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Hobbes


Enviado por   •  20 de Junio de 2013  •  Informes  •  1.691 Palabras (7 Páginas)  •  226 Visitas

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El pensamiento de John Locke abarca dos campos de la

filosofía: epistemología y teoría política. Fue uno de los primeros

empiristas, lo cual se refleja en su teoría del entendimiento

humano. Pero es su contribución a la teoría política lo que nos

interesa aquí. Locke es uno de los tres teóricos clásicos del

contrato social y es reconocido como el padre del liberalismo.

Su epistemología sigue con cierta vigencia pero son sus ideas

sobre política lo que sigue reverberando hasta hoy en día.

Locke nació en 1632. Era profesor en la Universidad de

Oxford y enseñaba derecho y medicina. Gracias a una

intervención quirúrgica, salvó la vida de este hombre, el Conde

de Shaftesbury. El conde era uno de los principales

conspiradores contra la monarquía de los Estuardos, cuyo mando

se justificaba con la idea del “derecho divino”. De ahí en

adelante, el conde tuvo a Locke como consejero político y fue en

el contexto de su asociación con el conde que Locke escribió

Dos tratados sobre gobierno, cuyo subtítulo dice: “En el primero,

los principios y fundamento falsos de Sir Robert Filmer y sus

seguidores son detectados y derribados. El segundo es un ensayo

que concierne el alcance y el fin originales y verdaderos del

gobierno civil.”

El primer tratado casi no se lee ya que en él Locke refuta con

facilidad la idea del derecho divino de los reyes, cuyo mayor

defensor en aquél entonces era Sir Robert Filmer. Su argumento

puede apreciarse sucintamente en esta famosa obra de Miguel

Ángel. Hay un ser llamado Dios que da el dedazo a un tipo que

se llama Adán, quien se convierte en el primer rey del mundo.

Los reyes actuales, argumenta Filmer, son los sucesores de Adán.

Ellos son nombrados por Dios para mandar sobre el pueblo

cristiano y por tanto su mando es incuestionable gracias a la John Locke

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fuerza social que ejerce la iglesia.

En el primer Tratado sobre gobierno Locke responde

simplemente al decir que cuestiones de realeza o monarquía no

se mencionan en la Biblia con respecto a Adán o sus

descendientes, y aun cuando se mencionara, la genealogía es

imposible rastrear. Dejando el endeble argumento de Filmer de

un lado, pasa, en el segundo tratado, a preguntar por lo que

puede justificar el mando de un gobierno. Si no es un regalo de

Dios, ¿en qué puede consistir la base legítima de un gobierno?

Cuando un nuevo rey asciende al trono, este proceso no es

regido por ninguno proceso natural, como los que rigen el

crecimiento de plantas, sino por algo social. En el caso de

Filmer, lo que rige el proceso es la descendencia familiar. Si

rechazamos ese argumento, ¿qué principio rige la instauración

de un gobierno? La respuesta de Locke, siguiendo a lo que ya

había dicho Hobbes, es el consentimiento de los gobernados. En

esto Hobbes y Locke están de acuerdo, pero Hobbes deriva de

esta premisa la necesidad de que mande un soberano con poder

absoluto. Como veremos, Locke llegará a una conclusión muy

distinta. Curiosamente, Hobbes y Filmer llegan a la misma

conclusión – defienden los dos las monarquías actuales. La

diferencia es que Hobbes lo hace sobre bases racionalcientíficas. Fue fácil despachar a Filmer. Será mucho más difícil

refutar a Hobbes.

Como sabemos, Hobbes, Locke, y Rousseau son los clásicos

teóricos del contrato social. Todos inician su análisis político

con el concepto del estado de naturaleza y derivan de ello un

concepto de estado civil. La naturaleza del estado civil y el

gobierno que lo rige va en función de las condiciones que se dan

en el estado de naturaleza. La manera en que cada uno lo John Locke

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describe influye mucho en las conclusiones finales a que llegan.

Para Rousseau el estado de naturaleza es casi un paraíso; para

Hobbes es un estado de guerra total; la descripción de Locke se

encuentra en algún punto intermedio entre estos dos extremos.

Quizá la oración más famosa de su tratado sea: “aunque el

estado de naturaleza sea un estado de libertad, no lo es de

licencia.” Es decir, la ausencia de leyes y una autoridad no

implica necesariamente que todos tomen la licencia de hacer lo

que les da la gana. A su juicio, el estado de naturaleza no

conduciría a un estado de guerra de todos contra todos. ¿Cómo

sostiene Locke este escenario?

Empieza hablando del Jardín de Edén. Ahí Adán y Eva vivían

en un entorno perfecto pero luego pecaron y fueron echados. En

el mundo real, la supervivencia implicaba el trabajo, el sudor y

el dolor. Dado que Dios los echó, concluye Locke que el

hombre tiene un Derecho Natural a trabajar la tierra y a

aprovechar los frutos de su trabajo. De hecho, su teoría deriva

tres derechos específicos: el derecho de la vida, de la libertad, y

de la propiedad. Razona Locke que, siendo el hombre una

criatura de Dios, nadie tiene derecho de quitarle la vida, menos

en casos de auto-defensa. Además, si Dios manda que el

hombre trabaje, eso ha de significar que tiene el derecho a la

libertad de hacerlo. Como final, si Dios manda al hombre a

trabajar, es lícito que lo que saque de la naturaleza por su trabajo

le pertenezca, y por tanto el derecho natural a la propiedad.

