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LA ontologia

100420896230 de Enero de 2014

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LA ONTOLOGIA

Es mi propósito hablarles de una de las herramientas que considero fundamentales a la hora de discernir sobre la veracidad de ciertos asuntos. En posteriores artículos les hablaré de otras tan necesarias como interesantes. Pero hoy, les vengo a hablar sobre la ontología. Que dicho sea, es cosa que se practica más a menudo de lo que uno cree.

Ontología es una voz proveniente del griego οντος (ontos), ser o estar; y λóγος (logos), razonamiento.

La ontología – perteneciente a la filosofía – es una parte de la metafísica que se dedica “al estudio de lo que hay”.

Puede decirse que la ontología es la investigación del ser en tanto que ser, en general, más allá de cualquier otra cosa en particular, es o existe. Así mismo, también se puede decir que es el estudio de los seres en la medida en que existen, y no en la medida en que hechos particulares obtienen de ellos una serie de propiedades particulares. Más específicamente, la ontología determina qué categorías del ser son fundamentales, preguntándose si los objetos que se encuentran en esas categorías puede ser calificados de “seres”, y en qué sentido.

Dicho de otra manera: La ontología estudia la existencia o no existencia de ciertas entidades y la manera en que se relacionan entre sí en caso de existir.

La gran parte de las preguntas que a lo largo del correr del tiempo se han dado en la filosofía sólo pueden ser entendidas y razonadas desde la ontología: ¿Existe Dios? ¿Existen entidades mentales, como son las ideas y los pensamientos? ¿Existen entidades abstractas, como los números o los conjuntos? ¿Existen los universales?

Un tema bastante peliagudo (si puede llamarse tal).

La ontología nos dice que de las entidades que existen, que forzosamente han de pertenecer a una de dos categorías dadas: Entidades concretas o entidades abstractas. Por ejemplo, los conceptos, conjuntos o números, a menudo son interpretados como entidades abstractas, mientras que astros, ríos, montañas o personas son interpretados como entidades concretas. Y aunque esto nos pueda parecer una de esas verdades de Perogrullo en realidad la única manera – por llamarlo de algún modo – para separar las unas de las otras es mediante el uso de la intuición. Luego esto vendrá acompañado de la lógica (con lo falso, lo falaz y lo verdadero) y una serie de cosas en las que prefiero no meterme, pero en esencia es la intuición quien discrimina las unas de las otras.

Esto aparte, diré que la ontología nos presenta un concepto sumamente interesante y es el de los universales.

No es que tales universales sean un patrimonio exclusivo de la ontología, no, pero es esta una disciplina que los maneja y estudia con asiduidad.

Los universales son los supuestos referentes de los predicados como “verde”, “áspero”, “amigo” o “insecto”.

La existencia de los universales se emplea para justificar nuestra manera de hablar acerca de los individuos. El ejemplo típico es el decir de una planta que “es verde”, dado que la planta posee el universal verde, o porque éste esta presente en ella. Ya que siendo (el verde), algo distinto de la cosa (la planta), está sin embargo presente en ella y en otras tantas.

Los universales, por lo tanto, tienen la particularidad de poder estar presentes en varios lugares u objetos al mismo tiempo, de ahí el distingo con respecto de los individuos, que no pueden. Solo que existe un pequeño problema: ¿Los universales existen?

Puede ser que sí, como puede ser que no. En caso que así sea, la pregunta es ¿Cuál es su naturaleza? ¿Existen en las cosas (in re), o independientemente de ellas (ante rem)?

Esto que parece tan simple de contestar es en realidad un rompecabezas como no hay dos. Ya que una cosa es expresar opinión – afirmar o negar – y otra bien distinta es dar evidencias y demostrar el argumento empleado.

La ontología se pregunta acerca de la “mente” y lo “mental”. Una cosa que creo gustará a más de cuatro.

Dado que al abrir un cráneo humano no encontramos en él la mente, las ideas o los recuerdos, sino que encontramos un trozo de materia, cabe preguntarse lo siguiente: ¿Será que lo mental es una ilusión, y que todo cuanto describimos en términos mentales puede reducirse a los procesos físicos que observa la ciencia? ¿O será, por el contrario, que lo mental es algo aunque existente, inmaterial e inobservable? La ontología, tal como es, no se contenta con estas “inocentes preguntillas”, sino que va más allá y pone un pie en el abismo. ¿Cuál es la relación entre los estados mentales (y por estado mental hablamos de la conciencia, la psique o, incluso, el alma), con los estados físicos? ¿Se trata de dos sustancias diferentes? ¿O son lo mental y lo físico una sola cosa percibida como dos cosas diferenciadas? De aquí radica la filosofía de la mente, que también es sumamente interesante.

