La Equidad Y Lo Justo
juancho.8013 de Marzo de 2014
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La Equidad y lo Justo
La equidad se define como un principio asociado a valoraciones éticas, morales y políticas sobre la idea de lo que es «justo». En búsqueda de la justicia, la equidad orienta una acción consciente y deliberada dirigida a impactar en los determinantes sociales, culturales, políticos, económicos e institucionales que producen tratos, condiciones y/o posiciones «injustas», «inaceptables» en la vida concreta de las personas dentro de cada sociedad.
“La equidad es un principio ético-normativo, asociado con lo justo, que comprende los siguientes aspectos:
1. Parte de un algo fundamental (necesidad, capacidad o potencial) en el que nadie debe estar en desventaja.
2. Tiene carácter social y no solamente individual.
3. Incide en la distribución de poder, derechos, oportunidades y opciones.
4. Tiene por función cerrar las diferencias injustas.”
En la equidad lo justo se enfrenta al hecho de que las personas tienen diferencias en sus condiciones de partida, circunstancias y capacidades, lo que afecta sus horizontes de vida independientemente del talento o del esfuerzo realizado. Las ventajas o desventajas que estas diferencias producen no son producto de una ley «natural», del azar o de la suerte, o del comportamiento singular de algunas personas, sino que obedecen a desigualdades y a jerarquías en el orden social existente que de manera sistemática crean tratos, posiciones y condiciones diferenciales en el acceso y control sobre el poder, la riqueza, la propiedad, los derechos y las oportunidades, e intervienen en el menoscabo de identidades y opciones de las personas y grupos humanos para realizarse.
Podemos decir también que lo justo es darle a cada quien lo que merece según su trabajo y merito que tiene. Ejemplo: esto se ve reflejado ahora en el aumento salarial que hizo el Presidente Chávez donde lo calcula por medio de una tabla salarial dependiendo los años de servicios y títulos obtenidos; es así donde refleja a cada quien lo que le corresponde por merito propio.
La Equidad y la Igualdad
La equidad y la igualdad están unidas pero no pueden reemplazarse una a la otra. La equidad se define como igualdad de oportunidades pero ésta no es factible sin una real igualdad de derechos y de poderes plenamente aceptados y socialmente ejercidos. Es así como en una sociedad excluyente, con fuertes divisiones sociales donde unas personas tienen derechos y otras no, y amplios sectores de la población viven en absoluta pobreza es poco lo que la equidad puede aportar.
“La equidad y la igualdad son principios estrechamente relacionados, pero no significan lo mismo.
En una sociedad verdaderamente justa, los principios de equidad e igualdad no se anulan uno al otro, ambos se aplican porque son interdependientes: ninguno es suficiente sin el otro.
La equidad se asocia con oportunidades, mientras que la igualdad tiene que ver con el reconocimiento social y legal de derechos y el ejercicio de poder. En una sociedad donde las personas no se reconocen como iguales, es difícil que haya oportunidades para todos.
En una sociedad de iguales donde no hay equidad, habrá una igualdad restringida porque todos somos diferentes desde el punto de vista biológico, social y cultural, y necesitamos cosas distintas en tiempos distintos.”
La igualdad fundamental, en cuanto persona, es la base de la equidad. La equidad puede demandar una distribución desigual de recursos a favor de una igualdad de resultados, ajustándose a las diferencias biológicas, sociales y político-organizacionales determinantes de las desigualdades existentes.
«Las consecuencias de pasar por alto esas diferencias entre los individuos pueden llegar a ser muy poco igualitarias al no tener en cuenta el hecho de que considerar a todos por igual puede resultar en que se dé un trato desigual a aquellos que se encuentran en una posición desfavorable» (Sen, 1992).
La Equidad y las Diferencias
Todos estamos dotados de las mismas capacidades humanas para vivir, ser e interactuar con otros; pero estas capacidades humanas se expresan en diversas formas: lenguajes, culturas, características físicas y psicológicas, etc. Es necesario reconocer que todos somos distintos y de muchas maneras diferentes. Nuestras características plenamente humanas y plenamente diferentes exigen, desde un punto de vista ético, moral y político, reconocernos (vernos y aceptarnos) mutuamente como seres semejantes en nuestras diversidades o como «igualmente diferentes», tanto en lo individual como en lo colectivo.
“La equidad, definida desde un enfoque que entrelaza la igualdad y la diversidad, significa:
Que todos tengan igual oportunidad para alcanzar un algo fundamental que es propio de los seres humanos.
