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LAS PREGUNTAS DE LA VIDA


Enviado por   •  9 de Octubre de 2012  •  574 Palabras (3 Páginas)  •  408 Visitas

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propósito de este libro es por un lado muy modesto y por otro desmesuradamente ambicioso.

Modesto porque se contentaría con servir como lectura inicial para alumnos de bachillerato que deben acercarse por primera -y quizá última- vez a los temas básicos de la filosofía occidental, planteados no de forma histórica sino como preguntas o problemas vitales. En este sentido, pretende atender fielmente aunque con cierto díscolo sesgo personal a las indicaciones sobre esta asignatura dictadas por las administraciones educativas.

Pero también desmesuradamente ambicioso, puesto que no renuncia a servir como invitación o proemio a la filosofía para cualquier profano interesado en conocer algo de esta venerable tradición intelectual nacida en Grecia. Sobre todo me dirijo a quienes no se preocupan tanto por ella sólo en cuanto venerable tradición sino como un modo de reflexión aún vigente, que puede serles útil en sus perplejidades cotidianas. No se trata primordialmente de saber cómo se las arreglaba Sócrates para vivir mejor en Atenas hace veinticinco siglos, sino cómo podemos nosotros comprender y disfrutar mejor la existencia en tanto contemporáneos de Internet, del sida y de las tarjetas de crédito.

Para ello, sin duda, tendremos que remontarnos en ocasiones hasta las lecciones de Sócrates o de otros insignes maestros pero sin limitarnos a levantar acta más o menos crítica de sus sucesivos descubrimientos. La filosofía no puede ser solamente un catálogo de opiniones prestigiosas. Más bien lo contrario, si atendemos por esta vez a la opinión «prestigiosa» de Ortega y Gasset: «La filosofía es idealmente lo contrario de la noticia, de la erudición1». Desde luego la filosofía es un estudio no un puñado de ocurrencias de tertulia, y por tanto requiere aprendizaje y preparación. Pero pensar filosóficamente no es repetir pensamientos ajenos, por mucho que nuestras propias reflexiones estén apoyadas en ellos y sean conscientes de esta deuda necesaria. Ciertas introducciones a la filosofía son como tratados de ciclismo que se limitasen a rememorar los nombres y las gestas de los vencedores del Tour de Francia. Me propongo inten-tar aquí enseñar a montar en bicicleta y hasta dar ejemplo pedaleando yo mismo, por lejos que estén mis capacidades de las de Eddy Merckx o Miguel Induráin.

Pero el lector tiene que intentar pedalear también conmigo o incluso contra mí. En estas páginas no se ofrece una guía concluyente de pensamientos necesariamente válidos sino un itinerario personal de búsqueda y tanteo. Al final de cada capítulo se propone un memorándum de cuestiones para que el lector repita por sí mismo la indagación que acaba de leer, lo que quizá le llevará a conclusiones opuestas. Nada más necesario que este ejercicio, porque la filosofía no es la revelación hecha por quien lo sabe todo al ignorante, sino el diálogo entre iguales que se hacen

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