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LAICIDAD Y DEMOCRACIA


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2013  •  5.933 Palabras (24 Páginas)  •  270 Visitas

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LAICISMO Y LAICIDAD

Josep Corominas i Busqueta1

Los términos laico y laicismo, etimológicamente, derivan del griego “laos”, que significa “pueblo”, en un sentido bastante parecido al de la palabra “demos”, de la cual deriva el concepto de democracia, y de “ikos”, sufijo que denota “pertenencia a un grupo”. Este es el sentido que en sus orígenes tuvo la palabra laicismo. De ahí que una sociedad laica sea una sociedad regida por el pueblo y no por otros poderes, por sagrados que sean. Apartir de esta concepción, que era la propia e inicial que se le dio en Grecia, fue modificándose a partir de los primeros años de la Edad Media. Así podemos observar como el término laicismo, va cambiando progresivamente su sentido, especialmente por la influencia que el cristianismo ejerce en la sociedad a partir de Constantino. En las primeras traducciones de la Biblia hebraica las palabras laicismo y laico empiezan a ser utilizadas en el sentido de “cosa no consagrada a Dios”. Con ello este término fue adquiriendo una nueva significación, ya que se utilizaba para contraponerlo al concepto de “lo sagrado” o sacerdotal. Según esta concepción eclesial, aparte de los paganos, los cristianos se diferenciaban en dos categorías, los laicos que eran el conjunto de los que no tenían órdenes clericales y los clérigos, dedicados al servicio de Dios. De esta forma se establecía, de hecho, una clara división y diferenciación entre los seres humanos que componían la sociedad considerada como civilizada: por una parte un grupo minoritario, que se dedicaba a lo sagrado y que marcaba las pautas de comportamiento para el conjunto de la sociedad, señalando cuál era la verdad absoluta y el camino a seguir y marginando y eliminando a los que se apartaban de esta verdad absoluta y por otra parte un grupo mayoritario, el resto de la sociedad y que se hallaba supeditado al grupo minoritario, con lo cual se le había dado un vuelco completo al concepto inicial del término laicismo. Esta clara ascendencia, de un grupo sobre otro, viene corroborada por la introducción de un nuevo concepto, el de lego, es decir, el “profano” o “ajeno” a un determinado asunto. La mejor visualización de cuanto acabamos de señalar lo encontramos en el texto del decreto que el monje y teólogo Graciano publicó en el año 1140 y en el que indica que

...hay dos clases de cristianos: los destinados al servicio divino y dedicados a la contemplación y a la oración, que se apartan del estruendo de las cosas temporales. Son los clérigos y consagrados a Dios… Hay otra clase de cristianos. Son los laicos, pues “laos” significa pueblo. A éstos se les permite tener bienes temporales, pero sólo para su uso. Porque no hay nada más lamentable que despreciar a Dios por el dinero. Se les concede casarse, cultivar la tierra, actuar como jueces, llevar ofrendas al altar, pagar los diezmos. Y de este modo se pueden salvar siempre que, haciendo el bien, eviten los vicios...

De acuerdo con esta concepción a los laicos se les tolera que puedan realizar determinadas actividades, siempre supervisadas y tuteladas por los clérigos, pero sin dejarles que tuvieran iniciativas personales e independientes con lo que este grupo de seres humanos pasa a la categoría de súbditos.

1 Publicado en Criterios, nº 6 (2006)

A partir de estos momentos, en nuestra cultura, el término laicismo se utilizó, de forma casi exclusiva, en el ámbito eclesial para señalar la supeditación que debía existir a lo sagrado y permitir, de esta forma, que se fueran imponiendo los valores religiosos específicos del cristianismo como las reglas de conducta que debían regir las relaciones políticas y sociales de los diferentes pueblos. Esta simbiosis y supeditación de lo civil a lo eclesiástico no sufre variaciones importantes hasta finales del S. XVII y durante el S. XVIII, imponiendo esta concepción, en muchos casos, de forma violenta y cruenta. Es con el surgimiento de las concepciones librepensadoras, y su posterior desarrollo, cuando se intenta dar una respuesta coherente y racional a la situación política y social existente en la que el predominio del poder absoluto, de la falta de libertad y de una estrecha relación entre Iglesia y Estado eran los parámetros que determinaban el pensamiento de toda la población. El camino histórico del librepensamiento suele correr parejo al del tortuoso y conflictivo proceso de secularización, secularismo o laicismo. Laicismo entendido, en primera instancia, tal como es definido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como la “doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa”. De ahí que el S. XVIII sea el momento de la gran eclosión laicista de la historia de la humanidad. Pero para centrarnos en el tema del laicismo creo que mejor que la definición de la Academia de la Lengua es la que nos suministra Alberto Bayet al señalarlo como

...la idea de que todos los seres humanos –sean cuales fueren sus opiniones filosóficas o creencias religiosas– pueden y deben vivir en común dentro del respeto por la verdad demostrada y en la práctica de la fraternidad. Quienquiera que de buena fe, piensa que el hombre debe amar a sus semejantes, es un laico.

Esta necesidad de pensar por sí mismo, sin supeditaciones y prejuicios, y de actuar de acuerdo con la Razón, como instrumento básico para la búsqueda de la Verdad, lleva de nuevo a retomar el concepto originario de laicismo. Esta necesidad de protagonismo del individuo, sin ningún tipo de cortapisas, queda perfectamente reflejado en la expresión de Galileo Galilei cuando señala:

...No me parece que sea necesario creer que el mismo Dios que nos ha dado nuestros sentidos, nuestra razón e inteligencia, haya deseado que abandonáramos su uso, dándonos por otros medios la información que podríamos obtener a través de ellas.

Con ello vuelve a señalarse el papel importante que el individuo tiene en su propio desarrollo y en la necesidad del conocimiento de uno mismo para que la sociedad pueda avanzar. Es a partir de este momento que el término laicismo vuelve a adquirir su primigenia acepción, al afirmarse como la voluntad de construir una sociedad justa, progresista y fraternal, dotada de instituciones públicas imparciales, garantes de la dignidad de la persona y de los derechos humanos, asegurando a cada uno la libertad de pensamiento y de expresión, así como la igualdad de todos delante de la ley, sin distinción de sexo, de origen, de cultura o de convicción y considerando que las opciones confesionales o no-confesionales corresponden

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