Interminencias De La Muerte
gabteko10 de Abril de 2014
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“Al día siguiente no murió nadie” Así comienza el libro “Intermitencias de la muerte”, de José Saramago y éste suceso es el que provocaría todo lo que pasaría después.
En un país sin nombre ocurre algo que no se vio nunca en la historia del mundo, la muerte decide no matar más y en ese país se desata un caos.
Todo lo que estaba bien deja de estarlo por culpa de la muerte que al cambiar su actitud hace que el hombre sea inmortal pero el tiempo no se para, sigue transcurriendo deteriorándose y envejeciendo la mente y el cuerpo provocando una vejez eterna.
A la tarde empezó a escucharse el rumor que desde la cero de ese día no había habido ninguna muerte en ese país. Nadie había muerto en todo el día.
Nadie parecía dispuesto a morir y una reportera pudo demostrar parte del problema al entrevistar a un ciudadano que caminaba por la calle que sin querer abrió una discusión. Su abuelo estaba por morir pero… “Estaba sonando la medianoche dijo, cuando mi abuelo, que parecía a punto de expirar, abrió los ojos de repente antes que sonara la última campana del reloj de la torre, como si se hubiese arrepentido del paso que iba a dar y no murió” Millones de personas formaron movimientos de ciudadanos convencidos que con la simple voluntad de no morir se puede vencer a la muerte mientras que otros hablaban de la vida eterna, una ilusión que motivo a la humanidad.
Una nota del jefe de gobierno que decía que no había ocurrido ninguna muerte en todo el día pondría a la Iglesia en desacuerdo con lo dicho en esta frase:
“…Si es ésa la voluntad de Dios, a quien agradecemos por siempre jamás, con nuestra oración que haya escogido nuestro pueblo como instrumento.
Ante esta declaración del primer ministro, el cardenal lo llamo por teléfono para hablar de su desafortunado, comentario diciéndole:
“Sin muerte, óigame bien, señor primer ministro, sin muerte no hay resurrección y sin resurrección no hay Iglesia, demonios…”
“Le preguntaré a su majestad qué prefiere, si ver a la reina madre siempre agonizando, postrada en el lecho del que no volverá a levantarse, con el inmundo cuerpo reteniéndole indignamente el alma, o verla, por morir, triunfadora de la muerte, en la gloria eterna y resplandeciendo a los cielos. No dudaría la respuesta…”
“dígame, qué hará la iglesia se nunca más muere nadie… Qué hará el Estado, si no muere nadie nunca más”
Se establece así la postura del gobierno y otra de la Iglesia ante el problema de la desaparición de la muerte.
“El Estado tratará de sobrevivir, aunque dudo mucho que lo consiga, pero la Iglesia está de tal manera habituada a las respuestas eternas que no puede imaginarla dando otra. Aunque la realidad la contradiga. Desde el principio no hemos hecho otra cosa que con Contradecir la realidad” La retirada de la muerte provocó problemas en situaciones que todos los días no se toman en cuenta y se relacionan con ella. Las empresas funerarias estarían en quiebra al no tener a quien enterrar al no morir nadie. Se formó así una asamblea que de representantes de funerarias y se elaboró una carta petitoria para el primer ministro que pedía que se entierren los animales domésticos, la oficialización del cementerio de animales pedido que intentaba simplemente proteger la profesión y además pidieron un préstamo hasta que se pudiesen reponer de las pérdidas económicas que este hecho les había ocasionado.
Los Directores y administrativos de los hospitales también le pidieron ayuda al primer ministro, porque la entrada de vivos y muertos se había cortado y se sobre poblaron los hospitales, los cuales, cada vez estaban más complicados en número de enfermos. El primer ministro decidió que después de realizar un análisis detallado, de lo que le pasaba a cada enfermo, los pacientes sean entregados
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