Filosofia
azalea1825 de Marzo de 2015
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Preguntas centrales de la tradición filosófica
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expresión de la visión secular post-religiosa que se popularizó entre
los intelectuales liberales, cuanto un retoño más orgánico del cris
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tianismo” (Taylor, 1992, p. 92). Esta crítica resulta de gran relevan
-
cia en los países del Tercer Mundo, donde muchas comunidades
culturales se han organizado durante siglos alrededor de la autori
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dad religiosa como autoridad política y sienten amenazadas sus tra
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diciones por la ideología liberal. Para Taylor los derechos colectivos
deben prevalecer sobre los derechos individuales, pues considera
que “una sociedad liberal se distingue como tal por el modo en que
trata a las minorías” (Taylor, 1992, p. 88), pero una sociedad que
se manifiesta pluralista sin serlo constituye una amenaza constante
para los derechos colectivos.
La discusión sobre la necesidad de que el orden político sea secular
resulta fundamental en Colombia, un país de larga tradición católica
que en las últimas décadas ha visto multiplicarse el número de gru
-
pos cristianos diferentes y se ha hecho consciente de la importancia
política que tienen en su historia las comunidades judías y musul
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manas, así como las de origen africano y precolombino, al lado de
otros grupos religiosos minoritarios. Son dignos de estudio desde una
perspectiva filosófica, los retos que surgen ante la libertad religiosa
expresada por la Constitución de 1991 y por la ley 133 de 1994 sobre
la libertad religiosa y de cultos, pues en un Estado de Derecho debe
garantizarse tanto la libertad de suscribir un credo y de expresarlo,
como la posibilidad de mantener públicamente una posición no reli
-
giosa, sin que esto conduzca al enfrentamiento violento o se reduzca
apenas a la tolerancia indiferente.
2.3.3 La dignidad humana y los derechos humanos
La insistencia en la libertad y la igualdad, tan común en el discurso
filosófico contemporáneo es relativamente nueva para la humanidad,
pues no siempre tuvo que ver con la pregunta sobre las razones que
llevan a atribuir a los seres humanos una dignidad particular. Mucho
antes de la modernidad, el término
sociedad
fue usado para referirse
al cuerpo social, tal como se hace en la actualidad, la concepción
aristotélica del ser humano como
animal político
existía al lado de la
consideración de una dignidad reconocida sólo a algunas personas.
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Orientaciones pedagógicas para la Filosofía en la Educación Media
En Grecia y en Roma antiguas esta dignidad estaba reservada para
los varones que siendo dueños de un territorio y de esclavos para
hacerlo producir podían participar entonces en la vida política. “Sin
poseer una casa el hombre no podía participar en los asuntos del
mundo, debido a que carecía de un sitio que propiamente le pertene
-
ciera” (Arendt, 1958, p. 42). La libertad se localizaba exclusivamente
en la esfera política, el ámbito doméstico era pre-político y proto-po
-
lítico. Por tener aseguradas las necesidades de su vida material en el
ámbito privado los hombres políticos vivían para la política, no vivían
de la política como sucede con muchas figuras públicas de nuestros
contextos. Este es un asunto que bien vale la pena pensar desde la
democracia moderna, pues restringir la participación política a las
élites comporta el doble riesgo de excluir a las clases populares de la
vida política y descuidar a la vez la representación de sus intereses en
la deliberación política.
En la cristiandad medieval el poder político estaba estrechamen
-
te ligado al poder religioso. Se pensaba entonces que la dignidad
humana no era compartida por los judíos, los musulmanes y otros
grupos que luego también serían llamados infieles, como los pro
-
testantes o los habitantes de territorios africanos y americanos. Ser
europeo equivalía a ser cristiano y esa era la única condición consi
-
derada digna, una gran limitación que jugaría un importante papel
en el proceso de forja de la identidad nacional en Colombia, pues
luego de las guerras de independencia los miembros de la clase
criolla, tal como lo habían hecho antes los peninsulares, impon
-
drían sus formas culturales en actitud de abierto desprecio hacia las
tradiciones indígenas y africanas, esenciales en la configuración de
lo que empezaba a conocerse como Colombia. Desde entonces, la
asimilación cultural sería la única vía por la cual miles de personas
de ascendencia negra o indígena podrían acceder a la condición
de ciudadanos para superar la marginación económica y social im
-
puesta a otros grupos por los cristianos blancos en la estructuración
de una sociedad piramidal.