Locke agrega una restricción a este último derecho. Dice que

uno no tiene derecho a más tierra de lo que realmente puede

cultivar con el sudor de la frente. Si se adueña de cinco

hectáreas pero sólo puede trabajar una de ellas, entonces está

violando el derecho de los demás de trabajar esa tierra baldía. John Locke

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Bueno, el argumento hasta ahora está formulado en términos

religiosos que, por la época en que escribió el texto, tenían

mucho peso. Pero sea la Biblia o la razón, llegamos a la misma

conclusión para Locke. Además, nuestra razón nos dice que los

demás tienen los mismos derechos, por lo que tenemos la

obligación de respetar los derechos de los demás. Todo derecho

para Locke viene acompañado de una obligación

correspondiente, ya que un derecho sin una obligación sería un

privilegio. Por ejemplo, el derecho a un salario sin la obligación

de trabajar. Locke llama estos derechos “naturales”, lo cual hace

que sean universales, ya que si no fueron universales dejarían de

ser naturales. Es el reconocimiento racional de las obligaciones

que acompañan a los derechos y el hecho de que sean

universales lo que hace que el estado de naturaleza sea social en

vez de un caos bélico. Es decir, al reconocer esto, los hombres

pueden relacionarse entre sí sin la necesidad de un gobierno.

Todo esto suena muy optimista, como si los hombres siempre

actuaran de acuerdo con las exigencias de la razón. Pues Locke

no es tan optimista. Reconoce que el hombre no es un santo

sino caído y pecador y que habrá violaciones de esos derechos.

Por eso agrega dos derechos más: el de juzgar y el de castigar.

Aun así, le resulta rebuscada la idea de que caeríamos en una

guerra terrible. El punto que quiere hacer es que el estado de

naturaleza ya es un estado social. Los hombres pueden

relacionarse entre sí sin la necesidad de leyes y autoridades.

Da dos ejemplos interesantes de esta socialidad nogubernamental: el lenguaje y el dinero. El valor y el significado

de estas dos cosas brotan de un nexo social y preceden la

existencia del Estado. En el caso del lenguaje, fíjense que

muchos idiomas tienen academias que pretenden controlar y John Locke

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regular el idioma, como la Real Academia Española y la

Académie Francaise. Esta última autoridad se ha quejado mucho

de cómo el inglés y el internet por ejemplo están cambiado el

francés. Establecen leyes y denuncian a los que lo hablen mal,

pero es un ejercicio ridículo ya que los lenguajes no son

artefactos en un museo sino organismos vivos que cambian y

evolucionan y lo hacen no de acuerdo con reglas y leyes sino

con el uso mundano del idioma en una sociedad.

El ejemplo del dinero, específicamente el oro, es interesante

dado que tiene consecuencias que lleva a Locke a discreparse de

Hobbes con respecto a la cuestión de la habilidad natural. Es

que, para Hobbes, es imprescindible que, en el estado de

naturaleza, los hombres tengan una igualdad en cuanto a sus

capacidades naturales de combate. Habrá ligeras desigualdades,

o sea, algunos pueden ser más fuertes que otros, pero esos otros

serán más listos, y así ninguno dominará completamente al otro.

Si no fuera así, no habría una guerra de todos contra todos y la

imperante necesidad de crear una sociedad civil.

Para Locke, esta ligera desigualdad es importante ya que lo

que le interesa a él en su análisis no es la supervivencia sino la

fortuna. En este caso, habrá los que son un poco más

emprendedores y trabajadores que otros, y estos adquirirán más

oro. Esta situación, debido a la naturaleza del oro, conducirá a

importantes desigualdades. Si se acuerdan, dijimos que Locke

limita la cantidad de tierra que uno puede poseer a aquella que

efectivamente puede trabajar y mezclar, por así decirlo, con su

sudor. El problema es que el acuerdo de poner un valor en el

oro alteró el estado de naturaleza al eliminar las restricciones

naturales a la acumulación de propiedad. Nuevamente, si un

hombre tiene cinco hectáreas pero sólo trabaja una, el fruto de John Locke

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las otras cuatro es un excedente que se echa a perder. Pero el

oro cambia esto. Uno puede vender las tierras que no trabaja y

acumular oro (cosa que no se echa a perder). De este modo, no

hay límite natural a su acumulación y por tanto la desigualdad

de propiedad se introduce en el estado de naturaleza.

Estos ejemplos del lenguaje y el oro sirven para mostrar que el

estado de naturaleza es inherentemente social antes de la

creación de un Estado político con leyes y autoridades. Es

precisamente esta socialidad lo que impide que los hombres sin

gobierno caigan en una guerra brutal como el que describe

Hobbes y, como veremos en el siguiente vídeo, tiene

implicaciones importantes para la naturaleza y el alcance del

gobierno que se llega a crear

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