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LO MÁS ÍNTIMO DEL HOMBRE: LA CONCIENCIA MORAL


Enviado por   •  23 de Abril de 2020  •  Informes  •  3.836 Palabras (16 Páginas)  •  229 Visitas

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LO MÁS ÍNTIMO DEL HOMBRE: LA CONCIENCIA MORAL

Armando Mera Rodas

  1. RADIOGRAFÍA ACTUAL DE LA CONCIENCIA HUMANA

        Con el transcurso y  desenlace de los Tiempos, con el auge de los nuevos saberes, con la modernidad y Posmodernidad; o con el paso de   las “sombras” a las “luces” como algunos le han llamado, iniciado por Descartes y sucesores, hasta desembocar en pleno siglo XXI, se ha configurado  una etapa llena de tensiones para la conciencia humana.

El racionalismo cartesiano acentúa el sentido psiconoseológico o epistemológico de  la misma, considerándola como la fuente segura de certeza del conocimiento. Por su parte el racionalismo leibniziano se instala en una postura pansiquista. En tanto el empirismo loockeano  considera que la conciencia  es la percepción de lo que ocurre en el propio entendimiento.

 A partir de la teoría psicoanalítica de Freud se ha dicho que  la Conciencia Moral no es otra cosa que la supervivencia inconsciente de la autoridad paterna y que su introyección  tiene lugar en los primeros meses de la vida del niño cuando los padres le prohíben algunas formas de satisfacer ciertos impulsos y necesidades. En el inconsciente se desarrollaría así un  miedo a la autoridad ligado a sentimientos de odio y culpabilidad. De ahí nace un mecanismo de represión de los impulsos biológicos que tiende a conformarlos con las normas socialmente aceptadas. Sin embargo aunque este planteamiento no  es comprobable científicamente por referirse a estadios de la vida infantil que no pueden ser verificados y además porque parece contradecir un hecho universalmente reconocido: las relaciones de los padres con los hijos son amorosos y  llenos de delicadeza, no obstante ha sido recogido y aceptado  como válido por muchos seguidores.

Es fundamentalmente inaceptable la base de esta teoría, ya que de ser así, el hombre sería esencialmente impulso sexual, al servicio del cual debe ponerse la razón. La norma de la vida humana estaría constituida por la legalidad biológica de dicho impulso, por el principio de su libre desarrollo y su moderación por parte de la razón sería la cusa de todas las enfermedades psíquicas.        

Este planteamiento ha sido reforzado con la proliferación de las éticas inmanentistas tan difundidas en la modernidad tal es el caso de: el utilitarismo, el emotivismo, el kantismo, el pragmatismo, el relativismo, etc. Entre éstas, por ejemplo la ética de la   situación plantea que la conducta moral no puede fundamentarse sobre leyes universales válidas,  sino sobre las condiciones o circunstancias concretas en que se realiza cada acción. Esta situación es única e irrepetible para cada individuo y para cada momento de su vida.  En cada caso, la conciencia ha de decidir, creando así una propia moralidad individual y concreta. Aunque aquí se olvida que la misma inteligencia que formula el juicio actual de conciencia conoce también verdades y principios morales de naturaleza general y valederos para toda situación como por ejemplo: el homicidio, el robo; no obstante son muchos los seguidores que defienden estos errores. La pregunta válida sería ¿ por qué hacer caso a la razón que dictamina sobre la moral de  un acto concreto y no sobre hechos generales y universales?

 Estos hechos, por un lado han  instalado a la conciencia del hombre en un plano superficial y sin importancia y por otro, se ha llegado incluso a negar la realidad sustancial de la misma  – el asociacionismo, el conductivismo de Watson y el psicoanálisis de Jung constituyen un buen ejemplo - ¿ cuál ha sido el desenlace? Sin duda la deformación  de la conciencia, una conciencia indolora y sin telos o finalidad, un descuido habitual de los medios para la formación de la conciencia, a fin de  contrarrestar el influjo de las pasiones, de los vicios personales, del ambiente, etc. Ha originado diversos estados de deformación; así, es muy común encontrarnos hoy con una conciencia laxa, una conciencia Light, que sin fundamento alguno quita la razón de malicia a actos que realmente lo tienen Ahora los nuevos paradigmas de acción serían: una acción es buena si me produce gozo;  mala si me causa dolor (utilitarismo); una acción es buena si la razón manda hacer, mala si lo prohibe (Kant); es bueno si algo es útil para el desarrollo, malo si lo perjudica (pragmático); una acción es buena si la mayoría lo hace, mala si lo hace la minoría (relativista); es bueno si algo tiene éxito para conservar o mejorar la especie, mala si la hace menos apta para la lucha por la vida (Darwin); algo es bueno si me libera, malo si me reprime la libido (psicoanalista); es bueno si algo me da poder e importancia, malo si me disminuye (existencialista), etc. Esta conciencia laxa ha llegado a ser en algunos casos cauterizada,  la misma que por la repetición habitual de acciones negativas, no advierte su gravedad e incluso no reconoce malicia alguna en ellos. En otros ha dado origen a la conciencia farisaica que hace a la persona muy sensible ante algunos actos exteriores pero que le permite actuar sin escrúpulo alguno en materia de gran importancia. Por eso quienes tenemos aún nostalgia e inquietud por las cosas profundas y no superfluas, propias de un hombre Light muy característico de nuestro tiempo, no podemos ser indiferentes y dejarnos subsumir por estas pseudo teorías que a menudo nos han mostrado algo como bueno, valioso y bello cuando en el fondo es malo, pernicioso y feo; pero que a decir verdad se han ido decantando y poco a poco quedando en el recuerdo. Habrá que encarnar, con urgencia aquella crítica que  Platón dirigía en su tiempo a los Sofistas con los apelativos de: “Traficantes de Golosinas del Alma” “Traficantes de la Verdad” “Seudos Sabios”. Realmente vivimos una cultura emotivista, asesorados por una ética indolora, donde ya no hay criterios objetivos para juzgar nuestras acciones como buenas o malas. Algo ha pasado y ocurrido. Desde mi perspectiva por su puesto que algo grave ha ocurrido, pero no me han invitado para disertar sobre esto, ni mucho menos sobre este tema tan espinoso como es : el tratamiento histórico que se le ha dado a la conciencia; sí, sobre una raigambre  que a mi entender  está directamente implicado con el problema de la crisis moral actual, esto es, la falta de conciencia recta en el actuar  del hombre.

  1. EXISTENCIA DE LA CONCIENCIA

La filosofía práctica, ética o moral enseña que la conciencia es propia y exclusiva del hombre, dado que sólo él goza de la facultad de auto – reflexión, es decir de volver sobre sus propios actos, y “Tener Conciencia” de lo que siente y conoce.

A diferencia de los minerales que son insensibles y sólo se muestran pasivos ante los agentes de la naturaleza, de las plantas que son sensibles, pero no conscientes de ello; y los animales que tampoco tienen conciencia de sus propias operaciones ya que como  ha dicho  Xavier Zubiré “el animal siente, pero no se siente” , el hombre puede “volver sobre sí mismo” y re- reflexionar. En este volverse sobre sí, cae en la cuenta de que siente tal o cual sensación; de que piensa en esto o en otro, de que actúa bien o mal.

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