Es por esto que la ontología es conocida como la investigación de las “propiedades trascendentales” el estudio de los conceptos que residen en el entendimiento y que tienen su uso en la experiencia, llevando tal noción hacia un sentido más inmanente.

Husserl diría de la ontología que esta es la ciencia de las esencias. Así mismo reconoce que esta puede ser formal o material, aunque la ontología formal abarca todas las materiales inclusive las del ser.

Por su parte, Heidegger afirma que existe una ontología fundamental que es llamada “metafísica de la existencia” que se encarga de descubrir “la constitución del ser de la existencia”. Ya que esta se refiere a las condiciones de posibilidad de las existencias o al ser mismo en su apertura originaria, insistiendo en diferenciar la metafísica de la ontología, ya que la primera confunde ser con ente; mientras que la segunda, parte de la premisa de que son diferentes.

Leibniz diría de ella que es “ciencia de lo que es y de la nada, del ente y del no ente, de las cosas y de sus modos, de la sustancia y del accidente”.

La moral se ocupa de las acciones humanas. Las verdaderas acciones humanas son aquellas que dimanan de la libre voluntad del hombre.

¿Pero el hombre es verdaderamente libre? Ciertamente sí, inequívocamente: puedo querer una manzana o una pera, o también no querer nada. Los distintos condicionamientos (familia, escuela, costumbres) en la mayoría de los casos no quitan la libertad, pero la pueden limitar. Por lo tanto es necesario afirmar que la libertad de base permanece, y todos tenemos la experiencia, no obstante los condicionamientos, de que podemos obrar según nuestro arbitrio.

Admitiendo, pues, que la verdadera acción humana es aquella que es libre, la moral no mira si nuestra acción es importante o no, si es eficaz o no, si es aplaudida o no. Lo que cuenta para la moral es si la acción que estamos realizando es buena o mala. Decir por tanto que las acciones son morales o inmorales equivale a decir que las acciones son buenas o malas.

Todas las parábolas de Jesús, en particular la del buen samaritano (Lc. 10, 30ss), indican cuáles son las acciones buenas que se han de hacer, y cuáles las malas que se han de evitar.

4. ¿De qué acciones se ocupa la moral?

La moral se ocupa de las acciones humanas, es decir, de aquellas acciones que el hombre realiza con conciencia y deliberación, y que por lo tanto implican su libertad y su responsabilidad.

5. ¿Qué es la libertad?

La libertad es la capacidad, arraigada en la razón y en la voluntad, de obrar o no obrar, o bien, de hacer una cosa en vez de otra. Ella pone a la persona en condición de dirigirse a sí misma.

6. ¿Existen factores que pueden mermar la libertad y la responsabilidad del hombre?

La libertad y la responsabilidad del hombre pueden ser disminuidas o anuladas por la ignorancia, por la violencia, por el temor y por varios condicionamientos psíquicos o sociales.

7. ¿La ignorancia atenúa siempre la responsabilidad de una culpa?

La ignorancia atenúa y hasta quita la responsabilidad de una culpa en la medida en que ella misma no esa culpable.

8. ¿También las pasiones disminuyen la responsabilidad?

Las pasiones, esto es, aquellas emociones o movimientos de la sensibilidad que empujan a obrar o a reaccionar de modo instintivo, disminuyen la responsabilidad sólo cuando son padecidas involuntariamente, de ordinario aumentan la responsabilidad.

9. ¿Cuál es el influjo de los hábitos sobre la responsabilidad?

Como las pasiones, así también los hábitos pueden disminuir o aumentar la responsabilidad según que sean sufridos involuntariamente, o bien cultivados voluntariamente.

10. ¿En base a qué podemos decir que una acción humana es buena o mala?

La bondad o no de una acción humana depende de tres factores: del objeto, de las circunstancias y del fin.

11. ¿Qué es el objeto?

El objeto, o contenido, es el bien, verdadero o presunto, sobre el que recae directamente la acción.

12. ¿Qué son las circunstancias?

Son las diversas situaciones que se unen al objeto, o contenido, modificándole en una cierta medida el valor moral.

13. ¿Qué es el fin?

El fin, llamado también intención, es aquello a lo cual tiende el hombre al realizar una acción determinada.

14. ¿En qué modo estos tres factores actúan para que una acción humana sea buena o mala?

Para que una acción determinada sea moralmente buena deben ser buenos los tres factores. Por el contrario, para que sea más o menos mala basta que sea más o menos malo uno solo

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