Jaime Luciano Balmes Urpiá
MiguelBokanTutorial30 de Julio de 2012
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Jaime Luciano Balmes Urpiá
Biografía
Nació en Vich el 28 de agosto 1810 y muere en la misma ciudad el 9 jul. 1848. De 1817 a 1826 realiza estudios elementales, filosóficos y teológicos en el seminario de su ciudad natal. De allí pasa a la Univ. de Cervera con una beca concedida por el obispo Corcuera para efectuar estudios de Teología y Derecho. Tras obtener la licenciatura en Teología en 1833, queda como profesor auxiliar de la Universidad. Ordenado sacerdote en Vich el 20 sept. 1834, vuelve a Cervera donde se doctora al año siguiente. Gran aficionado a las Matemáticas, que estudia por su cuenta, obtiene en 1837 una cátedra de esta disciplina en el seminario de Vich, que desempeña hasta 1839.
En 1840 escribe Reflexiones sobre el celibato del clero, obra con la que obtiene el premio del concurso convocado por el periódico El madrileño católico. A esta obra sigue poco después Observaciones sociales, políticas y económicas sobre los bienes del clero que le da a conocer en todos los ambientes intelectuales de España. Desde este momento su vida se convierte en un torbellino de actividad repartida entre el estudio, la publicación de sus numerosas obras, la fundación y dirección de revistas y la acción política. Hasta 1844 reside en Barcelona donde colabora en las revistas «La Religión» y «La Civilización» y funda y dirige «La Sociedad» (escrita casi completamente por él solo). Entre 1844 y 1848 se traslada a Madrid, donde intensifica su acción política, especialmente a través de El pensamiento de la Nación, que funda y dirige. Alterna esta actividad en España con viajes al extranjero, en parte para preparar la edición de sus obras, que pronto son conocidas y traducidas a la mayor parte de idiomas europeos; en 1842 a París e Inglaterra; en 1845 de nuevo a Francia; en 1846 a Bélgica, donde conoce la Univ. de Lovaina y se entrevista con la mayoría de los obispos belgas, con el card.Mercier y con el entonces card. Pecci (León XIII); en 1847 va de nuevo a París. Por esta época B. se ha convertido en uno de los hombres más influyentes de España. Es elegido miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona. Nombrado en 1847 consejero del nuncio Brunelli, interviene en la elección de S. Antonio María Claret para la diócesis de Santiago de Cuba. Al mismo tiempo recibe numerosas críticas y ataques. En 1848, después del fracaso de sus más queridos anhelos políticos, cansado y enfermo, se retira a Vich donde muere poco después.
De entre sus numerosas obras destacamos las más importantes. De tipo apologético, aparte de las dos citadas, destacan El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea (1842-44), Cartas a un escéptico en materia de religión (1846) y los escritos populares La religión demostrada al alcance de los niños y Conversa d'un pages de la muntanya sobre lo papa. Su pensamiento filosófico se expone en El Criterio (1845), Filosofía fundamental (1846) y Curso de filosofía elemental (1847). Sus ideas políticas en Consideraciones políticas sobre la situación en España (contra Espartero, 1840) y Escritos políticos (1847). Por las reacciones que provocó es de destacar el trabajo Pío IX (1847) en el que defiende la actuación de este Papa frente a las críticas de que era objeto por parte de muchos católicos. Después de su muerte se publicaron Escritos póstumos (1850), Poesías póstumas (1850) y Calendari Catalil (1905).
Filosofía.
Balmes, llamado Con frecuencia doctor humanus, representa en parte la corriente que contribuyó a la reafirmación y florecimiento de la neoescolástica. Su pensamiento filosófico presenta conexiones Con la escuela catalana de Martí d'Eixalá, Con la escuela escocesa del common sense (Reid, Hamilton) y Con el escolasticismo ecléctico de Cervera. Más en la base, S. Tomás es el punto de apoyo firme de todo su edificio intelectual, aunque en algunos puntos se separa de él para recibir el influjo de Suárez, Leibniz o Descartes. Podemos distinguir dos aspectos en su obra: Crítico y constructivo. Su labor crítica se dirige a la comprensión, análisis y refutación del empirismo inglés, del kantismo, del sensismo y del idealismo alemán.
