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Filosofías que viven del cuento

irranEnsayo18 de Febrero de 2016

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Filosofías que viven del cuento

Aprovechando que la materia que nos ocupa se refiere al conflicto, enfocaré este ensayo precisamente en conflicto con el planteamiento propuesto, que nos invita a optar por una de las dos grandes versiones interpretativas del Estado de Naturaleza.

Se pueden encontrar cuentos de diversa calidad poética o lírica. Otros además tienen el valor añadido de recoger una moraleja útil y provechosa al que lo lee, expresando una verdad de la realidad humana. Los griegos, bien conscientes de esto, recurrieron al relato mítico para representar ciertas verdades de manera más rica, viva y didáctica que con puras formulaciones teóricas. Los primeros filósofos clásicos, que son tales en tanto fueron capaces de ir más allá de la pura expresión mítica de la verdad, no desconocían sin embargo el valor de estos relatos y se valieron también de ellos. Platón es buen ejemplo de ello, recurriendo a mitos como el de la Caverna o el del andrógino (en boca de Erixímaco, en el Banquete). No hay por tanto que despreciar el poder expresivo de los relatos míticos, aunque por supuesto no hay que asumirlos en su literalidad.

Más problemático es lo que sucede cuando un cuento con valor puramente lírico y poca base real, sin moraleja o con muy escasa dosis de verdad por su sobrecarga de nominalismo, es creído a pies juntillas, en ocasiones casi con plena literalidad. Esto último es bastante peligroso, si bien quizá lo más grave es que parece que se puede elegir el cuento que más a uno le guste, sin que nadie esté legitimado para decir que uno es mejor que otro: efectivamente, como carecen de base histórica o real, cada uno puede “montar” el cuento como más le parezca o interese.

Pudiera pensarse que este tipo de cuentos son de esos para leer en casa en ratos libres o antes de acostarse, para deleitarse en la pura literatura o en la recreación de un mundo fantástico. Sin embargo, lejos de lo anterior, este tipo de relatos, tomados como verdad casi indubitada, se usan para construir discursos que pretenden ser incontestables desde la lógica del propio cuento del que parten. Los que se aferran a estas bases, como mucho suelen admitir discutir dentro de los márgenes que ese obligado punto de partida acota.

La máxima expresión del fenómeno anterior es la construcción de sistemas filosóficos enteros apoyados en esos relatos. Como indica el título de este ensayo, se trata de las que denomino “filosofías que viven del cuento”.

En esta corriente literaria, muy común de los siglos XVII a XIX, aunque con secuelas normalmente de peor calidad en el XX y XXI, encontramos representantes de la talla de Hobbes, Spinoza, Locke, Rousseau, Hegel o, el gran sintetizador del cuento moderno, Karl Marx.

Precisamente se nos propone aquí optar por una de las dos grandes interpretaciones de uno de los más importantes de estos cuentos, el del Estado de Naturaleza.

Empezando por la versión cronológicamente más antigua, la hobbesiana, hay que destacar la arbitrariedad de sus bases antropológicas, que tienen la misma validez que afirmar que el hombre es feo o alto por naturaleza.

En cuanto a la segunda versión del cuento, la rousseauniana, de idéntica arbitrariedad, parece expresar un cierto sucedáneo secularizado del relato de la Primera Caída. Éste último, sí tiene valor al expresar una verdad de la naturaleza humana herida por el pecado, como es su corruptibilidad y, algo muy olvidado hoy en día, que es falible .

En relación a estas dos tendencias, se comentó algo en clase muy interesante que es que cada uno se hace preguntas y enfoca su pensamiento según lo que le extraña. El asombro, fascinación o perplejidad, se destacan como momentos previos al filosofar. Sin embargo hoy, el común, harto de cuentos difíciles de creer

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