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La Etica Kantiana


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2013  •  1.601 Palabras (7 Páginas)  •  265 Visitas

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LA ÉTICA KANTIANA

Las normas morales y jurídicas de un pueblo se constituyen generalmente a partir de las tradiciones religiosas. Durante siglos se concibió al estado como dotado de una religión oficial. En la Europa medieval, más allá de las diferencias entre los pueblos que la conforman, la religión católica es la fuente de las normas morales y jurídicas, que dejan poco margen para el desarrollo de ideales de vida individuales que contradigan las tradiciones sociales. En ese marco, las minorías árabe y judía son apenas toleradas. Con la Reforma Protestante y las guerras de religión del siglo XVII se quiebra la unidad religiosa y la idea de fundamentar la moral y el derecho en la religión cede su paso a una concepción que busca establecer normas universales fundamentadas racionalmente. El progreso que ha proclamado la Ilustración tiene en el dominio de la moral un ámbito privilegiado y, en esta esfera, el progreso consistirá en establecer normas que en lugar de valer para un pueblo o una cultura determinadas, valgan para todos, sean universales y, en vez de estar basadas en la tradición o en la religión, tengan un fundamento racional. En realidad, los requisitos de racionalidad y universalidad se complementan.

La ética de Kant, expuesta en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y en la Crítica de la razón práctica, constituirá el más elaborado intento por construir una ética universal de naturaleza racional. Según Kant puede haber muchas cosas buenas como el valor, la decisión, la perseverancia y otras muchas cualidades, pero ninguna de ellas puede ser llamada buena sin restricción porque cualquiera de estas cualidades puede llegar a ser mala y dañina si la voluntad que ha de hacer uso de ellas no es buena. Una voluntad buena, en cambio, lo es en cualquier circunstancia y con independencia de que alcance un fin propuesto. No importa el éxito de la acción. Así, por ejemplo, si hago todo lo posible por ayudar a una persona y finalmente fracaso en el intento, esto no disminuye el valor moral de la acción. La buena voluntad es buena cuando obra no por inclinación, es decir, siguiendo alguna tendencia de nuestra sensibilidad, sino cuando obra por deber. En nuestras acciones podemos obrar en forma contraria al deber, siguiendo alguna inclinación, así, por ejemplo, cuando no ayudo a una persona que se encuentra en apuros porque privilegio mi comodidad. También puedo obrar de acuerdo con el deber, pero por inclinación, cuando, por ejemplo, ayudo a una persona, porque soy amigo de ella. Finalmente, puedo obrar simplemente por deber, cuando ayudo a una persona porque el deber manda ayudar a un semejante. Sólo estas últimas acciones merecen la calificación de moralmente buenas. Las contrarias al deber son moralmente malas y las que se efectúan de acuerdo con el deber, pero por inclinación, son moralmente neutras. Así, por ejemplo, Kant analiza el caso de los actos de beneficencia y señala que hacer beneficencia es un deber, pero que en realidad, muchas personas experimentan un cierto regocijo al efectuar la beneficencia; en consecuencia, obran de acuerdo con el deber, siguiendo una inclinación, pero no por deber, y su acción, aunque no es moralmente reprochable, tampoco es digna de que se le adjudique valor moral.

Kant define el deber como la necesidad de una acción por respeto a la ley. Se refiere a la ley moral universal que la razón práctica da a la voluntad y que dice que “…no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal”. Esta ley, a la que Kant llama imperativo categórico, quiere decir que no debo obrar sino de acuerdo con máximas que puedan universalizarse. Sólo obro moralmente bien cuando puedo querer, es decir, aceptar por propia convicción como

Apuntes de Cátedra Prof. Gabriel Cimaomo

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obligatorio para mí, que el principio de mi querer se convierta en ley válida para todos. Así, por ejemplo, supongamos que en determinadas circunstancias puedo obtener un beneficio diciendo una mentira; mi máxima podría expresarse así: “En caso de que me sea útil diré una mentira”; esta máxima puede servirme, pero, según Kant, debo generalizarla y pensarla como si fuera una ley que dijera: “Cualquier persona, en caso de que le sea útil puede decir una mentira”. Al universalizarse, se advierte que esta máxima no puede valer como ley general, pues, si todos mienten, la misma mentira ya no sería eficaz. La máxima, en resumen, no es moralmente buena. Lo moralmente malo consiste en que el sujeto se permita acciones que no les permite a los demás.

El imperativo categórico se constituye así en el fundamento racional de las normas morales

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