Para B., el primer problema fundamental de la Filosofía es el de la certeza. Ésta se consigue por un triple camino: evidencia, conciencia y sentido Común, entendido este último como «instinto intelectual» y no sentimental o sensible como en Reid o Hamilton. Distingue dos tipos de verdades: ideales y reales, cada una de las cuales se justifica por medio de un criterio distinto: las ideales por la evidencia que proporciona el principio de contradicción, las reales por la conciencia. Sin embargo, esta distinción no es tajante y B. se propone buscar un enlace entre las exigencias empiristas y las racionalistas por medio de un «instinto intelectual» que lleva al convencimiento de la «existencia de verdades inconmovibles, pero no dadas a un conocimiento directo por medio de una razón trascendental especulativa, sino conseguidas por una especie de hábito intelectual que a veces es interpretado desde un punto de vista psicológico, pero que tiene, al entender de B., un fundamento más seguro y permanente que la psicología» (Ferrater Mora).
En el tema del origen de las ideas reconoce un influjo misterioso por parte de las sensaciones, aunque rechaza la teoría aristotélico-tomista del intelecto agente. En metafísica admite tres primeros principios: existencia, evidencia y contradicción. Enemigo de extremismos, acepta el método de inmanencia como legítimo y laudable a condición de que no sea exclusivo.
EL criterio
El pensamiento de Balmes oscila entre sus reflexiones en torno a conceptos clásicos de la teología occidental, como el bien, y las nociones científicas que aparecen a lo largo de su obra. Resulta sorprendente su voluntad de construir una teología positiva en diálogo con la ciencia más avanzada de su época.
Es de notar que aquí no hay imposibilidad metafísica o absoluta, porque no hay en la naturaleza de los caracteres una repugnancia esencial a colocarse de dicha manera, pues que un cajista, en breve rato, los dispondría así muy fácilmente; tampoco hay imposibilidad natural, porque ninguna ley de la Naturaleza obsta a que caigan por esta o aquella cara, ni el uno al lado del otro del modo conveniente al efecto; hay, pues, una imposibilidad de otro orden, que nada tiene de común con las otras dos y que tampoco se parece a la que se llama moral, por sólo estar fuera del curso regular de los acontecimientos.
La teoría de las probabilidades, auxiliada por la de las combinaciones pone de manifiesto esta imposibilidad, calculando, por decirlo así, la inmensa distancia en que este fenómeno se halla con respecto a la existencia. El Autor de la Naturaleza no ha querido que una convicción que nos es muy importante dependiese del raciocinio y, por consiguiente, careciesen de ella muchos hombres; así es que nos la ha dado a todos a manera de instinto, como lo ha hecho con otras que nos son igualmente necesarias.
Balmes comienza El Criterio, obra destinada a enseñar a ver bien o pensar de acuerdo con la verdad, con estas palabras:
El pensar bien consiste o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte caemos en el error.
El amor de la verdad no es una simple cualidad filosófica, sino un verdadero deber moral; no es sólo un consejo del arte de pensar, es también un deber prescrito por la ley del bien obrar.
Capítulo I: En qué consiste el pensar bien. Qué es la verdad.
En este primer capítulo, el autor, Jaime Balmes, comienza haciendo una clara distinción entre lo que es la verdad y en qué consiste el pensar bien: “el pensar bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella”.
La verdad es la realidad de las cosas. Si algo es real, existente, inmediatamente se convierte en verídico, sino caeríamos en un error. Todo esto lleva a que si conocemos la realidad de las cosas, o sea, la verdad, podremos pensar bien, de lo contrario no podríamos, ya que sería una pérdida de tiempo. Hay que conocer la verdad para pensar bien.
El pensamiento correcto es aquel que conoce bien la verdad y no el que, con aparente corrección, intenta hablar sobre ella.
Hay diferentes modos de conocer la verdad y el autor nos hace una distinción entre ellas. Dice que a veces la verdad la conocemos del modo que no lo es, y esto es debido a que la realidad que nosotros vemos no es la verdadera realidad. Aunque también podemos conocer la verdad perfectamente y cuando lo hacemos se asemeja a un espejo, en el que vemos las cosas tal y como son. En conclusión, hay muchos modos de conocer la verdad: la verdadera realidad y la verdad a medias.
Jaime Balmes prosigue distinguiendo la variedad de ingenios. Pone de ejemplo unas personas que son el buen pensador y los contrarios a éste. El buen pensador es aquel que lo ve todo, pero a causa de esto pueden no ver nada de lo que hay. Los contrarios al buen pensador son los que ven en los objetos lo justo para ver, no más de lo que hay. Pero eso a veces puede ser un problema porque si se ve poco, no ve lo suficiente. Los más exactos son los hombres privilegiados, que lo ven todo muy claro, preciso, y esto se refleja en sus escritos y en sus actos.
Según el autor la perfección de las profesiones depende de la perfección con que se conocen los objetos de ellas. Cada profesional destaca en su campo gracias a que conocen
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