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LA ÉTICA KANTIANA

cesardefEnsayo8 de Noviembre de 2012

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LA ÉTICA KANTIANA

Las normas morales y jurídicas de un pueblo se constituyen generalmente a partir de las

tradiciones religiosas. Durante siglos se concibió al estado como dotado de una religión

oficial. En la Europa medieval, más allá de las diferencias entre los pueblos que la

conforman, la religión católica es la fuente de las normas morales y jurídicas, que dejan

poco margen para el desarrollo de ideales de vida individuales que contradigan las

tradiciones sociales. En ese marco, las minorías árabe y judía son apenas toleradas.

Con la Reforma Protestante y las guerras de religión del siglo XVII se quiebra la unidad

religiosa y la idea de fundamentar la moral y el derecho en la religión cede su paso a

una concepción que busca establecer normas universales fundamentadas racionalmente.

El progreso que ha proclamado la Ilustración tiene en el dominio de la moral un ámbito

privilegiado y, en esta esfera, el progreso consistirá en establecer normas que en lugar

de valer para un pueblo o una cultura determinadas, valgan para todos, sean universales

y, en vez de estar basadas en la tradición o en la religión, tengan un fundamento

racional. En realidad, los requisitos de racionalidad y universalidad se complementan.

La ética de Kant, expuesta en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y

en la Crítica de la razón práctica, constituirá el más elaborado intento por construir una

ética universal de naturaleza racional.

Según Kant puede haber muchas cosas buenas como el valor, la decisión, la

perseverancia y otras muchas cualidades, pero ninguna de ellas puede ser llamada buena

sin restricción porque cualquiera de estas cualidades puede llegar a ser mala y dañina si

la voluntad que ha de hacer uso de ellas no es buena. Una voluntad buena, en cambio,

lo es en cualquier circunstancia y con independencia de que alcance un fin propuesto.

No importa el éxito de la acción. Así, por ejemplo, si hago todo lo posible por ayudar a

una persona y finalmente fracaso en el intento, esto no disminuye el valor moral de la

acción. La buena voluntad es buena cuando obra no por inclinación, es decir, siguiendo

alguna tendencia de nuestra sensibilidad, sino cuando obra por deber. En nuestras

acciones podemos obrar en forma contraria al deber, siguiendo alguna inclinación, así,

por ejemplo, cuando no ayudo a una persona que se encuentra en apuros porque

privilegio mi comodidad. También puedo obrar de acuerdo con el deber, pero por

inclinación, cuando, por ejemplo, ayudo a una persona, porque soy amigo de ella.

Finalmente, puedo obrar simplemente por deber, cuando ayudo a una persona porque el

deber manda ayudar a un semejante. Sólo estas últimas acciones merecen la

calificación de moralmente buenas. Las contrarias al deber son moralmente malas y las

que se efectúan de acuerdo con el deber, pero por inclinación, son moralmente neutras.

Así, por ejemplo, Kant analiza el caso de los actos de beneficencia y señala que hacer

beneficencia es un deber, pero que en realidad, muchas personas experimentan un cierto

regocijo al efectuar la beneficencia; en consecuencia, obran de acuerdo con el deber,

siguiendo una inclinación, pero no por deber, y su acción, aunque no es moralmente

reprochable, tampoco es digna de que se le adjudique valor moral.

Kant define el deber como la necesidad de una acción por respeto a la ley. Se refiere a

la ley moral universal que la razón práctica da a la voluntad y que dice que “…no debo

obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley

universal”.

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