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Jaime Luciano Balmes Urpiá


Enviado por   •  30 de Julio de 2012  •  Tutoriales  •  9.197 Palabras (37 Páginas)  •  584 Visitas

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Jaime Luciano Balmes Urpiá

Biografía

Nació en Vich el 28 de agosto 1810 y muere en la misma ciudad el 9 jul. 1848. De 1817 a 1826 realiza estudios elementales, filosóficos y teológicos en el seminario de su ciudad natal. De allí pasa a la Univ. de Cervera con una beca concedida por el obispo Corcuera para efectuar estudios de Teología y Derecho. Tras obtener la licenciatura en Teología en 1833, queda como profesor auxiliar de la Universidad. Ordenado sacerdote en Vich el 20 sept. 1834, vuelve a Cervera donde se doctora al año siguiente. Gran aficionado a las Matemáticas, que estudia por su cuenta, obtiene en 1837 una cátedra de esta disciplina en el seminario de Vich, que desempeña hasta 1839.

En 1840 escribe Reflexiones sobre el celibato del clero, obra con la que obtiene el premio del concurso convocado por el periódico El madrileño católico. A esta obra sigue poco después Observaciones sociales, políticas y económicas sobre los bienes del clero que le da a conocer en todos los ambientes intelectuales de España. Desde este momento su vida se convierte en un torbellino de actividad repartida entre el estudio, la publicación de sus numerosas obras, la fundación y dirección de revistas y la acción política. Hasta 1844 reside en Barcelona donde colabora en las revistas «La Religión» y «La Civilización» y funda y dirige «La Sociedad» (escrita casi completamente por él solo). Entre 1844 y 1848 se traslada a Madrid, donde intensifica su acción política, especialmente a través de El pensamiento de la Nación, que funda y dirige. Alterna esta actividad en España con viajes al extranjero, en parte para preparar la edición de sus obras, que pronto son conocidas y traducidas a la mayor parte de idiomas europeos; en 1842 a París e Inglaterra; en 1845 de nuevo a Francia; en 1846 a Bélgica, donde conoce la Univ. de Lovaina y se entrevista con la mayoría de los obispos belgas, con el card.Mercier y con el entonces card. Pecci (León XIII); en 1847 va de nuevo a París. Por esta época B. se ha convertido en uno de los hombres más influyentes de España. Es elegido miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona. Nombrado en 1847 consejero del nuncio Brunelli, interviene en la elección de S. Antonio María Claret para la diócesis de Santiago de Cuba. Al mismo tiempo recibe numerosas críticas y ataques. En 1848, después del fracaso de sus más queridos anhelos políticos, cansado y enfermo, se retira a Vich donde muere poco después.

De entre sus numerosas obras destacamos las más importantes. De tipo apologético, aparte de las dos citadas, destacan El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea (1842-44), Cartas a un escéptico en materia de religión (1846) y los escritos populares La religión demostrada al alcance de los niños y Conversa d'un pages de la muntanya sobre lo papa. Su pensamiento filosófico se expone en El Criterio (1845), Filosofía fundamental (1846) y Curso de filosofía elemental (1847). Sus ideas políticas en Consideraciones políticas sobre la situación en España (contra Espartero, 1840) y Escritos políticos (1847). Por las reacciones que provocó es de destacar el trabajo Pío IX (1847) en el que defiende la actuación de este Papa frente a las críticas de que era objeto por parte de muchos católicos. Después de su muerte se publicaron Escritos póstumos (1850), Poesías póstumas (1850) y Calendari Catalil (1905).

Filosofía.

Balmes, llamado Con frecuencia doctor humanus, representa en parte la corriente que contribuyó a la reafirmación y florecimiento de la neoescolástica. Su pensamiento filosófico presenta conexiones Con la escuela catalana de Martí d'Eixalá, Con la escuela escocesa del common sense (Reid, Hamilton) y Con el escolasticismo ecléctico de Cervera. Más en la base, S. Tomás es el punto de apoyo firme de todo su edificio intelectual, aunque en algunos puntos se separa de él para recibir el influjo de Suárez, Leibniz o Descartes. Podemos distinguir dos aspectos en su obra: Crítico y constructivo. Su labor crítica se dirige a la comprensión, análisis y refutación del empirismo inglés, del kantismo, del sensismo y del idealismo alemán.

Para B., el primer problema fundamental de la Filosofía es el de la certeza. Ésta se consigue por un triple camino: evidencia, conciencia y sentido Común, entendido este último como «instinto intelectual» y no sentimental o sensible como en Reid o Hamilton. Distingue dos tipos de verdades: ideales y reales, cada una de las cuales se justifica por medio de un criterio distinto: las ideales por la evidencia que proporciona el principio de contradicción, las reales por la conciencia. Sin embargo, esta distinción no es tajante y B. se propone buscar un enlace entre las exigencias empiristas y las racionalistas por medio de un «instinto intelectual» que lleva al convencimiento de la «existencia de verdades inconmovibles, pero no dadas a un conocimiento directo por medio de una razón trascendental especulativa, sino conseguidas por una especie de hábito intelectual que a veces es interpretado desde un punto de vista psicológico, pero que tiene, al entender de B., un fundamento más seguro y permanente que la psicología» (Ferrater Mora).

En el tema del origen de las ideas reconoce un influjo misterioso por parte de las sensaciones, aunque rechaza la teoría aristotélico-tomista del intelecto agente. En metafísica admite tres primeros principios: existencia, evidencia y contradicción. Enemigo de extremismos, acepta el método de inmanencia como legítimo y laudable a condición de que no sea exclusivo.

EL criterio

El pensamiento de Balmes oscila entre sus reflexiones en torno a conceptos clásicos de la teología occidental, como el bien, y las nociones científicas que aparecen a lo largo de su obra. Resulta sorprendente su voluntad de construir una teología positiva en diálogo con la ciencia más avanzada de su época.

Es de notar que aquí no hay imposibilidad metafísica o absoluta, porque no hay en la naturaleza de los caracteres una repugnancia esencial a colocarse de dicha manera, pues que un cajista, en breve rato, los dispondría así muy fácilmente; tampoco hay imposibilidad natural, porque ninguna ley de la Naturaleza obsta a que caigan por esta o aquella cara, ni el uno al lado del otro del modo conveniente al efecto; hay, pues, una imposibilidad de otro orden, que nada tiene de común con las otras dos y que tampoco se parece a la que se llama moral, por sólo estar fuera del curso regular de los acontecimientos.

La teoría de las probabilidades, auxiliada por la de las combinaciones

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