La Libertad De Escribir Cosas Libres

En el capítulo reseñado el autor plantea de una forma un tanto metafórica la creación de una ciudad “ideal” para la óptima convivencia de sus habitantes, claro que esto tiene un costo, y es la definición de los límites de libertad que estos habitantes puedan tener todo bajo el amparo de la seguridad que se les pueda brindar para su beneficio; al ir pasando entre líneas textuales cualquiera puede pensar que lo que se plantea en el capítulo sobre la limitación física de la libertad de un grupo humano con el fin de controlar sus vidas para hacerlas más cómodas puede sonar como algo contraproducente a lo que nadie o muy pocas personas se someterían para obtener felicidad a cambio de la privación de un derecho. La idea que se plantea es metafórica porque hace alusión a una realidad, un hecho existente ya instaurado entre nosotros pero que no caemos en cuenta dado al grado de manipulación tan alto que tenemos por el sistema capitalista que nos rige, valiéndose de diferentes trucos de control de masas por el cual nos puede engañar.

La institucionalización del miedo urbano

Para lograr que un grupo acceda a tales condiciones se es necesario inventar un sistema que convenza a la gente de que esta en una constate inseguridad. Es por eso que el sistema en vez de ofrecer soluciones de convivencia en paz mutua, alimenta el miedo de que el mundo es un lugar muy hostil y por lo tanto necesita de templos de seguridad en los cuales las personas se puedan sentir cómodas y a gusto limitadas de sus libertades de espacio pero con la sensación de que en estos espacios nada malo les puede pasar.

El establecimiento de una sociedad civil

En el establecimiento de una sociedad la interacción entre los miembros de esta es inevitable, pero no siempre estas interacciones se dan entre conocidos, los encuentros públicos también se dan entre extraños, los encuentros entre extraños son acontecimientos que no tienen un pasado y no tienen por qué pretender tener un futuro, son sucesos que se enmarcan dentro de la interacción de una sociedad civil en la cual las personas manejan un rol público pero a la vez de anonimato, una actividad que significa fundamentalmente la no intromisión de uno mismo como carga ante el otro y del cual se espera un resultado recíproco, es así como el entorno urbano crea a la persona pública la cual utiliza una máscara de socialización en la cual hace una retirada del verdadero yo para salirse de las relaciones del involucramiento mutuo, crear una relación de quedarse solo y dejar solos a los demás, que no tiene por qué sonar como algo malo sino más bien como una muestra de respeto y cortesía hacia la privacidad del otro.

El espacio público y los espacios no civiles

Sin embargo no todos los espacios públicos son espacios de interacción civil, es más, hay gran cantidad de espacios públicos que se clasifican dentro de los espacios no civiles, de los cuales el capítulo pone en ejemplo principalmente de dos: la plaza de La Défense y lo que él llama los templos de consumo; la primera es un lugar de carácter inhóspito en el cual solo hay entrecruzamientos de personas pero sin ningún tipo de socialización o encuentro civil, contrariamente en el segundo caso de los templos de consumo son por lo general sitios de gran concentración de masas (vigilados y monitoreados al estilo de la ciudad planteada al principio por el autor) pero cuya relación entre individuos del espacio es muy poca o nula ya que la estancia de estos en el lugar no va guiada por la interacción sino más bien por la acción, la acción de consumo y de lograr un objetivo en particular, es por eso que lo aleja de cualquier tropiezo que le impida lograr su fin primordial de distracción

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