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La Función Social De La Filosofía


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  3.870 Palabras (16 Páginas)  •  548 Visitas

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Cuando en una conversación aparecen los conceptos de física, química, medicina o historia, los participantes, en general, aso-cian con ellos algo muy concreto. Si llega a surgir una diferen-cia de opiniones, pueden consultar un diccionario o alguno de los manuales corrientes, o bien recurrir a un especialista más o menos destacado en la materia en cuestión. La definición de cada una de esas ciencias se deduce directamente de su posi-ción en la sociedad actual. Aunque ellas podrían hacer en el futuro los más grandes progresos, aunque es previsible que, por ejemplo, la física y la química llegarán a fusionarse algún día, sin embargo, nadie se interesa realmente por definir esos con-ceptos de otro modo como no sea relacionándolos con las acti-vidades científicas que en este momento se encuadran en tales denominaciones.

Con la filosofía no ocurre lo mismo. Supongamos que le preguntásemos a un profesor de filosofía qué es la filosofía. Si tenemos suerte y damos por casualidad con un especialista que no rechace por principio las definiciones, nos dará una. Pero si aceptamos esa definición, pronto comprobaremos, presumi-blemente, que no es, de ningún modo, la que se reconoce en general y en todas partes. Entonces podríamos dirigirnos a otras autoridades, o también leer manuales modernos o anti¬guos.

Eso sólo aumentaría nuestra confusión. Muchos pensadores, entre los cuales Platón y Kant son considerados autoridades, ven la filosofía como una ciencia exacta que posee un criterio de verdad propio, un campo de investigación y un objeto es-pecíficos.

Esta concepción estuvo representada en nuestro tiempo principalmente por Edmund Husserl en su último período.

Otros pensadores, como Ernst Mach, entienden la filosofía como continuación y síntesis de las ciencias especiales con miras a la formación de un todo unitario. También Bertrand Russell considera que la tarea de la filosofía sería «el análisis lógico seguido de la síntesis lógica». En eso coincide entera-mente con L. T. Hobhouse, según el cual «la filosofía tiene como meta (. . .) una síntesis de las ciencias». Esta concepción se remonta a Auguste Comte y Herbert Spencer: para estos, la filosofía es la totalidad del saber humano. De ahí que, poste-riormente, ella fuera ciencia independiente para unos y disci-plina auxiliar para otros.

Si bien la mayoría de los autores de obras filosóficas acent-úan el carácter científico de la filosofía, hay también algunos —y no precisamente los peores— que lo han puesto en duda con particular fuerza. Para Schiller, cuyos ensayos filosóficos tuvieron quizá mayor influencia que sus dramas, el fin de la filosofía consistía en introducir un orden estético en nuestros pensamientos y acciones. Sus resultados debían ser medidos solo según el criterio de belleza. Otros poetas, como Hölderlin y Novalis, representaron posiciones similares, y aun filósofos puros, como Schelling, por ejemplo, se acercan en muchas de sus afirmaciones a la posición sostenida por aquellos. También Henri Bergson hace hincapié en que la filosofía se hallaría es-trechamente relacionada con el arte y, en todo caso, no sería una ciencia.

Esto no es todo, sin embargo. No solo en cuanto al carácter general de la filosofía las opiniones se apartan unas de otras; también respecto de su contenido encontramos las opiniones más divergentes. Todavía hay, por ejemplo, algunos pensadores para quienes la filosofía tendría que ver con los conceptos y leyes supremos del ser: en última instancia, con el conocimiento de Dios. Es el caso de las escuelas aristotélicas y neotomistas.

Luego está la concepción, relacionada con aquella, según la cual la filosofía se ocuparía del así llamado a priori. Alexander la describe como «el estudio empírico de lo no empírico o a priori, y de aquellos problemas que derivan de la relación de lo empírico con lo a priori» (espacio, tiempo, divinidad).

Otros autores, que descienden de los sensualistas ingleses y de la escuela de Fries y Apelt, consideran la filosofía como la ciencia de la experiencia interior. Según los positivistas lógicos, como Carnap, ella se ocupa esencialmente de problemas lingüísticos; para Windelband y Rickert —cuya escuela tiene muchos adeptos también en Estados Unidos—, se consagra a valores universales, principalmente la verdad, la belleza, el bien, lo santo.

Por último, tampoco respecto del método existe una concep-ción unitaria. Los neokantianos creen que la actividad filosófica debería consistir en el análisis de conceptos y en su reducción a los elementos últimos del conocimiento. Bergson y Max Sche1er consideran la «intuición de esencias» (Wesemschau) como el acto filosófico decisivo. El método fenomenológico de Husserl y Heidegger es la antítesis del empiriocriticismo de Mach y Avenarius, y la logística de Russell, Whitehead y sus discípulos, el enemigo declarado de la dialéctica hegeliana. El modo de filosofar depende, para William James, del carácter y la experiencia de quien filosofa.

Hemos mencionado todas estas definiciones para demostrar que la situación en la filosofía difiere de la de las demás activi-dades intelectuales. Por más que en ellas existan muchos puntos de controversia, se admite una orientación general. Los principales representantes de cada ciencia están más o menos de acuerdo en cuanto al objeto y al método. En filosofía, en cambio, la refutación de una escuela por otra implica general-mente su rechazo total, el negar como radicalmente falsas sus teorías fundamentales. Esta actitud, claro está, no es comparti-da por todas las escuelas. Una filosofía dialéctica, por ejemplo, que sea fiel a sus principios, tenderá a conservar la verdad rela-tiva de los diferentes puntos de vista y a integrarlos a su propia teoría, más abarcadora. Otras corrientes, como el positivismo moderno, son menos elásticas y simplemente excluyen del campo del conocimiento gran parte de la literatura filosófica, en especial los grandes sistemas del pasado. En suma, podemos considerar como hecho demostrado que quien utiliza la expre-sión «filosofía» comparte con su público muy poco más que una idea vaga.

Las ciencias particulares abordan problemas que deben ser tratados porque surgen del proceso vital de la sociedad en un momento dado. Tanto los problemas aislados como su adjudi-cación a disciplinas específicas derivan, en última instancia, de necesidades de la humanidad en sus formas de organización pasadas y presentes. Esto no significa que cada investigación científica satisfaga una necesidad urgente. Muchos trabajos científicos han llevado a resultados de los que la humanidad podría muy bien prescindir. La ciencia no constituye ninguna excepción en cuanto al mal uso de energías que se observa en todos

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