que ver con la Revolución. A continuaciónreseñamos las que nos parecen más ilustrativas de esas opiniones.El citado Lombardo Toledano, por ejemplo, sostiene: "El otro grupo [el de los"revolucionarios de la realidad"] no estaba compuesto de intelectuales como los delAteneo: unos eran parias iluminados, otros ardían en el fuego de la doctrina anarquista.Mientras los restauradores de la filosofía y de las humanidades demolían con laconferencia la tesis darwinista, burguesa, de la vida social, los otros luchaban con lapalabra y el fusil por derrocar las instituciones burguesas. Los unos invalidaban el régimenen sus cimientos más hondos, los otros acometían la empresa de derribar el edificio mismode la dictadura. Tareas semejantes —subrayaba Lombardo— que la historia no debe dejarde valorizar unidas."5 Más cauto que Lombardo, Víctor Alba ve a la generación delAteneo, agregando a Justo Sierra, su mentor, como los precursores filosóficos de laRevolución: "... Justo Sierra, de modo mediato —escribe—, y la generación del Ateneo dela Juventud de modo inmediato, fueron precursores en el terreno filosófico, de latransformación ideológica que precedió [sic] a la Revolución y que la hizo posible. ElAteneo de la Juventud, fundado en 1908. ejerció una gran influencia indirecta en laevolución de las ideas sociales. En su tribuna, Antonio Caso se alzó contra el positivismo,y con ello puede decirse que rehizo una virginidad ideológica a las nuevas generaciones,que así pudieron asimilar ideas más recientes, libres ya de trabas, y deducir de ellas lo queconvenía al país, lo que se adecuaba a su realidad social".64 Cf., Leopoldo Zea, El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia. Fondo de Cultura Económica,México, 1968, pp. 441 y ss.5 Vicente Lombardo Toledano, op. cit., p. 105.6 Víctor Alba, Las ideas sociales contemporáneas en México. Fondo de Cultura Económica, México-BuenosAires, 1960, p. 138.
• 4. En contraposición con estos autores, don Alfonso Reyes, en sus años miembro del Ateneo dela Juventud, sostuvo como muchos otros intelectuales de su generación, que la Revolución,de hecho, se había desarrollado "sin ideas" o por lo menos "al margen de las ideas". Enefecto, escribía: "...la Revolución Mexicana brotó de un impulso mucho más que de una idea.No fue planeada. No es la aplicación de un cuadro de principios, sino un crecimiento natural.Los programas previos quedan ahogados en su torrente y nunca pudieron gobernarla. Se fueesclareciendo sola conforme andaba; y conforme andaba, iba descubriendo sus razones cadavez más profundas y extensas y definiendo sus metas cada vez más precisas. No fuepreparada por enciclopedistas o filósofos, más o menos conscientes de las consecuencias desu doctrina, como la Revolución Francesa. No fue organizada por los dialécticos de la guerrasocial, como la Revolución Rusa, en torno a las mesas de La Rotonde, ese café de París queera encrucijada de las naciones. Ni siquiera había sido esbozada con la lucidez de nuestraReforma liberal, ni como aquélla, traía su código defendido por una cohorte de plumas y deespadas. No: imperaba en ella la circunstancia y no se columbraban los fines últimos. Sugran empeño inmediato, derrocar a Porfirio Díaz, que parecía a los comienzos todo supropósito, sólo fue su breve prefacio. Aun las escaramuzas del Norte tuvieron más bien elvalor de hechos demostrativos. Después, sus luchas de caudillos la enturbian, y la humaredade las disidencias personales tiene que disiparse un poco para que su trayectoria pueda reanu-darse. Nació casi ciega y, como los niños, después fue despegando los párpados. Lainteligencia la acompaña, no la produce: a veces tan sólo la
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