Que las oportunidades expresen todas las opciones posibles para la realización personal de cada uno...”
Para lograr la equidad es necesario conjugar la igualdad y las diferencias. Lo justo es evitar que las diferencias generen discriminaciones que impidan el acceso a los medios para desarrollar las potencialidades.
« La equidad se entiende como una respuesta ajustada a las diferencias de cada uno y en contra de inequidades por causa de relaciones de superioridad/inferioridad tejidas, entre otras formas, alrededor del género, la clase social, la edad y/o la etnia, anulando la posibilidad de la autodeterminación y la autonomía de las personas, en su identidad propia y en lo que valoran como proyecto de vida. »
La perspectiva de reconocimiento de la diversidad como característica inherente a la experiencia humana: comprende a sujetos con distintas identidades, lenguajes, modos de vida y prácticas socioculturales, y una igualdad social y cultural asumida por todos que reconstruye los vínculos humanos en el marco de una sociedad inclusiva, solidaria y pluralista. Tal reconocimiento significa que todos somos aceptados como personas humanas con igual derecho y posibilidad para participar en la vida social desde nuestras identidades y modos de vida diferentes.
Ahora hablemos de lo más común que es las diferencias de género. En la cual podemos decir lo siguiente:
CUESTIONES DE GÉNERO: IGUALDAD Y DIFERENCIA.
No existe una definición unívoca del concepto género. Se suele atribuir a este concepto un origen simbólico en una famosa frase de Simone de Beauvoir, cuando en 1949, en su libro titulado El segundo sexo, afirmaba que “una mujer no nace, sino que se hace”. A partir de las aportaciones de esta autora, los círculos feministas anglosajones, así como las antropólogas sociales, comenzaron a utilizar el concepto de género en torno a los años setenta del pasado siglo, para referirse a la construcción sociocultural de los comportamientos, actitudes, valores y sentimientos de los hombres y las mujeres, respectivamente. Dicha construcción sociocultural, a su vez, ha ido derivando en un proceso histórico de prácticas y relaciones sociales de dominación y poder, que se manifiesta en diferentes ámbitos, tales como, el estatal, el jurídico, el familiar, el laboral –con sus específicas divisiones del trabajo masculino y el femenino-, el educativo y el de los medios de comunicación e información . Además, esta construcción sociocultural de las diferentes características de género no fue neutral, sino selectiva, y en base a ella se fue estructurando, privilegiando y justificando una superioridad jerárquica de los rasgos masculinos sobre los femeninos, basada en relaciones sociales de poder y, especialmente, en relaciones de desigualdad y de dominación entre los sexos. En base a ello, se justificó también la construcción socio-histórica del género femenino como algo inferior y objeto, por lo tanto, de exclusión social y política.
El término género sirvió, por lo tanto, para identificar las diferencias, construidas social y culturalmente, entre lo femenino y lo masculino. Por ello, la doctrina feminista ha intentado, siempre, clarificar los conceptos de sexo y género; “entendiendo por sexo las características anatómicas de los cuerpos, incluida la genitalidad, así como las características morfológicas del aparato reproductor y aspectos tales como diferencias hormonales y cromosómicas”. Por su parte, el término género se reservó para “designar la elaboración cultural de lo femenino y lo masculino”, esto es, los estereotipos sociales de los géneros. Además, con esta distinción entre los dos términos se fue ampliando y legitimando la construcción de argumentos a favor de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres .Por otra parte, nuestras actuales sociedades democráticas no reflejan suficientemente en sus estructuras normativas los cambios, que las vidas de las mujeres han ido experimentado en el último siglo; hasta tal punto esto es así, que todavía sigue siendo necesaria la reivindicación de una igualdad de representación en las instancias decisorias de las instituciones públicas o de una igualdad redistributiva desde un punto de vista social y económico entre hombres y mujeres o una igualdad de remuneraciones…, así como un reconocimiento de las diferencias de género en el ámbito de la vida pública.Por otra parte, la mayoría de las teorías de la justicia desarrolladas en el último siglo (por ejemplo, la de Rawls, la de Nozick, la de Habermas, y la de muchos autores de la teoría comunitarista) ignoran muchos de los problemas relevantes para las mujeres, a pesar de que las teorías feministas están llamando la atención, desde hace tiempo, sobre situaciones como la discriminación sexual, la desigualdad salarial, el acoso sexual,
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