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Filosofia Y La Historia De Dios


Enviado por   •  1 de Junio de 2015  •  2.439 Palabras (10 Páginas)  •  334 Visitas

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El más adecuado terreno, el que se encuentra más sujeto a error e impostura, es el discurrir sobre las cosas desconocidas pues (…), la singularidad misma del asunto hace que les concedamos crédito, y luego, como esas cosas no forman la materia corriente de nuestra reflexión, nos quitan el medio de combatirlas. Por eso dice Platón que es mucho más fácil cautivar a un auditorio cuando se le habla de la naturaleza de los dioses que cuando se trata de la naturaleza de los hombres; (pues) la ignorancia de los oyentes procura libertad grande (a quien habla) al ocuparse de una cuestión oculta.(…); y aun cuando la variedad y continua discordancia de esos (la naturaleza humana y de los dioses) los lleva de un extremo al opuesto, de oriente a occidente, no por eso dejan de ser descifradores impertérritos, y con la misma pluma pintan lo blanco y lo negro.… (Michel Eyquem de Montaigne, “De la conveniencia de juzgar sobriamente de las cosas divinas”)

La filosofía y la religión comparten en esencia, las mismas cuestiones existenciales que tiene todo ser humano: buscan la verdad sobre la razón del ser, dios, el bien y el mal, etc. Por lo que a lo largo de la historia, filosofía y religión se han acercado y distanciado en distintos momentos para comprender o por lo menos tratar de explicar las distintas realidades de cada época.

Esta búsqueda del entendimiento del propio mundo ha llevado al ser humano a crear ciencia, religión y filosofía como las distintas herramientas que han permitido comprender el entorno humano y natural desde distintos puntos de vista en diferentes lugares del planeta.

Para el pensamiento europeo podemos considerar a Aristóteles como el filósofo que desde la Grecia antigua sienta las bases de la teología y la filosofía religiosa occidental, pues concibe a los dioses como elemento fundamental de la creación, pero al mismo tiempo los coloca al margen de todo lo existente. Esta concepción de dioses como factores de la creación y ajenos a lo creado se deriva de la proposición que hace el mismo Aristóteles al señalar una contraposición de “lo necesario” y “lo contingente”, alcanzando la idea de que tiene que haber forzosamente un ser o causa necesaria de la cual se derivarían todas las cosas contingentes. Ese ser debería ser necesario por sí mismo, y es a este ser que Aristóteles nombra “dios”.

Sin embargo para Aristóteles, ahí comienza y acaba el papel de Dios respecto a la intervención con las cosas contingentes que se habrían creado a partir de él. Puesto que por la propia naturaleza que tendría ese “Dios” queda impedida cualquier personificación del mismo. Porque ese Dios seria ni más ni menos que pensamiento puro, presente eterno, inmaterial e "inmutable".

Las deidades que describe Aristóteles son “seres” que no pueden tener deseos, pensamientos, emociones, forma, figura, atribuciones, etc. Pues aquellas características son exclusivas de lo contingente. Literalmente Aristóteles dice que Dios lo único que es y hace es "pensar pensamientos", "nóesis noéseos” (νόησις νοήσεως), aunque también hay que matizar el concepto de “pensar”, pues Aristóteles en realidad lo utiliza como un recurso analógico de algo que no puede definir; después de todo el mismo Aristóteles menciona que “pensar” es propio de “lo contingente”, además este “dios” no genera cualquier pensamiento de manera aleatoria, sino que esta deidad solo puede pensar sobre sí mismo: "pensarse constantemente", precisamente porque esa es la forma en que su "ser" es. Su pensamiento no puede dirigirse a nada más y, por supuesto, no a las cosas contingentes que han surgido de él de manera “accidental”.

Si bien entendemos que el “dios” de Aristóteles no se refiere en nada al dios cristiano (medieval ni anterior) la escolástica tomó los argumentos aristotélicos para demostrar su filosofía religiosa, alimentando de esta forma la concepción actual de “religión”, dotándole de un dios así como de un fundamento filosófico sobre la “religión”. Posteriormente la idea Aristotélica de dios será recuperada en el siglo XVII y XVIII, e incluso las visiones posteriores más “científicas” seguirán polarizadas por la idea de una religión deísta derivada del pensamiento aristotélico presente en todas la variantes de las religiones cristiana y musulmana.

De esta forma durante mucho tiempo la religión y su estudio no constituyó ningún problema y aunque existía el debate estéril sobre la existencia de dios, se daba por supuesto que el cristianismo y el monoteísmo judíos eran la única y verdadera fuente de “lo sagrado” y todo debía derivar de allí, por lo que durante más de un milenio la teología y el estudio de las religiones apelaba directamente a la fe en los fundamentos filosóficos de aquellas creencias religiosas como las únicas.

El estudio y la comprensión de las religiones giró entonces bajo aquellos fundamentos de la dualidad de “lo divino” y “lo humano” presentes dentro de las corrientes filosóficas de la patrística y la escolástica, representadas en los pensamientos de San Agustín y Santo Tomas de Aquino respectivamente, mismos que son considerados como los verdaderos autores de la filosofía cristiana.

La tarea que realizó la patrística fue la de iniciar la construcción de un pensamiento cristiano a partir del pagano. Esta tarea comenzó en Alejandría, con la creación de la escuela catequética cristiana “Didascalión”, en la que se introduce a las corrientes platónicas y estoicas, que condicionan desde sus inicios el posterior desarrollo del pensamiento cristiano. Esto impulsó la creación de los conceptos cristianos a partir de la terminología griega. De esta manera los conceptos tomados de los griegos habían cobrado un nuevo sentido en el marco de una filosofía cristiana.

La escolástica por su parte, buscaba poner la verdad al alcance del hombre. No se trataba ya de buscar la verdad (pues se creía que la única verdad era la que enseñaba el cristianismo), sino de hacer razonable la fe. Por eso las relaciones fe-razón es uno de los problemas más característicos y conflictivos de esa época, en las que se adoptan las más variadas ideas.

En general la escolástica tiende a reconocer la autoridad de los filósofos griegos y por esto predomina el deseo y el esfuerzo de compaginar la verdad filosófica de Aristóteles y la supervivencia de las enseñanzas de los filósofos griegos en las cátedras de religión.

Para el siglo XIX, la filosofía se había transformado de tal forma que la concepción de la “dualidad” ya no encajaba en la concepción del mundo, que se había desplazado del idealismo hacia el materialismo, o por lo menos así lo parece en los escritos de los

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