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La Filosofía En La Actualidad


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2013  •  3.707 Palabras (15 Páginas)  •  633 Visitas

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La conciencia —afirma el filósofo en su libro El misterio de la conciencia— es un fenómeno natural, biológico. Es una parte de nuestra vida biológica, como la digestión, el crecimiento o la fotosíntesis. Nuestra visión del carácter natural, biológico, de la conciencia y de otros fenómenos mentales está obnubilada por causa de nuestra tradición filosófica, que hace de lo “mental” y de lo “físico” dos categorías mutuamente excluyentes. La salida hay que buscarla en el rechazo tanto del dualismo como del materialismo, aceptando, en cambio, que la conciencia es un fenómeno “mental” cualitativo, subjetivo, y al propio tiempo, parte natural del mundo físico… La conciencia es un fenómeno natural biológico que no casa confortablemente con ninguna de las categorías tradicionales de mental y físico. Está causada por microprocesos de nivel inferior que se dan en el cerebro, y es un rasgo del cerebro en los niveles superiores.

Su teoría es sólida al afirmar que las propiedades mentales más valoradas (como la voluntad, la subjetividad y la singularidad) son entramados emergentes de las complicadas combinaciones posibles que se dan en el nivel neuronal. Esa complejidad es la que falta aún por describir de manera precisa, pero ello no significa que no exista y que no sea ella, y sólo ella, el factor determinante en la impresionante singularidad cósmica de la mente humana.

Cuando el filósofo de Berkeley comenta estos temas, que pudieran parecer estrictamente científicos, en realidad lo que hace es presentar a un público no especializado los fundamentos de un pensamiento que excede los presupuestos religiosos históricos y los vuelve rancios, caducos y vacíos de contenido. Si la explicación sobrenatural no es ni suficiente ni necesaria para dar cuenta de la maravilla de la mente humana, consecuentemente es posible dar el paso siguiente; jalonar el pensamiento a un estadio superior al religioso, dejando atrás sus lastres de figuras míticas, mágicas y todopoderosas. La labor del filósofo, entonces, se convierte en un avatar del pensamiento progresista en el mejor de sus sentidos: acumular conocimiento para ensanchar los círculos de entendimiento de la verdad que, como estableciera Aristóteles hace 2300 años, ésta consiste en decir de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es.

El caso de Peter Sloterdijk es más complicado y tumultuoso que el de Searle. Su obra es inmensa, barroca, compleja y artística. Sus temas son diversos y lo mismo puede hacer análisis estéticos que psicoanalíticos, sociológicos o de crítica literaria, pero en el centro de toda ella se encuentra la preocupación por el ser del hombre. Sus obras son, por lo general, monumentales (nada más pensar en su trilogía Esferas, que consta en total de más de tres mil páginas) y muy cargadas conceptualmente, pero también se ha dado tiempo para realizar escritos con un cariz más general e intención divulgadora. En éstos ha hecho una disección del estado civilizatorio actual.

El caso de Peter Sloterdijk es más complicado y tumultuoso que el de Searle. Su obra es inmensa, barroca, compleja y artística. Sus temas son diversos y lo mismo puede hacer análisis estéticos que psicoanalíticos, sociológicos o de crítica literaria, pero en el centro de toda ella se encuentra la preocupación por el ser del hombre.

A partir de su obra Normas para el parque humano, que a poco más de una década de su publicación se ha convertido en un clásico contemporáneo y que en su momento (finales del milenio) tuvo una gran repercusión mediática en Alemania, estableció que la dinámica de la sociedad actual la ha llevado a la pérdida del humanismo y al encumbramiento de diversos elementos de barbarie. La creciente violencia cotidiana en numerosos lugares del mundo, así como el desvanecimiento de la lectura, la educación y la civilidad como fundamento de la formación de las personas, han afectado sin remedio al cemento de la sociedad global, donde cada vez más los individuos guían sus vidas y su interacción con los demás con base en el ejercicio de la fuerza, el quebranto de la ley y el desenfreno de las pasiones. De manera incendiaria, Sloterdijk afirma que la retirada del humanismo no tiene vuelta atrás y que los procesos de tensión social y neobarbarie serán cada vez más profundos y más extendidos en el mundo.

En la cultura actual está teniendo lugar una lucha de titanes entre los impulsos domesticadores y los embrutecedores y entre sus medios respectivos. Y ya serían sorprendentes unos éxitos domesticadores grandes, a la vista de este proceso civilizador en el que está avanzando, de forma según parece imparable, una ola de desenfreno sin igual… De igual manera que en la Antigüedad el libro perdió la batalla contra el teatro, así también hoy podría la escuela perder la batalla contra poderes educativos indirectos como la televisión, las películas violentas y otros medios de desinhibición, si no surge una nueva cultura del cultivo propio que mitigue esa violencia.

Las penetrantes observaciones de Sloterdijk revelan de manera general un estado de cosas que ha dejado una estela problemática en muchas partes del mundo, México incluido. Lo que el pensador alemán hace ver es que las soluciones para el estado de franca desintegración de los presupuestos de convivencia (educación, civilidad y constitucionalidad) que durante tres siglos se han construido en buena parte del mundo, están ya más allá de la política profesional. No bastará con reformas reactivas ni con soluciones inmediatas o con el ejercicio desmedido de la fuerza para solucionar los procesos de furia social y descreimiento de la legalidad que se vive en muchos territorios del planeta, sino que es necesario ir más allá. Imaginar, repensar e inventar nuevos cimientos sociales, valores edificantes relucientes y una comprensión del ser humano y su modo de ser en el mundo diversa a la que hasta ahora se ha ensayado en Occidente y las naciones del resto del mundo bajo su influencia.

El trabajo filosófico de estos pensadores, concebido para un público más amplio que el especializado, y recién comentado a vuelo de pájaro, pone de relieve la vigorosidad del quehacer filosófico mundial en nuestros días. Más allá de bravatas esteticistas o tecnocráticas, lo cierto es que la filosofía sigue siendo un pozo inagotable de ideas, concepciones y elucubraciones luminosas sobre la realidad del hombre y el mundo. Su vigencia está fuera de duda y sigue cumpliendo a cabalidad el dictum que lanzara Hegel hace ya dos buenos siglos: ser la máxima encarnación abstracta de la reflexión de donde parte el entendimiento científico de todo lo demás.

La filosofía ha sido siempre una forma de entender, y en algunos casos de tratar de transformar la realidad a partir de la propia experiencia vital, del propio

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