El asunto de la identidad está estrechamente ligado al de la dig
-
nidad, como puede verse en este tipo de sociedades jerárquicas.
La sociedad griega en que se gestó la Filosofía clásica era también
La sociedad
griega en
que se gestó
la filosofía
clásica era
también una
sociedad pi
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ramidal.
Preguntas centrales de la tradición filosófica
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una sociedad piramidal. Se trataba de una sociedad esclavista en la
que los niños y las mujeres compartían la condición de los esclavos,
quienes no eran considerados ciudadanos. Según Aristóteles, la na
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turaleza había creado a unos seres para gobernar y a otros para ser
gobernados, de tal forma que ambos grupos se beneficiaran con dis
-
posiciones complementarias necesarias para su conservación. “Algu
-
nos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, unos
a obedecer, otros a mandar” (Aristóteles, sf
c
: 43). De esta manera se
expresaba la concepción griega de una sociedad no igualitaria pero
justa, algo difícil de aceptar desde la perspectiva moderna, pero evi
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dente para los griegos.
Platón había expresado antes que su discípulo Aristóteles la misma
imagen al referirse a la justicia como la armonía que reinaría en la
polis
si cada parte de la sociedad se dedicaba a cumplir las funciones
que le eran propias. “Cada uno de los órdenes del Estado, el de los
negociantes, el de los auxiliares y el de los guardianes, se mantiene
en los límites de su oficio y no los traspasa, esto debe ser lo contrario
de la injusticia; es decir, la justicia, y lo que hace que un Estado sea
justo” (Platón, sf
c
, p. 196). Esta relación, en la que quienes mantie
-
nen la vida y quienes defienden la ciudad están sometidos a los ma
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gistrados, es el modelo de la armonía que Platón atribuía al alma del
hombre justo, cuyas partes sensible e irascible deben subordinarse a
la razón, dedicándose cada una de las tres a lo suyo para posibilitar
la justicia, “no permitiendo que ninguna de las partes del alma haga
otra cosa que lo que le concierne y prohibiendo que las unas se en
-
tremetan en las funciones de las otras” (Platón, sf
c
, p. 208).
Una vez el cristianismo se expandió por el mundo mediterráneo
y se fundió con las tradiciones filosóficas dominantes en el mundo
romano y helénico, la idea de la dignidad humana fue asociada con
la creación del hombre por obra de Dios y a imagen suya. Esta visión
religiosa de la dignidad humana, que subrayaba el libre albedrío y el
dominio de los propios actos como evidencia de la dignidad huma
-
na, se mantuvo vigente durante mucho tiempo, como lo deja ver la
referencia de Tomás de Aquino, pensador del siglo XIII, a la formu
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lación hecha por Juan Damasceno cinco siglos antes, según la cual
“Cuando decimos que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios,
Una vez el
cristianismo
se expandió
por el mundo
mediterráneo
y se fundió
con las tradi
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ciones filosó
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ficas domi
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nantes en el
mundo roma
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no y heléni
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co, la idea de
la dignidad
humana fue
asociada con
la creación
del hombre
por obra de
Dios y a ima
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gen suya.
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Orientaciones pedagógicas para la Filosofía en la Educación Media
entendemos por imagen...
un ser dotado de inteligencia, libre albedrío
y dominio de sus propios actos”
(De Aquino: sf, p. 27).
Este concepto antropológico cristiano fue profundizado por el hu
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manismo renacentista de los siglos XV y XVI, separándose del ámbito
religioso en que había surgido hasta tomar como base la racionalidad
humana. Fue así como revivió la antigua
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